José Leonardo Chirino
El 10 de mayo de 1795 José Leonardo Chirino acaudilló con los negros de Coro un movimiento que ha sido considerado como génesis de la Independencia americana. La insurrección se originó a raíz de un baile en Macanillas en el Valle de Curimagua, de donde era nativo Chirino. La insurrección se expresó como una gesta independentista, y fue liderada por José Leonardo Chirino, quien empujó la libertad de los esclavos negros, zambos y las clases humildes, con el movimiento iniciado en Coro, en el estado Falcón en el año 1795.
El movimiento insurreccional de José Leonardo Chirino se inició en Curimagua, pueblo de la serranía de Coro y constituye uno de los más tempranos intentos independentistas registrados en nuestros anales históricos. Distintas causas dieron origen a este movimiento, sociales unas, económicas y políticas las otras. La variable condición en que se encontraban los negros, que eran unos libres y otros esclavos; la de los indios, que eran respecto a los tributos, unos exentos -los caquetíos- y otros demorados -los jiraharas y los ajaguas-, representaba todo un motivo de importancia.
Todos los negros aspiraban a ser libres y todos los indios a ser exentos. En el trato de los unos con los otros, tanto los negros esclavos como los indios demorados, se daban cuenta de lo injusto de su situación. Así estaban las cosas cuando circuló la conseja de que el Rey de España había acordado la libertad de los esclavos; se decía que la cédula que esto ordenaba habría llegado a Venezuela, pero las autoridades coloniales y especialmente el Cabildo de Caracas se oponían a darle cumplimiento, por ser atentatoria a los derechos de los propietarios. Para 1790 esta era una verdad aceptada por los negros de la serranía, pues un hechicero llamado Cocofio se había encargado de propagarla por todas las haciendas.
Tratábase en verdad del el llamado Código Negro promulgado por cédula real en 1789, el que, si bien no tenía el alcance que le daban los esclavos, en absoluto se refería a la concesión de libertad, aunque sí establecía un régimen de mejor consideración para ellos. Para el tiempo en que se propagaban estos rumores llegó a Coro como recaudador de los derechos reales Juan Manuel Iturbe, quien puso todo su empeño en cobrar formalmente las contribuciones, y Luis Bárcenas, administrador del puesto de alcabala de Caujarao recibió órdenes de cobrar anticipadamente y en efectivo, el derecho de alcabala a todos los que bajaran de la sierra. A las mujeres les embargaban, en garantía del impuesto, sus rosarios, zarcillos y hasta los pañuelos con que se cubrían la cabeza. Estos hechos perjudicaban principalmente a los esclavos y labradores libres de la sierra, quienes no disimulaban su descontento.
Desde el inicio de la Revolución Francesa llegaban a Coro noticias de ella a través de Curazao y de los corsarios que durante la guerra franco-española aparecían frecuentemente en las cercanías de La Vela, los terratenientes corianos comentaban los sucesos, entre ellos José Tellería, el que tenía como huésped en su hacienda de Curimagua al mexicano José Nicolás Martínez, con quien en sus tertulias hablaba de los acontecimientos de Francia, del derrumbamiento del antiguo orden social, de la proclamación de la República y la igualdad para todos, de la ejecución del rey Luis XVI y de la guerra entre Francia y España.
Estas conversaciones, que comentaban los criados y esclavos, las escuchaba también José Leonardo Chirino, un zambo que estaba al servicio de Tellería, que había acompañado a este en sus viajes de negocios a Haití. Ahora el zambo había sabido que los negros de esta isla se habían sublevado bajo las órdenes de Toussaint L'Ouverture para hacer valer sus derechos (https://bit.ly/3eCnEP5) y abolir la esclavitud. A hacer algo semejante, invitaba la agitación en que para aquellos momentos se encontraban los esclavos de la sierra. Por eso, a fines de marzo de 1795, José Leonardo empezó a tramar la conspiración, de acuerdo con los negros Cristóbal Acosta y Juan Bernardo Chiquito.
