jueves, 20 de enero de 2022

Psicofármacos y antipsiquiatría

Psicofármacos y antipsiquiatría

En 1936, el neurólogo portugués Egas Moniz presentó una operación quirúrgica que destruía las conexiones entre la región prefrontal y otras partes del cerebro. Esta cirugía, fue conocida como lobotomía (https://bit.ly/3HQLTGB). Se popularizó como el  tratamiento para la esquizofrenia y en 1949 le valió a Moniz el Nobel de Medicina.

El caso de la lobotomía resultaría ser una muestra de lo controvertidas que pueden resultar las herramientas terapéuticas en una disciplina tan compleja como la psiquiatría, y así vimos que el mal uso de las lobotomías condujo hasta promover una moción para quitarle el premio Nobel a Moniz. En ese orden de ideas los fármacos que sirvieron para superar aquella cirugía, a los que muchos psiquiatras atribuyeron la dignificación de la vida de pacientes con trastornos psicológicos graves, tampoco han sido ajenos a las críticas.

Los psicofármacos son sin duda alguna una herramienta fundamental para el abordaje del tratamiento de los trastornos psiquiátricos. El desarrollo de los antipsicóticos, antidepresivos y ansiolíticos permitió tratar los trastornos psiquiátricos a tal punto, que el concepto de asilo psiquiátrico se modificó por el de hospital o unidades de atención psiquiátrica. Por otra parte, el incremento del consumo de psicofármacos, ha llevado a la industria farmacéutica a desarrollar novedades terapéuticas y la psiquiatría actual parece haber desterrado a la psicopatología como una manera de entender o interpretar los síntomas.

En 1954, cuando la clorpromazina fue descubierta se consideraba una mala droga, y la comparaban con una lobotomía química. Un año después, de repente, era buena. Los antidepresivos, se pusieron de moda en los setenta, y siguieron comercializándose a lo largo de la década de los ochenta, de manera tal que los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS), serían recetados con tanta frecuencia que hoy en día los pacientes los ingieren como si fuesen caramelos y buena parte de la población son sus usuarios… Otra razón por lo que los centros psiquiátricos se van quedando vacíos.

Entre tantos medicamentos los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) bloquean la reabsorción (recaptación) de la serotonina en las neuronas y provocan un aumento de los niveles de serotonina en el cerebro. Están aprobados por la FDA para tratar la depresión y los trastornos de ansiedad. Ellos son muy conocidos: Citalopram (Celexa), Escitalopram (Lexapro), Fluoxetina (Prozac), Paroxetina (Paxil, Pexeva), y Sertralina (Zoloft). Pero como toda medicina pueden tener efectos secundarios que pueden incluir las náuseas, vómitos o diarrea, dolor de cabeza. sequedad de boca, insomnio, nerviosismo, agitación o desasosiego, mareos, problemas sexuales, disminución en el apetito, etc.

La mayoría de los antidepresivos son generalmente seguros, pero la FDA requiere que todos lleven advertencias de caja negra, con estrictas instrucciones para las recetas. Cualquier persona que tome un antidepresivo debe ser vigilada de cerca por si empeora la depresión o muestra una conducta inusual. Algunos antidepresivos pueden interferir en la eficacia de otros medicamentos o causar reacciones cuando se combinan con otros medicamentos o suplementos herbales. Por ejemplo, los ISRS pueden aumentar el riesgo de sangrado, con medicamentos antiinflamatorios no esteroides (AINE), aspirina, warfarina y otros anticoagulantes.

Los ISRS no son adictivos, sin embargo, suspender el tratamiento abruptamente o dejar de tomar varias dosis puede causar síntomas como los de la abstinencia (síndrome de interrupción). Por otra parte las personas pueden reaccionar de manera diferente al mismo antidepresivo y en algunos casos, los resultados de los análisis de sangre especiales, pueden dar ideas sobre cómo puede responder el cuerpo a un antidepresivo en particular.

