miércoles, 31 de julio de 2024

En el cuarto año…


Los estudiantes esperábamos alrededor de la mesa de disección. El profesor llegaría para hacer una demostración macroscópica. El ambiente era denso, la sala pequeña nos mostraba a todos silentes y rodeando una mesa metálica… La puerta gime y entra el gocho Vivas con varias bandejas de peltre cubiertas con gasa. Colorado y catire, el joven Chucho, es casi un muchacho. Él las coloca sobre la mesa, arregla el bisturí, destapa un gran cuchillo afilado, y coloca las pinzas, para luego destapar una de ellas alzando cuidadosamente la gasa que la cubre…  Las piezas están descubiertas.


 

Contra el peltre blanco, resaltan los órganos de colores vivos. Antes de que podamos definir formas, e impresionados por los colores de lo que imaginamos son trozos de carne humana, en ese preciso momento aparece el profesor Fritz Eberhard. Alto, delgado, con una bata blanca de mangas cortas y la cara cruzada por tres cicatrices que se unen en su mejilla izquierda. ¿Heridas de sable en un duelo juvenil? ¿Cicatrices de cortaduras que se hizo cuando era estudiante? Hay quienes murmuran que las heridas fueron autoinfligidas para ganarse el respeto de sus compañeros, otros dicen que, escapando fue al esconderse dentro de unos toneles de cerveza, y, existen quienes aseguran que son producto de un duelo con sable. Estas ideas y otras tantas versiones se han venido tejiendo alrededor del cara-cortada profesor Fritz quien gusta lucirlas, siempre mentón en alto, con un gesto jactancioso. Fritz Eberhard siempre completa sus frases con un ¡Ja!

 

Entre la variopinta crema y nata de nuestros profesores de la Facultad de Medicina, Fritz siempre fue un tipo impresionante. Hay quienes aseguran que era capitán en un submarino nazi durante la guerra, y aunque otros insisten, en que realmente era un médico quien dizque no estaba en los campos de concentración. Cuentan que comandaba una lancha torpedera de la Gestapo; muchos, y aceptemos que son la mayoría, coinciden en que Fritz era oficial de la SS y quizás por eso mismo, todos percibíamos en su presencia un incierto temor, más que una respetuosa curiosidad…Te imaginareis el significado de estar ante un funcionario militar oficial la marina alemana durante el Tercer Reich…

 

Sigo recordando que hay quienes aseguran, y dicen saberlo de fuentes fidedignas, que Fritz guarda un uniforme en el armario de su actual casa –en el vecindario del Sanatorio y de su Servicio de Patología- y en ocasiones lo viste y taconea con sus altas botas negras y brillantes saludando. ¡Heil Hitler! Pero ahora nos mira a los estudiantes alrededor de la mesa de disección, uno a uno, nos repasa inquisitivamente, y estira su cuello, y lentamente lo tuerce un poco, mientras nos recorre con su mirada entretanto se va colocado un par de guantes de látex y lo hace sonriendo de lado. Paralela y simultáneamente todos percibimos un olor terrible que escapa de sus axilas y que va condensándose en el pequeño salón. Ha variado la densidad aromática del reciento y lo que viene a nuestra mente son: ratas muertas…


Levanta de la bandeja la pieza anatómica que ahora vemos como una aorta de la que penden dos riñones, esa es la muestra anatomopatológica que el profe Fritz esgrime como un trofeo y la sostiene en alto mientras nos repasa nuevamente con su mirada de ojos muy azules y nos dice... -Bachilleeegrés ¿Que creen ustedes que es esto? Sin detenerse prosigue en su castellano gutural… -Esta arteriaá grande, esta aortaá, tiene una grave enfermedad. Sí. ¡Es la enfermedad de la comidá! ¡Jaaá! ¡Muchas empanadaaaás!, mucho chivo en coco, y migreeeén, aquí están los resultados: arterioesclerosis, ateromatosis, migreeén los riñones, son granulagreees, están atróficos, es la arterioesclerosis renal. Entonces nos repasa con su mirada casi como si fuésemos culpables de lo que nos muestra. Se detiene y nos pregunta: -¿Por qué? Entonceeés ¿Qui sucedió?

 

Comenzamos todos a sentirnos interesados en el asunto que el profe-nazi- caracortada, nos está presentando, y le escuchamos con expectante atención…      -Este señooor era un chofeeegr, y tomaba mucho cafecito, caliente, al mediodía, en el tráfico, sí, mucho café, sí, para el calogr, café y adimaaás, él comía mucho chivito en coco, y empanadaas, además ¡Ah!, ¡Ajaaá!…  Él también fumaba mucho, muchos cigarrilloos. Era un chofeegr hipertensooó, y aquí lo ven… Entonces el profe se tuerce alborotando el aroma axilar que como un latigazo aromatizante nos golpea a todos mientras él se voltea y va destapando otra de las bandejas de peltre, las de Chucho, sí, mientras toma en sus manos, un corazón…

 

-Fijenseeeé aquí en la hipertrofia del ventrículo izquierdo… ¿La ven ?, ¡Ja! Bachillegreees ¿Ven el músculo más grueso? ¡Ja! Es así. Este señor tenía hipertensión y comía mucho chivito en coco y tomaba mucho café, pero su corazón trabajaba el doble, y su músculo creció por el esfuerzo para bombear la sangre, y un día, el chofegger: se murió... Asi nos administraban las dosis, de comienzo, pequeñas y casi perdidas en la memoria del tiempo...

 

Les comento que, este relato, fue escrito con las necesarias variaciones sobre el día, la hora, el local, y los “perjúmenes” usando la memoria donde los personajes reales están distorsionados, para crear sencillamente esta historia que es tan solo esto, un relato que suena a historia real y verdadera, pero tan solo viene a ser una de tantas vivencias del remoto pasado que sale “parapeteada” entre muchas otras cosas y cuenta con personajes de tipo - “carascortada”-, aquellos que reposan y en ocasiones afloran, o son aupadas por las mismas musas capaces de inspirar hermosos poemas, o emotivos cuentos, y que podrán ser siempre remozados, antes de que reposen en una fosa o terminen por transformarse en el “polvo enamorado” de Quevedo.

 

En Maracaibo, el día miércoles 31 de julio del año 2024

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