A C V ( 1 )
Todo había comenzado por un mareo y se le fue desvaneciendo el mundo hasta quedarle tan solo un pito agudo, larguiiísimo, permanente sonando dentro de su cabeza, un estridor que se convertía a ratos en barullo, o en aullido trepidante, sin cesar ni un instante y parecía ser, ese de momento rugido agudo lo que le impedía abrir los ojos. Él no lograba articular las palabras, pues no podía moverse ni un milímetro de su posición. Echado boca arriba, encamado, sin lograr ni siquiera moverse, ni quejarse. Tal vez podía rezongar, pero era tan agotador, tan cansón intentarlo siquiera, y además nada de nada ocurría, ¡todo era tan prolongado!, bun dum, bun dum, bun dum…
La oscuridad de aquel espacio virtual, era hasta un punto tal, que con el tiempo, estando inmerso en ese conciliábulo introspectivo, embebido en una especie de jalea oscura y espesa de sensaciones internas, intestinas, personalizadas, pero intangibles e interminables y sin escape aparente. En esas desagradables circunstancias, Evanán Jesús Ferrer comenzó a sospechar que no transitaba como en otras ocasiones el tórpido curso de un sueño, pero quizás todo aquello que le sucedía, estaba enredándolo en la telaraña de una desagradable pesadilla. No quería ni pensarlo, pero todo parecía ser muy real y a él le daba como un pálpito, de que las cosas si le estaban ocurriendo, a él mismo, y aquello le parecía que no era un sueño, era de verdad verdad.
Comenzó entonces Chucho Evanán a preocuparse in crescendo y con un dejo de miedo, empezó a atemorizarse en silencio y fue pasando del susto a la desesperación derivada de su incapacidad para escapar de la celda de su propio cuerpo donde lo tenían, ¿suspendido?, sin que él supiera quienes eran los responsables. ¿Detenido?, ¿Dónde? Sin entender cómo ni porqué, estaba preso. Lo tenían atrapado... Estaba considerando esa posibilidad seriamente, cuando se le ocurrió imaginarse que tal vez lo que estaba viviendo era lo mismo que estar muerto, ¿o quizás se estaba muriendo, lentamente?
Los cabos se iban atando en su mente con nudos y más nudos dentro de su confundida cabeza. Sentía sus pensamientos enredados, aunque a ratos comenzaban a tener una lógica más diáfana, cuando en el momento más inesperado, o el menos esperado, lo zarandearon de un lado a otro. Estaban llamándolo desde muy lejos. Se sintió entonces girando, en un vórtice centrífugo, mareado y cada vez más cansado, pensó. ¡Váyanse al carajo! Decidió hacerse el loco y así intentó dormirse durante una temporada indefinida, años quizás... Cuando le entreabrieron un poco los párpados, él andaba desde hacía tiempo dando tumbos en la densa penumbra y con una gran confusión porque creía despertar a ratos, pero ni abría los ojos, así que ya se estaba convenciendo de que él era simplemente, un muertovivo.
Como producto de aquella presunción, se ubicó a Evanán Jesús en otra dimensión. Se percató entonces de no estar en su casa, ni enfundado en sus pijamas, captó el hecho desagradablemente insólito de estar desnudo, y vislumbró al frente una enramada de cables, tubos de plástico y mangueras de goma. Comprendió que tan solo era capaz de poder ver ante él una sábana plegada, especie de cortina verde, de un verde perico. Entonces fue cuando creyó comenzar a entender las cosas. Al menos eso prefirió creer él mismo al vislumbrar una claridad, al poder percibir los destellos de objetos reales, los contornos más nítidos. A pesar del adormecimiento quiso sobreponerse, aunque seguía en un atontamiento desquiciante, un embobamiento brutal, un embrutecimiento plácido, adormecimiento, sueño… ¡Eso era! Una adormidera infernal, seguramente catalepsia, parálisis, apoplejía, hemiplejia, dislexia, discrasia, afasia, embolia... Así le llegaban los vocablos, cada vez más complejos, sonaban en sus oídos atontados, eran palabras como, accidentecerebrovascular, susurros, lesión tromboembólica en la región insular, los tonos llegaban en diferentes revoluciones, deformando las voces…
Estaban ellos, quienes le rodeaban, los que quizás decían todas aquellas cosas, entre cuchicheos y susurros en medio de la bruma densa. Seguramente allí estaban todos... Espectador no invitado a una función y la sala oscura, pensó que era como andar a tientas, dando tumbos en un pasillo interminable, como boca de lobo, ¿la casa del terror?... Evaristo el mayor era muy pequeño y también viviría aquella sensación de pánico en la oscuridad presentiría en las sombras que tropezaba con algo, con alguien, y la boca llena de cotufas, gallitos, palomitas de maíz y luego caer al suelo, y recordó a Evaristo gateando, y la sal regada en el piso, sal y arena, mala suerte, los gallitos dispersos en la oscuridad cuando a alguien se le ocurrió entreabrirle los párpados y alumbró con una linternita.
