El principio de la incertidumbre (2)
Un científico concienzudo y empeñado en garantizar la calidad predictiva de lo que hace querrá elaborar un modelo que permita anticipar qué ha sucedido con el gato de Schrödinger antes de verlo con sus propios ojos. Recurrirá entonces a una formulación del problema en clave de mecánica cuántica. Así, el gato vendrá descrito por una función de onda complicada que será resultado de la superposición de los dos estados posibles combinados al cincuenta por ciento: A) Gato vivo. B) Gato muerto. Aplicando el formalismo cuántico sucede algo que nos llena de perplejidad: el gato estaría vivo y muerto al mismo tiempo.
Lo que se hace entonces es recurrir a la única forma positiva de averiguar lo que ha pasado: se abre la caja. Pero al realizar esta comprobación —medir— se altera el sistema, pues se rompe la superposición de estados descritos en la función. En este momento es cuando, salvador, aparece el dichoso determinismo que impone el sentido común para indicarnos que, como el gato no podía estar vivo y muerto a la vez, ya debía estar vivo o muerto antes.
Sin embargo, la mecánica cuántica nos está informando de algo más perverso: mientras nadie abra la caja, el gato se encontrará en un estado indefinido, conformado por la superposición de los dos estados posibles: A o B. Esto significa sencillamente que es la forma de control que se aplica a un sistema lo que lo altera y determina, porque lo modifica. Hay múltiples interpretaciones de este modelo mental, y la más básica es que la interpretación cuántica muestra que no es tan "evidente" como indica el sentido común que se pueda alcanzar la certeza última sobre algo, pues existe un componente probabilístico ingobernable.
Se ha intentado vencer esta paradoja, a fin de avanzar hacia la idea de un modelo predictivo que permita saber qué va a ocurrir con el gato. El más reciente ha sido aportado por Zlatko Minev, miembro del equipo que dirige Michel Devoret en Yale: el "salto cuántico", es decir, el momento en el que se decide si el gato vive o muere, no es tan abrupto como se pensaba. Si bien no se observó experimentalmente hasta la década de 1980, la idea del salto cuántico se debe al físico danés Niels Bohr, siendo lo que ocurre cuando se mide la información cuántica de un átomo o molécula -llamada bit o cúbit-. Al realizar esta medición, el átomo "salta" de un estado de energía a otro y se sabe que a largo plazo estos saltos son impredecibles.
Lo que el equipo de Yale ha establecido es que, aunque no es posible elaborar predicciones exactas acerca de los cambios de un sistema, sí sería admisible disponer de un dispositivo de monitorización que proporcionara una señal anticipada de que un salto cuántico va a ocurrir. Ello otorgaría coherencia física a cualquier sistema que se estudiara y, en condiciones ideales, podría anticipar la muerte del gato e incluso revertirla antes de que se produjera (lo cual, dicho sea de paso, ya resulta bastante paradójico por sí mismo). En realidad, este hallazgo no invalida la utilidad de la paradoja de Schrödinger, pues no rompe con el dogma cuántico de que el futuro es aleatorio, ni altera el fundamento del principio de indeterminación. Solo señala que es posible contar con un medio que advierta de que un cambio va a producirse en el sistema que se estudia.
Algo similar a lo sucedido con los peces en fechas previas a la erupción del volcán de la isla de La Palma: los pescadores informaron de que las capturas se habían reducido dramáticamente antes de la erupción porque los peces, simplemente, habían desaparecido de los caladeros habituales. No es que los animales supieran que se iba a producir una erupción volcánica. Simplemente anticiparon un peligro al percibir señales tempranas, como temblores de baja intensidad o cambios sutiles en la temperatura y composición del agua, que escapan a la percepción humana.
Todo esto, y aquí viene la filosofía, abre nuevas vías interpretativas en lo que al problema mente-cuerpo respecta, que invalidan la presunción de que el dualismo sea necesariamente un planteamiento falso, anómalo o prescindible. De hecho, frente a lo que postulan los partidarios del reduccionismo, ni es absurdo ser dualista ni, de hecho, se puede afirmar que serlo carezca de sentido científico. El propio Schrödinger avanzó algunas ideas en 1944. Atraído por la enorme complejidad observable en la materia viva, propuso que, con relación al comportamiento de esta materia viva, era necesario buscar alguna respuesta diferente, pues se debía aceptar que, quizá, funcionara de manera irreductible a las leyes ordinarias de la física.
Ello no implica que se deban descubrir leyes físicas nuevas para explicar el funcionamiento de lo vivo, sino que los diferentes niveles sistémicos superpuestos de que se constituye cualquier actividad orgánica modifican, alteran y alternan los procesos deterministas y probabilísticos que funcionan regularmente en la materia inerte. ¿Cómo explicar la conciencia entonces? Se puede comenzar aceptando la existencia de un alma inmaterial como respuesta simbólico-racional al hecho de la pluralidad de manifestaciones de lo consciente. Solución de éxito histórico, pero de graves dificultades teóricas. Y si no, que se lo pregunten a René Descartes.
Otra alternativa sería entender que la conciencia se encuentra en íntima conexión con el estado físico de una región limitada de materia, el cuerpo, del cual depende, y que, al existir una gran pluralidad de cuerpos, habría una pluralidad de conciencias o mentes, tantas como personas. Pero esto nos adentraría en el problema del subjetivismo y el relativismo Es decir, ¿cómo sería posible que las personas pudiéramos estar de acuerdo en algo con los demás, si vivimos atrapados en nuestra propia conciencia? A menos, claro está, que se planteara una propuesta alternativa de compromiso, como el llamado emergentismo sistémico (que mejor vamos a dejar para otro día).
Schrödinger optó, tercera opción, por una postura monista-materialista a la hora de abordar el caso, entendiendo que lo mental era un mero epifenómeno. Pero ese tipo de explicación tampoco es enteramente funcional, en la medida que exige de un determinismo psicofísico que su propia paradoja cuestiona, pues impide que se pueda explicar la anomalía inherente a las leyes psicofísicas. Resulta que su gato no solo estaba vivo y muerto a la vez, sino que también era filósofo.
NOTA: Una buena parte de este trabajo sobre el principio de la incertidumbre (1 y 2 ) y sobre el gato de Schrödinger la he tomado de un trabajo de Francisco Pérez Fernández, profesor de Psicología Criminal, Psicología de la Delincuencia, Antropología y Sociología Criminal / Investigador., Universidad Camilo José Cela una universidad privada, con sede en Villanueva de la Cañada, Comunidad de Madrid. Fue fundada en el año 2000.
Maracaibo, martes 11 de enero del año 2022
No hay comentarios:
Publicar un comentario