lunes, 7 de diciembre de 2020

Maradona, un médico rural…

Maradona, un médico rural…

Esteban Laureano Maradona (1898-1995) fue un médico rural naturalista, escritor y filántropo argentino, que pasó 53 años en Formosa, una remota localidad de la selva al norte de su país ejerciendo desinteresadamente la medicina. El 27 de junio de 2001, conmemorando el natalicio del doctor Maradona, el Congreso de la Argentina sancionó la ley 25.448, instituyendo el 4 de julio como Día Nacional del Médico Rural. Esteban Laureano había nacido el jueves 4 de julio de 1895, en la ciudad santafesina de Esperanza; sería uno de los 14 hijos del matrimonio compuesto del maestro, periodista, productor rural y político Waldino Maradona con  la estanciera Petrona de la Encarnación Villalba.

De pequeña estatura, pero de colosal dimensión ética, la vida del doctor Maradona fue un ejemplo de lucha y altruismo. Esteban Laureano Maradona, por parte de su padre, descendía de, los Fernández Maradona, una familia gallega, que había llegado desde Chile en la época colonial. Estaba recién fundado San Juan, a orillas del río Coronda,  cuando finalmente se radicaron en Barrancas, donde Esteban pasó su infancia. Su padre era maestro en la estancia “Los Aromos” y allí el chico jugando aprendió, a cazar y pescar viviendo en el monte. Cursó sus estudios primarios y secundarios entre Santa Fe y Buenos Aires, hasta 1928 cuando se graduó con diploma de honor en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, donde fue discípulo del doctor Bernardo Houssay.


Luego Esteban se trasladó a Resistencia, en la región del Chaco, donde además de ejercer la medicina se dedicó al periodismo en el diario La Voz y a realizar exploraciones y estudios de botánica en la isla Cerrito Argentino. El 6 de septiembre de 1930, cuando la revolución encabezada por el general José Félix Uriburu derrocó al presidente constitucional Hipólito Yrigoyen, Esteban -quien no era yrigoyenista- asumió como ciudadano responsable el deber de defender la democracia y el gobierno constitucional y pronunciando fogosos discursos en las plazas públicas, sería perseguido más tarde por el régimen militar.

Maradona se vio obligado a partir hacia Paraguay, con una valija de ropa, un revólver 38 y su diploma de médico como equipaje. En aquella región comenzaba la Guerra del Chaco entre Bolivia y Paraguay. Desde 1932 hasta 1935 lucharían por el control de la región del Chaco Boreal. Esteban fue aceptado como camillero en el Hospital Naval, donde atendiendo en esa etapa a cientos de soldados de ambos bandos, en tres años llegó a ser director. Por entonces conoció a la que sería el único amor de su vida: Aurora Ebaly, una jovencita de 20 años descendiente de irlandeses y sobrina del presidente paraguayo. Ya comprometidos, el 31 de diciembre de 1934 Aurora murió víctima de la fiebre tifoidea. Esteban nunca más volvió a enamorarse y regresó a la Argentina con su duelo a cuestas.

El 9 de julio de 1935 Esteban Maradona acababa de cumplir 40 años, y viajaba en tren hacia Tucumán para visitar a su hermano, quien por entonces que era intendente de San Miguel, pero la vieja locomotora no pudo seguir más y tuvo que detenerse en Formosa, en la localidad de Estanislao del Campo. Harían un transbordo de pasajeros, pero muy cerca, en el monte, una parturienta se debatía entre la vida y la muerte, y a pedido de su esposo, un desesperado empleado ferroviario, el joven doctor logró salvar a la madre y a su bebita. Cuando regresó a la estación, el nuevo tren se había marchado y él, sorprendido se encontró con una multitud de enfermos pidiendo que los atendiera y ya no pudo irse... El próximo tren pasaría tres o cuatro días después, y en ese intervalo la gente del lugar y de los campos vecinos acudió a hacerse ver con el doctor. Todos le pidieron que se quedara, pues no había médico en muchas leguas a la redonda. “Había que tomar una decisión… y me quedé 53 años de mi vida donde me necesitaban”, contó Maradona. Se estableció en Estanislao del Campo, entonces el Paraje Guaycurri, un villorrio sin agua corriente, gas, luz o teléfono.

