Itokawa SF36
El origen de la vida es uno de los grandes temas abiertos en biología evolutiva, si se puede hablar de “biología” y de “evolutiva” en un tiempo en que aún no se había formado la primera célula. El salto de la materia inorgánica u orgánica a un sistema vivo por más simple que fuere, resulta tan abismal que nunca han faltado científicos que prefieran considerar la hipótesis de que las primeras bacterias nos llegaron del espacio. Desde luego que esto resolvería el problema para el caso de la Tierra. Si bien podemos aceptar que la vida no llegó desde el espacio, sus componentes básicos empezando por el agua si llegaron a la tierra de afuera y lo hicieron en asteroides…
Existen evidencias de que hará cerca de unos 4.000 millones de años atrás, la mitad del agua de los océanos nos llegó de los asteroides en las etapas iniciales de nuestro planeta tierra, un poco antes de que surgiera la vida. Los asteroides, o planetoides, son residuos de la formación del sistema solar, rocas de menos de mil kilómetros de diámetro que en los orígenes del sistema solar desde hace 4.500 millones de años, no llegaron a reunirse entre sí para formar un planeta. La gran mayoría giran en torno al Sol entre las órbitas de Marte y Júpiter en el llamado cinturón de los asteroides. El asteroide Itokawa, del que destacaremos sus características, tiene solo 500 metros de largo, y también es excepcional porque orbita entre la Tierra y Marte. Por lo demás, es una roca muy común: un asteroide de tipo S, de los que nos llegan la mayoría de los meteoritos que caen a la Tierra.
Haciendo un poco de historia, en el siglo XIX Giuseppe Piazzi descubrió a Ceres en la constelación del Toro, y dijo, “es un planetoide”. Lalande pasó las observaciones de Piazzi a Johann Karl Burckhardt quien calculó una órbita elíptica con ellas de manera que a finales del mismo mes, la comunidad astronómica estaba convencida de que Ceres era un nuevo planeta... En marzo de 1802, Olbers halló otro objeto de características parecidas, pero con inclinación y excentricidad mayores al que denominó Palas, pues observó que se desplazaba respecto a las estrellas de fondo. No obstante, el término de “Asteroide” no empezó a generalizarse hasta principios del siglo XX y en el siglo siguiente los astrónomos ya conocen miles de asteroides, principalmente agrupados en el cinturón de asteroides entre Marte y Júpiter.
El primer investigador que se ocupó de ese espacio vacío que había entre las órbitas de Marte y Júpiter, fue el famoso Johannes Kepler quien formuló la hipótesis de que debía existir un planeta desconocido en ese espacio. Johann Daniel Titius, en 1766, sería el primero en aportar la explicación para la distancia entre las órbitas de Marte y Júpiter, explicación que se conocería como la ley de Titius-Bode. Esta relación numérica atrajo la atención de Johann Elert Bode, quien no dudó de su validez y la publicó en 1772.
A finales del siglo XX y principios del XXI, el número de asteroides conocido cuyo tamaño varía entre los 1000 km del más grande hasta rocas de apenas una decena de metros se disparó de tal modo que actualmente en 2012, hay más de seiscientas mil órbitas computadas. El asteroide más grande es Eunomia (de aproximadamente 330 km de ancho en su parte más larga), siendo los siguientes por tamaño Juno, Anfitrita, Herculina e Iris. El más brillante, es Iris, que puede a veces alcanzar un brillo mayor de 7, que es una magnitud mayor que la de cualquier otro asteroide excepto el inusualmente reflectivo Vesta. En esta revisión mencionaremos un asteroide con nombre Japonés, el Itokawa SF36.
Itokawa es un asteroide Apolo, descubierto en 1998 por el telescopio LINEAR, y tiene una composición tipo S, o sea que es rocoso. Aproximadamente el 17 % de los asteroides son de tipo S, que es el segundo tipo más común después del tipo C. Su imagen recogida por el radar del Observatorio Goldstone revela que posee una forma algo alargada y un período de rotación de 12,5 horas. El 12 de septiembre de 2005, la sonda Hayabusa llegó a las proximidades de Itokawa permaneciendo inicialmente a una distancia de 20 km del asteroide. Más tarde se aproximó a apenas a 7 km del mismo y el 20 de noviembre, la sonda se posó sobre el asteroide durante 30 minutos; ese era el destino de la sonda espacial japonesa Hayabusa que aterrizó en la superficie del asteroide en noviembre de 2005 y recogió muestras de su superficie.
Los asteroides de tipo S son moderadamente brillantes y están constituidos principalmente de silicatos de hierro y magnesio. Predominan en el interior del cinturón de asteroides hasta 2,2 UA, son comunes en la parte central del cinturón hasta aproximadamente 3 UA y son raros en la parte exterior. La unidad astronómica (UA o UA) es la unidad más pequeña, y aproximadamente corresponde a la distancia media entre la Tierra y el Sol. Definición de la asamblea general de la Unión Astronómica Internacional (UAI).
Las imágenes de Itokawa tomadas por Hayabusa, desde una distancia de veinte kilómetros, muestran la forma larga del asteroide y colinas claramente en su superficie. Gracias al nuevo telescopio de la ESO (NTT) se encontró la primera evidencia de que los asteroides pueden tener una muy variada estructura interna. Al hacer mediciones exquisitamente precisas astrónomos han encontrado que diferentes partes de Itokawa tienen diferentes densidades. Hayabusa cartografió la verrugosa superficie de Itokawa el 12-09-2005 y en junio 2006 determinaron la composición del asteroide. La sonda Hayabusa regresó a la Tierra el 13 de junio del 2010 tras varios años perdida en el espacio y aportó las evidencia de diferentes densidades dentro de Itokawa
Los científicos no solo han comprobado que Itokawa tiene agua abundante, sino también que esa agua tiene la misma composición de isótopos -variantes atómicas del hidrógeno y del oxígeno- que el agua de nuestro planeta. Si los asteroides de esa clase bombardearon la Tierra hace 3.900 millones de años, seguramente que traerían hasta la Tierra una enorme cantidad de agua que vendría a caer en un planeta sediento. Más allá del agua, hoy se acepta la idea de que algunos compuestos orgánicos esenciales para la vida llegaron también con aquella lluvia brutal de asteroides y cometas. Entre ellos destacan los aminoácidos, componentes básicos de todas las proteínas de nuestro cuerpo. Esta es la versión de la “panespermia débil” admitida por la ciencia planetaria actual porque el salto de ahí no es ya a la primera célula viva, sino a las primeras moléculas con una complejidad organizada (proteínas, ADN o ARN) y, no hay que olvidar que la aparición de la vida fue rápida en términos geológicos.
Maracaibo, jueves 18 de febrero, del año 2021
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