Julio
Miranda
Julio E. Miranda Luque nació en La Habana, Cuba, en 1945. Con estudios de filosofía, idiomas y teatro, su febril actividad como poeta, cinéfilo y crítico itinerante lo llevó a recorrer destinos diversos en los Estados Unidos, España, Francia, Bélgica, Italia, Inglaterra y finalmente, desde 1968, en la ciudad venezolana de Mérida, hasta 14 de septiembre del año 1998 cuando Julio Miranda llegó a su destino final.
Vivió en una pensión en Madrid en condiciones precarias, dando recitales de poesía a cambio de comida. Se trasladó a París, en ese momento un lugar no necesariamente visto de una forma positiva por Miranda, quien posteriormente la describiría como “el centro del mundo y la olla podrida”. Allí vivió un período de su vida muy importante para su desarrollo como intelectual, él mismo lo describiría como una transformación desde la niñez hasta la adultez. Esta época está retratada en su novela corta Casa de Cuba (1990), En esos años Miranda se empeñó en estudiar profundamente la literatura cubana. De allí surgiría Joven poesía cubana (1968).
Cuando llegó a Venezuela en el año 1968 ya venía con una formación humanista sólida, con estudios en filosofía, idiomas y teatro, además de poseer una amplia cultura cinematográfica. Con estas cualidades se dedicaría a leer sistemáticamente todo el corpus literario venezolano, facilitado por amigos y conocidos quienes le abrieron sus bibliotecas personales. Esta disciplina le permitió escribir numerosas reseñas en el diario El Universal y, elaborar uno de sus primeros textos analíticos sobre el tema: Proceso a la narrativa venezolana trabajo crítico con el que se ganó varios detractores debido a sus comentarios sobre las carencias de las letras en el país.
En Mérida cubrió la poesía, el ensayo, la traducción, la crítica y en particular la investigación cinematográfica. Julio Miranda siempre compararía la literatura y el cine en términos personales y una vez diría, “Creo que tengo poemas que son casi guiones de cine, pero la literatura me sigue pareciendo algo mucho más personal, yo conozco a casi todos mis lectores. El cine, en cambio, es algo más colectivo, hay muchas más mediaciones, más distanciamientos. Hacer cine implica una conciencia radicalmente colectiva y fatalmente industrial". Sobre el cine publicaría Cine y literatura: 6 textos, 6 films (1991). El cine que nos ve (1991), Sobrevivientes (1992), Palabras sobre imágenes. 30 años del cine venezolano (1994).
Más de cuarenta libros, hicieron de Julio Miranda uno de los críticos más certeros de la literatura venezolana. Entre sus obras se cuentan Antología del cuento cubano (1963), Nueva literatura cubana (1971), Proceso a la narrativa venezolana (1975), Maquillando el cadáver de la revolución (1977), Parapoemas (1978), El poeta invisible (1981), Vida del otro (1982, Premio Conac de Poesía 1983), Anotaciones de otoño (1987), Casa de Cuba (1990), Así cualquiera puede ser poeta (1991). El guardián del museo (1992). Ciudad con nombre de mujer (1997) Agua por todas partes (1997).
Tradujo también, textos de Henri Michaux y de Cesare Pavesse y los publicaría los libros El guardián del museo (cuento breve), que recibió el premio de la I Bienal de Literatura Mariano Picón Salas, Ciudad con nombre de mujer (1997), con el que volvió sobre el mismo premio, y El gesto de narrar,(1994) publicado en Monte Ávila Editores y más recientemente La imagen que nos ve, Caracas, publicado por Equinoccio, en 2010.
Julio Miranda perteneció a esa serie de estudiosos del quehacer literario venezolano y universal que, como Ángel Rama, Marta Traba, Ángel Rosenblat o Pedro Grases, quienes tampoco habían nacido en Venezuela, pero supieron insertarse en el campo intelectual de su momento y realizaron aportes significativos para mostrarle al mundo el proceso cultural de la nación y su literatura, el arte, la historia y la lingüística. En el caso de Miranda, además del estudio de lo literario se anexará su interés especial por el cine.
A mediados del siglo XX, en Venezuela se vivían momentos donde la crítica comenzaba a profesionalizarse a través de la creación de las escuelas de letras en las universidades. La producción de Miranda contribuyó significativamente al conocimiento de la dinámica cultural de la Venezuela. Miranda sería uno de los primeros que realizó una lectura interdisciplinaria de la literatura venezolana, asociando acontecimientos artísticos con algunos procesos sociales que incidían sobre su elaboración y utilizaría la terminología del cine para explicar algunas de las características que observó en la narrativa, la cual en muchas ocasiones escapa del método cronológico para examinar la literatura y analizar constantes temático-formales que han persistido a lo largo de la producción literaria venezolana, innovando de esta manera las perspectivas de estudio del fenómeno literario.
La primera obra poética que Miranda pública de forma profesional, Maquillando el cadáver de la revolución (1977), cuando contaba con 32 años; pero la poesía fue siempre parte de su escritura, llegando a considerarse a sí mismo como poeta. Participó activamente en los movimientos poéticos de su primera etapa fuera de Cuba, en España y Francia, llegando influir en la inducción de la poesía beat norteamericana en España. También con No se hagan ilusiones, ganaría un concurso de poesía en Sevilla en 1967 poemario que se publicó tres años después en Venezuela, pasando desapercibido entre el público y la crítica.
De alguna forma, la identidad de Miranda siempre estuvo cercenada por su condición de exiliado. Y esto es algo que percibe en su poesía, llegándole a dar el nombre de invisible a esta su condición personal. En 1981 había aparecido El poeta invisible, y Julio Miranda llega a decir sobre lo que él era, en realidad… “Yo soy medio cubano, o acaso la tercera o la cuarta parte, una cubanidad que disminuye (¿o se concentra?) pero también que se exacerba, se mitifica, se objetiva en absurdos como conservar nacionalidad y pasaporte para ser detenido, registrado, fotografiado, fotocopiado, interrogado y alguna vez deportado en fronteras que se electrizan ante la llegada del cubano”(…) “soy, entonces, cubano pero no solo soy cubano. Fui funcionalmente español durante cinco o seis años; soy funcionalmente venezolano desde-o, más bien, durante- casi treinta. Y, al reinventarme narrador en 1988, escribí paralelamente una noveleta en cubano, un conjunto de cuentos en venezolano y un esbozo de novela en andaluz,(…).
Maracaibo, jueves 19 de agosto del año 2021
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