 

Los aborígenes de las cercanías, tobas y pilagás, se acercarían a Formosa, donde Esteban se había residenciado. Inicialmente llegaban de cuando en cuando, a los comercios y viviendas de los límites del poblado y parecían espectros, miserables, desnutridos y enfermos ofreciendo canjear plumas de avestruces, arcos, flechas y otras artesanías por alguna ropa o alimento. El corazón de Maradona se conmovió y latió con su dolor y su desamparo, y el médico, asumió como una obligación moral de hacer algo por ellos, y desde entonces, así, durante toda su vida esta sería su dedicada labor. “Doctor Dios”, “Doctor Cataplasma”, “Doctorcito Esteban” o “el médico de los pobres”, le dijeron durante toda su vida en la selva.

Su trabajo no se circunscribió sólo a la asistencia sanitaria. Convivió con ellos, se empapó de las múltiples necesidades que padecían y trató de ayudarlos a todos en todo cuanto pudo, por lo que los indios lo llamaban Plognak, que en pilagá significa el “Doctor Dios”. Durante más de medio siglo curó leprosos y chagásicos, atendió a baleados y engangrenados, fue partero a la luz de la luna y pediatra sin agua corriente. Creó una escuela, enseñó, y jamás aceptó que le pagaran por sus servicios.Con el oxígeno del aire y el agua que viene del cielo me basta. No tengo motivos de queja”, repetía Maradona. Mejoró para siempre la vida de miles de habitantes de las selvas de Formosa y Chaco, y alcanzó a ayudar a indios tobas, matacos, mocovíes y pilagás, a criollos y a inmigrantes. Erradicaría de ese olvidado rincón del país los flagelos de la lepra, el mal de Chagas, la tuberculosis, el cólera, el paludismo y hasta la sífilis, que él entendía como el mal aportado por la civilización, por lo que él hablaba de la “sifilización”.

Reuniendo a unos 400 naturales, fundó con éstos una colonia aborigen, a la que bautizó “Juan Bautista Alberdi” y que fue oficializada en 1948. En ella también fue maestro de escuela. Maradona era además un apasionado de las ciencias naturales. Inspirado por la riqueza natural del monte formoseño, escribió una veintena de libros, la mayoría inéditos, sobre etnografía, lingüística, mitología indígena, dendrología, zoología, botánica, leprología, historia, sociología y topografía. Varias veces le ofrecieron cargos públicos, pero nunca los aceptó. Aunque escapaba a los honores, en 1981 lo distinguieron con el premio al Médico Rural Iberoamericano, que iba acompañado de una importante suma de dinero. Rechazó a ésta de plano, y en el mismo acto de la entrega, logró que ese fondo se destinara a becas para estudiantes que aspiraban a ser médicos rurales. Cuando ya era anciano, el gobierno nacional quiso destinarle una pensión vitalicia, pero tampoco aceptó. Su norma inquebrantable de conducta rezaba “todo para los demás, nada para mí”.

Maradona fue tres veces propuesto para el premio Nobel de la Paz, obtuvo el Diploma de Honor Internacional de Medicina para la Paz de las Naciones Unidas y fue declarado Ciudadano Ilustre de Rosario –ciudad en la que vivió sus últimos años junto a su familia–, pero él aseguraba: “Yo nunca pensé en ser profesor ni científico, ni mucho menos ilustre, como andan diciendo por ahí. Los periodistas me hacen propaganda, pero yo soy un médico del monte, que es menos aún que un médico de barrio”.

El doctor Esteban Laureano Maradona falleció en Rosario, el sábado 14 de enero de 1995, seis meses antes de cumplir los 100 años. Cierta vez escribió: “Vuelvo con las manos vacías,/ todo lo he dado./ Luz de las estrellas para alumbrar/ el camino./ Mi corazón humilde se lo ofrecí/ al destino./ Regreso pobre de amor, de ensueños/ y de esperanzas./ Una carga de lágrimas sólo/ he traído, un dolor puro y santo/ como un niño dormido”.

NOTA: este artículo es tomado del publicado Rubén Alejandro Fraga y facilitado por mi amigo y colega Ricardo Gogorza.

Maracaibo, lunes 7 de  diciembre, 2020

 

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