sábado, 21 de noviembre de 2020

Don Jesús

Don Jesús 

Jesús García Nebot, era mi padre y nació en Maracaibo, un 16 de enero del año 1898. Sus padres fueron Carlos García Martínez y Luisa Cándida del Carmen Nebot y Troconis. Jesús tuvo tres hermanos, Luisa del Rosario, José María y Luis Adolfo.

 

La 35  edición de la revista cultural Tinta Libre, del 9 de febrero de 2018, publicó un reportaje extenso sobre la esquina de MacGregor en la Plaza Baralt de Maracaibo, donde se señalaba a don Emilio MacGregor Novoa (1862-1901) como organizador de una sociedad con Alberto Estrada y relataba que en 1892 la firma de ingenieros franceses Troncone y Wentd, iniciaría la construcción de un edificio que habría de convertirse en la primera tienda por departamentos de Maracaibo. La firma Estrada-MacGregor entre don Emilio y Alberto Estrada desaparecería a la muerte de ambos: Emilio Mac Gregor Novoa falleció en Maracaibo el 21 de noviembre de 1901, a los 39 años de edad y el Sr Estrada en 1903, se trasladó como cónsul general de la República de Colombia en Hamburgo (Alemania), donde también falleció.

 

El 17 de febrero de 1919, Joaquín Telémaco MacGregor Aguirre (1884-1949), casado con Luisa del Rosario García Nebot, y conocido en el comercio local como un distinguido propulsor de varias actividades mercantiles, fundó la firma MacGregor & Co, asociándose con su cuñado José García Nebot casado con su hermana Paulina MacGregor Aguirre; el otro socio era Luis García Nebot. En 1922 se incorporaría como socio de la compañía el tercer hermano, Jesús García Nebot, mi padre. En poco tiempo la casa MacGregor & Co, comenzó a tener auge y prosperidad. Tras una la breve enfermedad, Joaquín Telémaco fallecería por un tumor cerebral el año 1949. Luis García Nebot quien se había separado de la empresa, emigró con su familia a Nueva York y mi tía Rosario le vendería las acciones d la empresa a mi tío José y a mi padre Jesús García Nebot.


Desde 1890 había abierto sus puertas el bar La Zulianita, donde muchas personalidades del mundo literario, artístico y musical de la ciudad se encontrarían sobre las mesas de madera, con el aroma a tabaco y licor en el aire; todo aquello le imprimiría un lado bohemio a la zona. A finales de la segunda década del siglo XX ya diseñada para servir como establecimiento comercial MacGregor & Co era inigualable, en la mera Plaza Baralt. Su ubicación contribuyó al éxito de la empresa, no obstante, su novedad era que había de todo, y atraería a los transeúntes pues se decía que: “lo que no se encuentra en la casa MacGregor, no existe”. En la esquina de la Plaza Baralt enfrente a MacGregor se instaló en 1930 una de las primeras bombas de gasolina (Shell) del señor Abraham Vargas, y funcionaría hasta junio de 1952.

 

 


La Casa MacGregor sirvió para solventar las necesidades de muchos zulianos que recorrían el camino al puerto para acercarse hasta La Casa MacGregor. La esquina era el sitio por excelencia de los fanáticos del béisbol y de las carreras de caballos. La amplia acera permitía el funcionamiento de los fotógrafos de camaritas de cajón, teniendo de fondo en la pared un mural de tela con un paisaje como decoración de la fotografía. Alrededor de los kioscos de periódicos se vendían revistas y cigarrillos y los vendedores ambulantes ofrecían toda clase de guarapos. Uno de esos kioscos perteneciente al Sr. Fernández, precursor de la Librería Europa. En la casa MacGregor encontrarían lo que buscaban, sin duda, y también al mejor precio. Allí, detrás de un escritorio se encontraba don Jesús, mi padre, para ayudar a la gente a resolver sus problemas y era conocido por todos en el centro de la ciudad.

 

 

Mi padre había nacido en el siglo XIX, tiempos aquellos cuando en Maracaibo no había luz eléctrica y él tenía que estudiar con una vela en una palmatoria. Vería crecer su ciudad, padecería de tifoidea y se escaparía de la gripe española. Muy joven (foto) viajaría a Europa y regresó a Maracaibo incorporándose al comercio en MacGregor & Co. Vivió activamente en la ciudad del lago y las palmeras, también la del manicomio con sus altas tapias, cerca de “El matadero” y sus zamuros, donde por trillas de arena, en el Chysler, del 48, mi padre nos llevaba a oír a los locos, casi siempre los sábados ya anocheciendo y nos mirábamos asustados adivinando escuchar alaridos allá adentro. Años después supe que él en los años 30 llevaba a pasear a sus amigas, en su pequeño auto DeSoto, en noches de luna, para oír los gritos tras las tapias del manicomio y ellas aterrorizadas, o muertas de la risa, abrazaban al galante protector quien risueño, respondía con apasionadas caricias.

