martes, 3 de agosto de 2021

Poe: escritor misterioso…(2)

 Poe: escritor misterioso…(2)

El poema The Raven aunque su composición data de 1835 fue publicado el 29 de enero de 1845 en el periódico The New York Evening Mirror, y ha conocido muchas traducciones; entre ellas, destacan las cuatro primeras del siglo XIX y comienzos del XX de los simbolistas franceses Charles Baudelaire (1853) y Stéphane Mallarmé (1875), la de Fernando Pessoa de 1924, y la del venezolano Juan Antonio Pérez Bonalde del año 1887 que comienza de esta manera: Una fosca media noche, cuando en tristes reflexiones, sobre más de un raro infolio de olvidados cronicones inclinaba soñoliento la cabeza, de repente a mi puerta oí llamar; como si alguien, suavemente, se pusiese con incierta mano tímida a tocar: “¡Es -me dije- una visita que llamando está a mi puerta: eso es todo y nada más!”.

Recuerdo que era yo un imberbe adolescente cuando escuché hablar de “El Cuervo” a mi prima Marina García Araujo (teníamos tan solo dos primas hermanas por parte de mi padre, BelénAlicia García MacGregor y Marina) quien le comentaría a mi hermano mayor, de su interés en el poema. Ella quien ya estudiaba en inglés tenía contacto tan solo ocasionalmente con nosotros, y nuca supo que el recuerdo de su conversación con mi hermano Fernando me llevó a memorizar el poema hasta aprenderme todos sus versos…

Hacia julio de 1842, Edgar había perdido por completo el dominio de sí mismo. Hizo un viaje fantasmal de Filadelfia a Nueva York, obsesionado por el recuerdo de Mary Devereaux quien estaba casada, pero Edgar parecía absurdamente deseoso de averiguar si amaba o no a su marido. Mrs. Clemm, ya desesperada, logró la ayuda de unos vecinos que encontraron a Edgar quien había parecía haber perdido momentáneamente la razón y vagaba por los bosques próximos a Jersey City. Entonces sus amigos de Washington lo invitaron a la capital, para pronunciar una conferencia, y ser presentado en la Casa Blanca, pero al llegar a Washington aceptó unas copas de oporto, y el resto fue lo de siempre. En junio, Edgar ganó el premio instituido por el Dollar Newspaper para el mejor relato en prosa. Era El escarabajo de oro.

En 1844, tan pobres estaban los Poe que Edgar partió con Virginia, dejando a “Muddie” en una casa de pensión a la espera de que aquél reuniera los dólares suficientes para mandarla llamar. En abril de 1844 la pareja llegaba a Nueva York y Edgar vendió El camelo del globo al New York Sun, El período de Nueva York señala el resurgimiento del poeta en Edgar, a quien el tema de El cuervo le seguía obsesionando. El calor del verano hacía daño a la desfalleciente Virginia. El famoso busto de Palas, inmortalizado en El cuervo, estaba sobre una puerta interior de la casa. Se acercaba el invierno y había que volver a Nueva York, donde Poe acababa de obtener un modesto empleo en el Evening Mirror. El año 1845 Edgar tenía treinta y seis años, y la publicación de El cuervo conmovió los círculos literarios y todas las capas sociales. Fue satánicamente aureolado con una “leyenda negra”, y El cuervo pasó a ser la imagen misma del romanticismo en Norteamérica.

En marzo de 1845, en plena apoteosis, se dejó llevar otra vez por el alcohol. La creciente enfermedad de Virginia era algo peor que la muerte misma de su mujer y podía más que sus fuerzas. Virginia no le daba más que su infantil presencia y Frances Osgood, poetisa y gran lectora, unía a su imagen llena de gracia a la cultura. Edgar huía de la miseria, y los conflictos con sus socios. El fin de 1845 es también el fin de la gran producción de Poe. A lo largo de 1846 su nombre circularía activamente entre los escritores más conocidos de Nueva York. Edgar, decidió un día publicar en el Godey’s Lady’s Book una serie de treinta y tantas críticas, implacables, que produjo una terrible conmoción.

