viernes, 19 de febrero de 2021

Pobres de solemnidad

Pobres de solemnidad

Recientemente la doctora Gioconda Cunto de San Blas señalaba como sobrevivimos en medio de un perverso fenómeno donde las universidades, se están transformando en “el último bastión” para los profesores quienes durante muchos años han soportado bombas lacrimógenas dentro y fuera del recinto universitario, encarcelamientos, torturas, presenciado la muerte de manifestantes, y han venido observado el paulatino desmantelamiento de los laboratorios y la destrucción de los espacios universitarios emblemáticos.

Todos estos hechos deberían ser  merecedoras de sanciones punibles por la ley, más la lenidad del régimen no solo los permite, sino que los fomenta facilitando los desmanes para que sean perpetrados impunemente por personeros, algunos de quienes son para vergüenza de la humanidad, egresados de esas mismas aulas hoy mancilladas por la barbarie.

Si en la segunda mitad del siglo XVIII español se les designaba a quienes tenían derecho a la justicia gratuita, por carecer manifiestamente de medios de fortuna, cómopobres de solemnidad”, hoy día en Venezuela, el cuerpo profesoral y los estudiantes de nuestras universidades han quedado reducidos a esa humillante condición, y somos todos:pobres de solemnidad”. Actualmente, quien haya trabajado y ascendido en el escalafón universitario al cargo más alto, recibe como pago mensual el equivalente de menos de 10 dólares, lo que lo clasifica flagrantemente en la tipificación dieciochesca de “la pobreza extrema”. En la actualidad, “a tal punto llega la humillación, que circulan por las redes llamados a donar ropa usada en buen estado como ayuda al profesorado universitario e innumerables solicitudes de apoyo financiero para la asistencia médica de colegas enfermos”.

 

“El Banco Mundial establece que si usted gana menos 1,9 dólares diarios, usted está en pobreza crítica o indigencia”. Esto lo recordó hace pocos meses el rector de la ULA Dr Mario Bonucci cuando le solicitaba al CNU “crear espacios” para discutir “la precaria situación de salarios que tienen nuestros universitarios”. William Anseume, presidente de la Asociación de Profesores de la Universidad Simón Bolívar expresaba que la deuda con el sector universitario “es enorme”, mientras la “pobreza extrema se profundiza cada día, cada hora, en cada hogar de los profesores sin que nadie intervenga al respecto”… “Los sueldos no se han actualizado. De modo que con la profundización de la hiperinflación y la dolarización económica del país, los profesores quedamos en la deriva más absoluta con nuestros sueldos y nuestras condiciones. Con menos de medio dólar diario resulta imposible subsistir para los universitarios y sus familias”.

El artículo 109 de la Constitución establece que el Estado debería consagrar la autonomía universitaria para dedicarse a la búsqueda del conocimiento y para planificar, organizar, elaborar y actualizar los programas de investigación, docencia y extensión, pero sucede que en abierta violación de la Ley de Universidades, la cáfila de malandrines que se sostiene en el poder aspiran, siguiendo instrucciones foráneas,  convertir en asiento populista del voto paritario a la comunidad académica propiamente dicha confiando con que unificarán los sectores administrativos y obreros en la toma de decisiones para influir en la elección de las autoridades universitarias.

Se pretende establecer una lista de lo que el régimen considera “carreras prioritarias”, aquellas alineadas con el “Plan de la Patria 2019-2025”, donde estarán excluidas diversas carreras científicas y todas las humanistas y de las ciencias sociales. La doctora San Blas señalaba como se pretendía lograr “un retroceso a la barbarie que nos dejaría a merced de ideas preconcebidas, prejuicios y verdades impuestas desde el poder a través de un mecanismo violatorio de la autonomía universitaria”.

Estos últimos años han estado caracterizados por la esforzada lucha de los profesores universitarios, mientras paralelamente, las amenazas, las sentencias, persecuciones, los bajos salarios, y el casi inexistente sistema de salud, mientras se trata de laborar en espacios universitarios no aptos para dar clases, nos sitúan sin dudarlo, como los años más oscuros de la universidad venezolana. El 2021 se vislumbra mucho más lúgubre, mientras el Gobierno de Facto permanezca en el poder y siga restringiendo a las casas de estudios la oportunidad de ejercer su pensamiento crítico, abierto e incluyente, para imponerle cumplir las instrucciones que les asignan desde afuera. La nación “de la invasión consentida”, continúa subyugada y vencida ante la inerme desesperación de sus habitantes.

Maracaibo, viernes 19 de febrero, del año 2021, en pandemia.

 

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