Paul Benjamin Auster (1947) es un escritor, y director de cine estadounidense, quien nació y creció en una familia de clase media, judía de ascendencia polaca. Sus textos han sido traducidos a más de cuarenta lenguas. Fue nombrado Caballero de la Orden de las Artes y las Letras de Francia en (1992) y Premio Príncipe de Asturias de las Letras (2006). Auster se inició en la literatura a los 12 años en la biblioteca de un tío suyo, que era traductor. Entre 1965 y 1967 estudió literatura francesa, italiana e inglesa en la Universidad de Columbia en Nueva York. Tradujo autores franceses y como parte de su trabajo viajó a París. Escribió guiones para películas mudas que nunca se rodaron, pero que serían plasmadas posteriormente en El libro de las ilusiones.
Durante los diez años siguientes volvió a Francia entre 1971 y1974, y en 1976 escribió su primera novela: Jugada de presión, una novela negra. Tras divorciarse de la escritora Lydia Davis, murió su padre y él escribió La invención de la soledad. Conoció a la novelista Siri Hustvedt, con quien se casó en 1981 y tuvo a su primera hija. En 1986 publicó Ciudad de cristal y 1994 publicó Mr. Vértigo. En 1993 sus novelas El palacio de la luna y Leviatán, merecieron el Premio Médicis. En 1995 escribió y codirigió con Wayne Wang las películas Cigarros y Humos del vecino. Escribió y dirigió Heridas de amor (1998). En 1999 regresó a la novela con Tombuctú. El libro de las ilusiones (2002), La noche del oráculo (2004) y Brooklyn Follies en 2005. En 2006 recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Letras y publicó Viajes por el Scriptorium. Su segunda película como director fue La vida interior de Martin Frost. En 2008 publicó Un hombre en la oscuridad. En 2009 Invisible y en 2010, Sunset Park. Publicó “4,3,2,1” en 2017.
Como en un juego de muñecas rusas, Paul Auster escribió “La noche del oráculo”, una novela dentro de una novela que está dentro de otra novela. En medio de todas esas tramas mágicamente creadas, por Auster él pensará y disertarán sus personajes, escritores como él, sobre el hecho de escribir, y sobre los secretos y misterios que encierran las historias que nos cuenta y que parecieran mezclar las incidencias de sus curiosos personajes, escritores como él, con las suyas propias…
Auster escribió esta novela el año 2003, fue publicada en español por ANAGRAMA en el 2004. En ella se narra la historia de Sydney Orr, lo que sucede que cuando Sydney nos habla de su vida, y pareciera que es el mismo Auster, quien está hablando de la suya. Sindey ha estado muy enfermo, cercano a la muerte y precisamente en su convalecencia encontrará la librería del señor Chang, comprará el cuaderno azul, y con este en sus manos decidirá volver nuevamente a escribir. Los encuentros con Chang y la fijación que le crea el cuaderno azul con la compulsión a escribir, su encuentro con una prostituta y otras situaciones asociadas al señor Chang parecieran ser solo un producto de la imaginación en medio de la historia que escribe Sydney, donde se cruzan las llamadas en pie de página con detalles sobre la vida de Grace, la esposa de Sidney…
Entonces surge la historia de John Trause, amigo de Sydney, quien tiene la edad de Auster, es escritor como él, vive en su barrio, y sus nombres tiene las mismas aunque letras ordenadas de manera diferente. Trause le entregará el manuscrito de una novela suya pero antes de leerla, a Sídney se le perderá en el metro. John Trause le había sugerido a Sidney la idea de escribir sobre un personaje de Hammet que aparece en “El Halcón Maltés” llamado Flitcraft quien un buen día decidió irse de su casa y ser otra persona. Esa es la historia que Trause había escrito, la de Richard Bowen un primo de su mujer, obsesionado con imágenes de un estereoscopio que lo llevarán al pasado, la muerte tras el recuerdo la pérdida de sus seres queridos. Bowen como Sidney ha estado cerca de la muerte, y Auster finalmente decidirá con su segundo personaje, Nick Bowen inventado supuestamente por Trause, dejarlo encerrado en refugio antiaéreo y no volverá a mencionarlo más...
Sydney Orr creará en la novela que escribe, sus propios personajes, generalmente precisados a través de notas a pie de página, Rosa Leightman pudiese parecerse a Grace, de manera que será a través de la literatura cómo Sidney relatará aquello que sospecha sucedió entre Grace y John. Lo hará en una escritura de suposiciones que habrá de servirle de catarsis. De manera que mientras Bowen escapó hacia Kansas City y se llevó un manuscrito que leía compulsivamente para olvidar su pasado, Sydney escribía para no querer conocer el verdadero pasado de su esposa Grace.
La literatura será utilizada por todos como un medio de escapar de la realidad. Pero también “La noche del oráculo” nos hablará de la literatura como premonitora de acciones futuras. Un hecho que quien escribe ha percibido con cierto dramatismo. ¿Puede acaso la literatura incidir en situaciones que se trasporten al futuro? Sydney recordará haber conversado con John sobre un poeta quien escribiera sobre un niño ahogado, a quien unos meses después se le ahogó su hija. Para Sydney, era absurda la relación entre lo escrito y la realidad, y lo explicaba de esta manera: “Los pensamientos son reales. Las palabras son reales. Todo lo humano es real, y a veces conocemos las cosas antes de que ocurran, aunque nunca estemos conscientes de ellas. Vivimos en el presente, pero el futuro está siempre en nosotros”.
Auster ha sido descrito como el escritor del azar y de la contingencia. Debido a que no cree en la causalidad, Auster persigue en lo cotidiano bifurcaciones surgidas por errores o acontecimientos aparentemente anodinos y ha sido criticado por el abuso del azar en su obra, algo de lo que se defendió en las entrevistas contenidas en el libro Dossier Paul Auster.
En mi novela “Para subir al cielo…” premiada en la bienal de Literatura Elías David Curiel, el año 1997, utilicé una poesía de José Asunción Silva sobre la muerte para acercarme al dolor de uno de mis personajes, una mujer, Ligia quien padecía de cáncer y habría de fallecer en Cumarebo a orillas del mar. Unas secuencias bastante tristes, y las inventé sin saber que poco tiempo después, a partir de ese mismo año 1997 habría de vivir situaciones igualmente dolorosas relacionadas con el cáncer. Hasta hubo épocas, ya después del año 2001, cuando releyendo la novela creí hallar ciertas conexiones que son absolutamente irreales, pero que no dejaron de preocuparme… Años más tarde, leería “La noche del oráculo” y Auster llegó para inquietarme con sus planteamientos sobre el azar, el destino y las coincidencias de lo que la literatura es capaz de expresar.
Maracaibo, martes 15 de septiembre, 2020.
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