Él pensó en ese instante que era su oportunidad, tendría que aprovecharse de la falla de sus cancerberos, el momento era crítico y no obstante, él mismo logró su propósito, no necesitó hacer un gran esfuerzo, íngrimo y solo como se sentía fue capaz de verter por entre aquellas dos grietas que le estaban encandilando, unas lágrimas tibias, consiguió evacuarlas, expulsarlas de sí, eyacularlas casi, con un llanto silente inexpresivo que le permitió captar desde su nacimiento el ruido de su húmedo brote, líquida gemación, hasta percibirlas cálidas, en la rodada, gotas que rodaron dejando trazos como ríos, resbalando por sus mejillas, serpenteando entre los cañones de la barba y temblorosa, una de ellas, salobre, se detuvo atreviéndose a filtrarse en la comisura de sus labios.
Así estaba en aquella indefinible expectativa, y el momento absurdo de pensar en la voz de Enrico Carusso, ¡una furtiva lacrimá!, una lágrima triste pero la imagen se le confundía con un Mario Lanza que luego era el gran Houdini Curtis, encadenado, ¿cómo él? No, el tipo estaba metido en una camisa de fuerza. Como él. En ese instante percibió la presencia de su mujer. Tenía que ser Ángela, su esposa, la madre de sus hijos, estaría ¿apersonándose?, ante él, ¿estaba a su lado?… Sentía su respiración, anhelante, y pensó, me conformo con verte, sintió sus manos, la yema de sus dedos en su cara, le limpiaba sus ríos ya casi secos, aunque sea un instante, ella gimoteaba, un momento nada más… Su Angelita lloraba también y él percibió como ella le acariciaba la frente, masajeaba sus sienes, le apretaba su mano, se la estrujaba, ella lo sentía, ¿tal vez él era un fardo inerte?
En aquel impávido e impresionante silencio, él desvió sus globos oculares hacia la derecha y, ¡carajo!, al fin logró verla, la detectó entonces, la enfocó, ¡y la vio, sí!, ella mirándolo y él goteando su lluvia de amor tibio y salobre. Frente a él, lentamente fueron desfilando, Emidgio, Ennio y Evaristo y le dijeron varias cosas, diversas, disímiles, diferentes, con mucho amor, pausadamente, pero él hubiese querido ver a Hercilia y a Luisito, retener un rato más el calor de Angelita y cuando quiso preguntarle a Evaristo por la pequeñita, su nieta más, ¿más que?, notó que no decía nada y que estaba muy cansado, se le iban las ideas, ¿los hijos de Emidgio?, sin poder hacer preguntas, ¿nietos?, qué difícil era todo aquello, ¿los negocios?, el trabajo...
¡Ay carajo! ¿Cuándo volvería al Moján? ¿Qué será de la vida de los que están afuera? Su existencia parecía estar confinada, lo habían transformado en un recluso, ¡al fin lo habían metido en una cárcel! Se acordó entonces del negro Lucidio y vociferó internamente unos coños y ¡qué clase de vaina le estaba ocurriendo! Por vez primera comprendió lo que era eso, y lo peor del caso era tener la sensación, ese convencimiento de estar preso, no en San Juan, ni en el Rastrillo, ni en el Obispo, ni en el Dorado, no en el Retén, ni en Yare, ni en Tocuyito, ni en la Planta, no le tenían en la Pomona, ni en Sabaneta, no. ¡Coño, no! Estaba preso, dentro de sí mismo.
Maracaibo, jueves 4 de febrero, del año 2021.
Final de la primera parte. Continuará y finalizará mañana en ACV (2)
(ACV son siglas para accidente cerebrovascular).
NOTA: ACV 1 y 2 corresponde a fragmentos del Capítulo IV de mi novela “La Peste Loca” (Maracaibo 1989) Secretaria de Cultura de la Gobernación del Estado Zulia. Segunda Edición en 2011, por International Windmills Ed. California, EUA.
http://www.amazon.com/La-Peste-Loca-Spanish-Edition/dp/1257833790
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