En mayo de 1846, buscando aire puro para la moribunda Virginia, dieron con un cottage en Fordham, en las afueras de la ciudad y Edgar debió refugiarse en él como un animal acosado. Virginia se moría. Edgar la sabía muerta, y así nació Annabel Lee, que es la visión poética de su vida junto a ella. Yo era un niño y ella una niña, en un reino a orillas del mar... Virginia enferma de tuberculosis desde enero de 1842, morirá en enero de 1847 a los 24 años de edad. Su fallecimiento se produjo en la casa de campo de la pareja, situada en las afueras de Nueva York. Poe siguió el cortejo envuelto en su vieja capa de cadete, que durante meses había sido el único abrigo de la cama de Virginia. Su conducta desde entonces sería la del que ha perdido su escudo y ataca desesperado, para compensar de alguna manera su desnudez, su misteriosa vulnerabilidad.

 

El año 1847 encontró a Poe luchando contra los fantasmas, recayendo en el opio y el alcohol, aferrándose a la adoración espiritual de Marie Louise Shew, que había ganado su afecto durante la agonía de Virginia. Mrs. Shew admiraba el genio de Edgar y tenía una profunda estima por el hombre; cuando sospechó que la presencia incesante del poeta iba a comprometerla, se alejó apenada, como también lo había hecho Frances Osgood. Sarah Helen Whitman, poetisa mediocre pero mujer llena de inmaterial encanto, como las heroínas de los mejores sueños y que además se llama Helen, como se había llamado su primer amor de adolescencia. Mrs. Whitman había quedado tempranamente viuda. Edgar mantiene correspondencia amorosa con Mrs. Whitman, y por otra parte conoce a Mrs. Annie Richmond, cuyos ojos le causan profunda impresión.  La visitará y ganará la confianza de su esposo y de toda la familia, la llama “hermana Annie” y en su amistad, encuentra ese alivio espiritual que requería siempre de las mujeres.

Volvió a “su” Richmond, donde bebió terriblemente y recitó largos pasajes de Eureka en los bares, para estupefacción de honestos ciudadanos. Pero también en Richmond, recobró la normalidad, y pudo vivir sus últimos días felices porque tenía allí viejos y leales amigos. Asoma entonces, en una de sus conferencias, la imagen de Elmira, su novia de juventud, que había quedado viuda. Edgar debió de verla y pensar en ella. y volvió al Norte con expresa intención de proponerle matrimonio. Helen era incapaz de resistir la fascinación de Poe, pero no se sentía dispuesta a casarse de nuevo. Edgar se fue a esperar su decisión a casa de Annie Richmond,

Poe recibe una carta indecisa de Helen y, entretanto, su afecto por Annie parece haber aumentado. Desgarrado por un conflicto entre lo imaginario y lo real, Edgar partió dispuesto a visitar a Helen, sin llegar a su destino. “No me acuerdo de nada de lo sucedido”, diría luego en una carta. Compró láudano y bebió la mitad del frasco en Boston. Antes de tener tiempo de tomar la otra mitad sobrevino la reacción de su organismo ya habituado al opio, y Edgar vomitó el exceso de láudano. Llegó a casa de Helen tuvo lugar una escena desgarradora, hasta que ella consintió en el matrimonio si Edgar le prometía abstenerse para siempre de drogas o estimulantes. Poe lo prometió, y Mrs. Clemm lo esperaba angustiada por su larga ausencia y los rumores que llegaban sobre las locuras de “Eddie”. Esos días son reflejados en la correspondencia enviada a Helen, a Annie, y a algunos amigos; por la miseria, la inquietud, y una angustia que la promesa de Helen no alcanzaba a borrar. Le disgustó que en la redacción del contrato de bodas los escasos bienes de Mrs. Whitman fueran puestos deliberadamente a salvo de su alcance, como si le creyeran un aventurero. En vísperas de la boda pronunció una conferencia que fue aplaudida con entusiasmo. Edgar había bebido con unos amigos, aunque sin embriagarse, ello provocó a último momento la negativa de Helen.

Quizá este mismo infierno le ayudó a levantarse una vez más. Asqueado por los rumores y la maledicencia, se encerró en el cottage con Mrs. Clemm y luchó con los restos de su energía para salir adelante, editar, por fin, su nunca olvidada revista y reanudar el trabajo creador. De enero a junio de 1849 pareció agazaparse y esperar. Hay un poema, Para Annie, en el que Poe se describe a sí mismo muerto, feliz y abandonadamente muerto, por fin, definitivamente muerto. Era demasiado lúcido para engañarse sobre la verdad. 

