miércoles, 6 de noviembre de 2019

El Reino de Carpentier…


El Reino de Carpentier…

He releído en estos días a Alejo Carpentier quien planteaba la necesidad de rescatar a través de la literatura las circunstancias que condicionan la vida del hombre caribeño; sus creencias, costumbres, música, intereses y hábitos alimentarios, lo típico en sentido general de los individuos que habitaban Haití, de quienes el escritor consideraba en su novela “El Reino de este mundo” que aquello era “lo real maravilloso” y acuñaría el término para seguir usándolo como muestra de la floreciente explosión de la literatura hispanoamericana de aquellos días del siglo XX.

En el Diccionario de religiones de Royston Pike (1964), se nos informa sobre la existencia de vodú, y su presencia entre los negros de las Antillas -particularmente los habitantes de Haití- y en el sur de los Estados Unidos. Se señala al vodú como culto animista en el que se mezclan la ofiolatría, el satanismo, el falismo y las prácticas mágicas, en una extraña combinación de brujería africana (que los esclavos trajeron consigo) y algunos elementos de la liturgia cristiana. Entre sus numerosas deidades figuran “Barón Samedi” dios de los cementerios y soberano de los muertos y “Maestra Erzulie” diosa del amor.

En su novela “El reino de este mundo” Carpentier describió muchos ritos y creencias de los negros haitianos y de su religión vodú. El escritor recreará con su natural barroquismo, los poderes de la danza a la luz de la luna en torno a las hogueras encendidas en la selva, como parte esencial del rito vodú. Carpentier reflejará detalles de la religión de los negros haitianos impuesta al toque del tambor, y como tomó fuerza por encima del catolicismo. Los practicantes del vodú se aferrarían con delirio a su Ogún-guerrero, y a su Ogún-Changó invocados por sus hijos sedientos de libertad. Con sus caracoles, sus bailes desnudos alrededor de la gran hoguera y los sacrificios de animales, completaban el ritual real y maravilloso de sus ceremonias.
De aquellos orígenes proviene el sincretismo religioso entre colonizadores españoles y los esclavos negros que poco a poco tuvieron que adaptarse, o ir aceptando ciertas deidades de la Iglesia católica; sus imágenes, sus colores y formas representativas, relacionadas con la Iglesia, de manera que cuando los españoles y sus descendientes celebraban sus fiestas, los negros también  realizaban las suyas, dando lugar a los inicios de la Santeria. Entre los numerosos grupos de esclavos llevados a Cuba, los de mayor fuerza en el desarrollo religioso fueron los Yorubas, pues muy poco se recuerda ya del vocabulario, los cantos ni las deidades de los mandingas, gangas, y minas, que tuvieron relación inicial con los Yorubas.
Por consiguiente, en Cuba, actualmente no es difícil en principio acceder a algún rito de santería aparentemente “auténtico” si se tienen algunos dólares en el bolsillo. Las prácticas se extienden por muchas casas de la ciudad, sobre todo en barrios negros como centro Habana, o Guanabacoa. En Cuba, es posible observar como toda la ciudad está impregnada de detalles que hablan de la religión de los Yorubas, desde las vestimentas y los collares de la gente hasta el ambiente en sus casas nos permite percibir la esencia de los orishas. De tal modo que en realidad para el cubano de a pie, no hay mucha diferencia entre el catolicismo y la santería. Esto ha sido el resultado de muchos años de sincretismo y en parte fomentado por la mal llamada revolución cubana, que se ha sentido consolidada entre los descendientes de los esclavos Yorubas procedentes del Senegal, con todas sus deidades,  Eleguua, Yemayá, Obatalá, Babalú aye, Changó y Ochum, mezcladas o separadas de los santos católicos.

Regresando a “El reino de este mundo” la novela de Carpentier sobre la revolución de esclavos en Haití, nos ilustra el sincretismo manifiesto en la religión de los negros, y los insólitos ritos del vodú, que con intensidad disfrutan sus adeptos. El escritor lo muestra casi bajo el éxtasis de una orgía sangrienta de animales, donde se cantan himnos mágicos, y danzan desesperadamente, recurriendo a lo onírico para que la magia cobre fuerzas y sus dioses negros los favorezcan en sus milagros. Así veremos cobrar vida a un personaje que enalteció la religión vodú: el mítico Mackandal, con poderes licantrópicos quien se metamorforseaba en diversos animales, para ayudar a sus hermanos que con devoción y confianza reclamaban sus milagros. 

Carpentier aprovechó su novela para hacer llegar a todos los hijos del Caribe, pertenecientes a todas y a cada una de las religiones que profesan los hombres su mensaje, en el cual destaca: “que su grandeza está precisamente en querer mejorar lo que es. Es imponerse tareas. En el reino de los cielos no hay grandeza que conquistar, puesto que allá todo es jerarquía establecida, incógnita despejada, existir sin términos, imposibilidad de sacrificio, reposo y deleite. Por ello, agobiado de penas y de tareas, hermoso dentro de sus miserias, capaz de amar en medio de las plagas, el hombre solo puede hallar su grandeza, su máxima medida en el Reino de este mundo”.


Como estoy en mi blog, me he tomo la libertad sin “permisearle” ni a Carpentier ni a nadie, de copiar para ustedes un par de fragmentos de mi novela más conocida “Escribir en La Habana”:
ANABELLA: … Bueno tampoco habrán leído «El Reino de este mundo». Marcelo, nosotros tenemos la suerte de poder estar viendo a los verdaderos herederos de la revolución socialista. ¿¡Tú sabes lo que eso significa!?
MARCELO:  -Anabella querida, yo me temo que esos herederos no son muy del agrado del chino Cabrera Infante ni le gustan a Jorge Edwards ni a un montón de cubanos profesionales que emigraron, que se fueron...

Varios capítulos más adelante se lee…
“El gordo insistía en que teníamos que adaptarnos a todo lo que exigían las reglas de la Ocha. En una especie de canastillero adosado a la pared estaban los dieciséis dilingunes. El santón los tomó en su mano derecha. En el suelo divisé unos platos con sangre. Todo el rito fue similar al de la noche anterior, pero éste no precisó de semillas y tablero, leyó el destino con los caracoles y nos informó como Changó, la diosa de los siete rayos estaba con nosotros, nos habló a los dos, de los dos vengadores con la espada y la capa roja y nuevamente nos informó de la situación, estaba algo complicada. Para concluir afirmó que, aunque las alas de la noche se interpongan pesarán más las palomas sobre el comandante pero eso sí, no habrá escapatoria, caerá la espada de Changó y lloverá la sangre...”

Maracaibo, miércoles 6 de noviembre 2019

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