El 10 de mayo promovieron un baile en la hacienda Macanilla y por la noche pasaron a la hacienda El Socorro, donde dieron el grito de rebelión. Allí José Leonardo proclamó la «ley de los franceses», la libertad de los esclavos y la supresión de los impuestos. Todos eran libres, iguales a los blancos, dueños de su voluntad; asaltaron la casa de la hacienda, mataron al mexicano Martínez e hirieron al joven Ildefonso Tellería; pasaron a la hacienda Varón, donde mataron a José María Manzanos e hirieron a Nicolasa Acosta; las casas de La Magdalena y Sabana Redonda fueron incendiadas; al día siguiente nombraron comisiones para que fueran a levantar a los negros de Canire y El Naranjal; a Curimagua, donde dieron muerte a José Tellería y Pedro Francisco Rosillo; a San Luis, población que saquearon y en la que apresaron al alcalde.
Esa tarde, reunidos otra vez en Macanilla, acordaron la marcha hacia Coro; al frente iría Cristóbal Acosta, mientras José Leonardo avanzaría por vía diferente para solicitar el concurso de otros grupos. A media noche llegaron los negros a la aldea de Caujarao y ultimaron a los guardias del puesto de alcabala. En la ciudad ya sabían la proximidad de los insurrectos; enteradas las autoridades de que las armas que traían, no eran otras que palos y machetes, se organizaron en milicias y salieron a su encuentro. En el llano, al sur de Coro, tomaron posiciones; llevaban, además de otras armas de fuego, dos cañones pedreros.
Cuando los negros acometieron desordenadamente, sus columnas fueron destrozadas. En la corta refriega murieron 25 negros y quedaron 24 heridos. El teniente justicia de Coro, Mariano Ramírez Valderraín mandó decapitar a los heridos y a los prisioneros. José Leonardo, quien no llegó a tiempo para participar en el combate, al saber la derrota se internó en la serranía. Tres meses después, apresado en Baragua, fue trasladado de Coro a Caracas. La Real Audiencia, el 10 de diciembre de 1796, lo condenó a muerte en la horca y dispuso que su cabeza, en jaula de hierro y montada en un poste de 20 pies de altura, se colocara en el camino que va hacia los valles de Aragua y sus manos, remitidas a Coro, se fijaran, una en la entrada de Caujarao y la otra en Curimagua, en el sitio donde dieron muerte a José Tellería.
NOTA: Este texto presentado en lapesteloca se puede leer en internet escrito pot Manuel Vicente Magallanes.En anexo colocaré alguna bibliografía pertinente.
1-Aizpurua A., Ramón. La insurrección de los negros de la serranía de Coro, 1795: revisión crítica. Caracas: Universidad Central de Venezuela, 1980;
2-Arcaya, Pedro Manuel. Insurrección de los negros de la serranía de Coro en 1795. Caracas: Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 1949; Brito Figueroa, Federico. Las insurrecciones de los esclavos negros en la sociedad colonial venezolana. Caracas: Editorial Cantaclaro, 1961;
3-Castillo Lara, Lucas Guillermo. Apuntes para la historia colonial de Barlovento. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1981;
4-Gil Rivas, Pedro, Luis Osvaldo Dovale Bravo, Luzmila Bello. Insurrección de los negros esclavos, libres e indios en la serranía coreana, 10 de mayo de 1795. Mérida: s.n., 1991;
5-Rodríguez, Luis Cipriano y otros. José Leonardo Chirino y la insurrección de la serranía de Coro de 1795: Insurrección de libertad o rebelión de independencia. Memoria del Simposio realizado en Mérida los días 16y 17 de noviembre de 1995. Mérida: Universidad de Los Andes; Universidad Central de Venezuela; Universidad del Zulia; y Universidad Nacional Experimental Francisco de Miranda, 1996.
Maracaibo, miércoles 12 de enero del año 2022
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