 

Muchas de las que llamamos enfermedades psiquiátricas se tratan mejor a través de la psicoterapia. Estas enfermedades muchas veces tienen que ver con fuertes emociones que la gente no puede manejar y que les hace vivir asustados, o ansiosos. Cuando la gente no se percibe bien y empieza a tomar drogas, muchos sienten que les ayudan, pero no saben es lo que habría pasado si no hubiesen tomado ningún fármaco. Cuando toman un antidepresivo, muchos también mejoran en cuestión de semanas. Pero por otro lado, los pacientes se ponen nerviosos cuando dejan la medicación. Se preguntan qué pasará, si volverán a estar deprimidos…

Peter Gøtzsche (1949), profesor de la Universidad de Copenhague, lleva años abogando por la reducción drástica del uso de fármacos contra las dolencias psiquiátricas. En su libro Psicofármacos que matan y denegación organizada el investigador danés analizó las carencias de la ciencia que justifica el uso de estos medicamentos. Su opinión es que aparte de la quimioterapia para el cáncer, los antipsicóticos son algunos de los medicamentos más tóxicos que existen. Producen daño cerebral permanente, algunas veces incluso después de un tiempo de uso relativamente breve, y hacen más difícil que la gente vuelva a vivir una vida plena. El doctor Gøtzsche ha llegado a la conclusión de que, “muy probablemente, nos iría mucho mejor si no utilizásemos antipsicóticos en absoluto”.

De todas las especialidades de la Medicina, la psiquiatría es la única que ha provocado un movimiento crítico estable, que tiene ya casi dos siglos de historia, de manera que la antipsiquiatría ha llegado a adquirir el carácter de un movimiento contracultural. La antipsiquiatría es un concepto que fue acuñado por un psiquiatra sudafricano, David Cooper (1931-1986) quien apoyado por R.D. Laing, Thomas Szasz y Michel Foucault ofrecieron enfoques que iban desde la crítica hasta el total rechazo de la teoría y las prácticas psiquiátricas convencionales.

Ronald David Laing, fue un psiquiatra escocés que dedicó buena parte de su vida a cuestionar los límites de la psiquiatría y de la locura.  El objetivo de Laing consistía en luchar por que la psiquiatría adoptase un enfoque mucho más humanista en el que se considerasen también los aspectos culturales y psicosociales del trastorno mental. Sin embargo, a la hora de proponer alternativas, tan solo pudo indicar las direcciones en las que se podía avanzar. Laing señaló que, aunque la enfermedad mental siempre ha generado estigmatización, el modo en el que la psiquiatría trata a los pacientes también puede alimentar y perpetuar esa despersonalización y menosprecio.

ParaLaing, la esquizofrenia, esta grave enfermedad mental de todos conocida, no es tanto un problema interno de la persona como una reacción ante hechos que el paciente no puede aceptar, y que resultan demasiado perturbadores. De ese modo, para conocer bien el trastorno hay que conocer el filtro cultural a través del cual la persona experimenta su vida. El trastorno mental sería una expresión de angustia, ligada a las vivencias propias y no el producto de fallos que pueden ser explicados examinando el cerebro. Según Laing, la psicosis de tipo esquizofrénico resulta por los intentos de la persona con trastornos, para expresarse y por consiguiente no debe ser algo que merezca la exclusión de esa persona del resto de la sociedad.

La psiquiatría convencional sostiene que enfermedades mentales como desorden bipolar, depresión o esquizofrenia son el resultado de anormalidades biológicas, desbalances químicos, que se combinan con factores psicológicos y sociales. Para el profesor Carmine Pariante, del Real Colegio de Psiquiatras de Reino Unido, “la mejor manera de abordar los problemas de salud mental de este complejo modelo bio, psico y social; es mirar a todos esos componentes juntos", este es también el enfoque más comúnmente aceptado, pero el movimiento "antipsiquiatría" cuestiona si las enfermedades mentales son en realidad enfermedades.

La doctora Bonnie Burstow profesora en la Universidad de Toronto, Canadá, describe a la antipsiquiatría como "un movimiento tanto de sobrevivientes de la psiquiatría como de profesionales que sostienen que la psiquiatría debe ser abolida". A Burstow le preocupa lo que llama "el aterrador poder" de la psiquiatría. "La psiquiatría asume que ciertas cosas son biológicas cuando no lo son" "Cuando decimos 'salud mental' estamos diciendo que los problemas que la gente tiene son resultado de una enfermedad. Y no lo son", insiste la doctora Burstow.  Por ejemplo, hay evidencia de que los problemas mentales a menudo son asuntos de familia, con estudios que sugieren que el desorden bipolar está "entre los más hereditarios de los trastornos médicos".

El movimiento antipsiquiatría también cree que los psiquiatras habitualmente sobremedican a sus pacientes. Existe un reporte que predijo que el mercado global de medicamentos contra la depresión, que en 2014 ya se valoraba en US$14.500 millones, y que generaría ganancias por el orden de los US$16.800 millones antes del fin de 2020. Ahora ya vivimos en pandemia y psicológicamente así como virológicamente venimos cada vez más siendo asediados por el mal…

Maracaibo, jueves 20 de enero del año 2022

 

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