 

El final comprendió dos terribles etapas con un interludio amoroso. En julio de 1849, Poe abandonó Nueva York para volver a la ciudad de Richmond. No se sabe por qué, quizás movido por un oscuro instinto de refugio y de protección. Lleno de presentimientos, se despidió de la pobre “Muddie”, que no volvería a verlo. No se sabe cómo llegó a Filadelfia, interrumpiendo su viaje al Sur, hasta que a mediados de julio, probablemente después de muchos días de intoxicación continua, Edgar entró corriendo en la redacción de una revista donde tenía amigos y reclamó desesperadamente protección. Pudo escribir a Mrs. Clemm, pero el párrafo central de su carta decía: “Apenas recibas ésta ven inmediatamente... Hemos de morir juntos. Inútil tratar de convencerme: debo morir...” Sus desolados amigos reunieron algún dinero y lo embarcaron rumbo a Richmond.

El más solitario de los hombres no sabía estar solo. Apenas llegado a Richmond escribió otra vez. “Llegué aquí con dos dólares, de los cuales te mando uno. ¡Oh, Dios, madre mía! ¿Nos veremos otra vez? ¡Oh, ven si puedes! Mis ropas están en un estado tan horrible y me siento tan mal...” Los amigos de Richmond le proporcionaron sus últimos días tranquilos. Se le vio de nuevo paseando reposadamente por las calles de Richmond, visitando las casas de los amigos, asistiendo a las tertulias y a las veladas, donde, claro está, lo asediaban cordialmente para que recitara El cuervo, que en su boca se convertía en “el poema inolvidable”.

Elmira, su novia lejana, convertida en una viuda respetable, aceptó de inmediato su compañía, su amistad, su pronto galanteo y aceptó casarse con él, aunque hubo una etapa de malentendidos y algunas recaídas de Edgar. Hacia septiembre de 1849 el matrimonio quedó definitivamente concertado para el mes siguiente. Decidió Edgar viajar al Norte en busca de “Muddie” y pronunció una última conferencia en Richmond, repitiendo su famoso texto sobre El principio poético, y sus amigos hallaron la manera de proporcionarle el dinero necesario para el viaje.

A las cuatro de la madrugada del 27 de septiembre de 1849, Edgar se embarcó rumbo a Baltimore. Su partida a hora tan temprana  parece haber obedecido a un repentino capricho suyo. Desde ese instante todo sería niebla, que se desgarra aquí y allá para dejar entrever el final. El 29 de septiembre el barco atracó en Baltimore y Poe debía tomar allí el tren para Filadelfia, pero se hacía necesario esperar varias horas. En una de estas horas se selló su destino. Se abre un paréntesis de cinco días, al final de los cuales un médico, conocido de Poe, recibió un mensaje presurosamente escrito a lápiz, informándolo de que un caballero “más bien mal vestido” necesitaba urgentemente su ayuda. Un tipógrafo reconoció a Edgar Poe en un borracho semiinconsciente, metido en una taberna y rodeado por la peor ralea de Baltimore. Eran días de elecciones, y los partidos en pugna hacían votar repetidas veces a pobres diablos, a quienes emborrachaban previamente para llevarlos de un comicio a otro. Sin que exista prueba concreta, lo más probable es que Poe fuera utilizado como votante y abandonado finalmente en la taberna.

Vivió cinco días más en un hospital de Baltimore con terribles alucinaciones, luchando con las enfermeras que lo sujetaban, llamando desesperadamente a Reynolds, el explorador polar de Gordon Pym que misteriosamente se convertía en el símbolo final de esas tierras del más allá que Edgar parecía estar viendo, así como Pym había entrevisto la gigantesca imagen de hielo en el último instante de la novela. Murió a las tres de la madrugada del 7 de octubre de 1849. “Que Dios ayude a mi pobre alma”, fueron sus últimas palabras. 

NOTA: Fin de “Poe, escritor misterioso…”

Maracaibo martes 3 de agosto del año 2021

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