jueves, 10 de septiembre de 2020

Ajmátova, poeta rusa.

 

Ajmátova, poeta rusa.

 

El 5 de mayo del año 2017, a través de la lectura de la vida de Isaiah Berlin relatada por Michael Ignatieff, (Taurus Ed, 1999) hablaría en este blog sobre la destacada poeta rusa Anna Andréievna Gorenko (https://bit.ly/32OnP4r) una de las figuras más representativas de la poesía acmeísta en la Edad de Plata de la literatura rusa. Ana estudió latín, historia y literatura en Kiev y en San Petersburgo, donde se casó con Nikolái Gumiliov en 1910, promotor del acmeísmo, corriente

poética del renacimiento intelectual de Rusia a principios del siglo XX. Los acmeístas rompían con el simbolismo, de carácter metafórico, y restablecían el valor semántico de las palabras.

 

Ana Ajmátova, fue testigo de la quiebra del intimidante imperio zarista y del advenimiento del gobierno de los soviets, nacido para fundar un mundo de esperanzas, y prontamente convertido en una asfixiante maquinaria para el amordazamiento de la sociedad. Ana fue una poeta quien padeció el acoso despiadado del régimen comunista y quien en medio de las penurias, de la amenaza que se cernía, ominosa, sobre ella y que amagaba con arrancarle la vida y destruir la de sus seres queridos y amigos, Ana al igual que una pléyade de escritores y artistas de la entonces Unión Soviética, se negaron a plegarse al régimen y a prostituirse.

 

Escritores como Ana Ajmátova, Boris Pasternak, Vassili Grossman y tantos otros autores talentosos escogieron la dignidad a costa de privaciones, maltratos, celdas o el balazo artero. Todos ellos fulguran mostrándonos que la dignidad siempre es posible, aun en la peor de las circunstancias.

 

Hostigada, perseguida, deportada, Ana Ajmátova vivió el turbio mundo de la sangrienta dictadura de Lenin y de Stalin. El poeta Nikolái Gumiliov, su primer esposo y padre de su único hijo, fue fusilado por los bolcheviques. Su último esposo, el historiador del arte Nikolái Punin, murió de agotamiento en un campo de concentración. Su hijo, Lev Gumiliov, fue apresado y ella tuvo que, colocarse en el frente de la prisión de Leningrado cada día, para saber de él. La dictadura la llevó a quemar sus cuadernos de poesía para impedir que su hijo fuera fusilado por los verdugos de Stalin. Su poesía fue proscrita.

 

Cuando los poemas de Anna se prohibieron, fue acusada de traición y deportada. En 1944 pudo regresar con su hijo, a Leningrado, ciudad devastada tras el asedio nazi. “Ya la locura ha cubierto, con sus alas, la mitad de mi alma, le da de beber vino de fuego, y la atrae hacia el negro valle. He comprendido que a ella he de ceder la victoria, dando oídos a mi delirio como si fuera el ajeno. Y no me permitirá llevar nada conmigo (por mucho que le suplique y le importune con mi ruego): ni los terribles ojos de mi hijo, petrificados por el sufrimiento, ni el día en que llegó la tormenta, ni el adiós al concluir la hora de visita. Ni la amada frescura de sus manos, ni las sombras agitadas de los tilos, ni el tenue y remoto sonido… de la última palabra de consuelo”.

 

En 1945 Isaiah Berlin para ese entonces un joven intelectual británico, quiso visitarla antes de regresar a Londres y durante ese encuentro que se prolongó durante veinte horas, Anna le leyó sus poemas y se sinceró con él; detalles de este encuentro están en el libro de Michael Ignatieff. Aquella entrevista tuvo trágicas consecuencias ya que el hijo de Ana volvió a ser encarcelado durante diez años. Esta vez la escritora se negó a silenciar su voz y siguió adelante con su poemario más importante, Réquiem, que explica como en aquella Unión Soviética los únicos que estaban en paz eran los difuntos, pues los vivos, pasaban su vida yendo de un campo de concentración a otro.

 

“Doy mi venia a este honor, pero sólo con una condición -que no lo planten junto a la costa donde nací: rotos están mis últimos lazos con el mar, ni en el jardín del Zar, cerca del árbol truncado, donde una sombra inconsolable me busca, sino aquí, donde pasé trescientas horas y no me abrieron los cerrojos. Porque en la bienaventurada muerte temo olvidar el mugido de las negras furgonetas, la odiosa puerta cerrada con estrépito, y el alarido de la anciana como una bestia herida. Y ojalá que de mis inertes párpados de bronce fluyan las lágrimas, como nieve derretida. Y que la paloma de la prisión arrulle a lo lejos y en silencio naveguen los barcos por el Neva”. (Marzo – 1940 - Casa Fontanka).

 

Ana viajaría a Taormina (Italia), donde recibió el Premio Internacional de Poesía. Modigliani la pintó varias veces. En 1965 recibiría un Doctorado Honoris Causa de la Universidad de Oxford. Viajará a Gran Bretaña con escala en París y publicaría en Moscú El correr del tiempo (1909-1965), entregaría un balance incompleto (y censurado) de su obra. En 1966 Anna morirá de un infarto en un sanatorio de las afueras de Moscú y sería enterrada en Komarovo. Su obra, traducida a un sinnúmero de lenguas, sólo aparecerá íntegra en Rusia en 1990. A su regreso a Leningrado, en 1944,  produjo su obra más importante, "Requiem",  publicada apenas en 1963. En 1965 fue nombrada Doctor Honoris Causa por la Universidad de Oxford. "El correr del tiempo", su última obra, es un balance de su trayectoria de 1910 a 1965. Ana falleció en Moscú en 1966.

 

Maracaibo jueves 10 de septiembre 2020

 

1 comentario:

Maria dijo...

Increíble poeta en la forma como describe la tortura de un regimen totalmente absurdo como lo es comunismo