 


En 1936, papá se casaría con María Amelia Jacinta del MonteCarmelo -Maruja-(1907-2005), la hija menor de los 9 hijos de don Lorenzo Tamayo de la Madriz, (https://bit.ly/38SssPi) casado en 1886 en San Cristóbal con Albina García Galavís, tachirense. La pareja de Jesús y Maruja se residenciarían en Maracaibo (foto) y del matrimonio nacerían sus 4 hijos Fernando, Jorge quien escribe este relato, Lorenzo y Carlos García Tamayo. Fernando, el primogénito nació un 18 de octubre en 1937.

   

Mi padre había decidido que tuviésemos casa propia y había planificado hasta su nombre, (https://bit.ly/2RPzyv1), “Los Arrayanes”; “nombre de un arbusto y de uno de los hermosos patios de La Alhambra de Granada”; Existía un “pórtico” en el área frontal, con baldosas rojas, siempre pulidas, (foto) y al frente, en sus blancas paredes había una imagen en mosaicos de la “Virgen del Perpetuo Socorro”; un gigantesco limonero siempre cargado dejaba pasar a un patio central con nardos muy olorosos en las esquinas; en “la casa de al lado”(La Alquería), mi primo Ernesto crecería como si fuese un hermano más de nosotros, los 4 García Tamayo, apodados “los báquiros” por mí padre.

 

 

Los martes, inmancablemente, mi padre asistía la cena del Club Rotario de Maracaibo, eran “los martes rotarios”.  Se reunían y había una cena, un conferencista y papá nos decía que hay que “Dar de sí, antes de pensar en sí”. Aquel era un lema que entendía yo, era de los rotarios, y que él nos repetía frecuentemente. Aprendimos a valorar a la gente, no por lo que tiene sino por lo que es, y no atesoramos bienes de fortuna. Pero quizás y sobre todas las cosas papá nos enseñó lo que él denominaba “el concepto de la responsabilidad” y lo aprendimos admirando su ejemplo. En el escritorio de MacGregor en la Plaza Baralt, él siempre estaba presente; no había manera de que faltase y todos sabían dónde hallar a don Jesús siempre al frente para ayudar y solucionar problemas a los visitantes al negocio, maracuchos o foráneos…

 

Su ejemplo de trabajador apasionado, con obligaciones que eran su responsabilidad, nos enseñó que primero y ante todo, había que cumplir con el deber y no obstante, supongo que tal vez cómo para sentir que no nos presionaba tanto, él nos repetía muchas veces en inglés, “take it easy”, como para recordarnos que en medio de todas las obligaciones, las cosas calmadamente, siempre podían salir adelante. La Casa MacGregor, debido a su solvencia y reconocimiento internacional, importaba todo tipo de domésticos, y era representante de firmas como Kodak, Sherwin Williams, Elizabeth Arden, automóviles Crosley, motocicletas, molinos de viento, cocinas eléctricas, motores fuera de borda Johnson, bolígrafos Waterman y Parker, material deportivo, armas de cacería, útiles escolares y artículos de ferretería, fotografía, perfumería, quincallería y juguetes.

 

La firma Mac Gregor & Co., distribuía para Latinoamérica de los productos Kodak y MacGregor fue la primera en montar un laboratorio de revelado de fotografía comercial en Maracaibo. Desde 1947, cuando se creó en la calle Ciencias el Almacén Nebot, mi padre desde la casa MacGregor enfrentaba todo aquel cada vez más complejo negocio con muy escasa ayuda. La dirección del Almacén Nebot se complicó, y quienes estaban encargados de ella no respondieron endeudando cada vez más la firma. Mi padre se vio en la necesidad de hipotecar hasta su casa para solventar la quiebra del Almacén Nebot.

  

Afortunadamente don Jesús encontró una manera de distraerse. Años atrás había adquirido un terreno en una playa, que visitaba los fines de semana, donde se veía muy cerca la isla de Toas. Cercaría aquel terreno donde había 5 hileras con 300 cocoteros, que él hizo pintar de blanco en su base, y allí crecimos sus hijos, los sábados y domingos, después de bañarnos en el lago nos jugábamos “explorando” los alrededores frente a la playa que eran montañas con cujíes y tunales donde podíamos esconder “tesoros” y hacer planos para disfrutar de aventuras imaginarias (foto). Llegaría el momento con los años cuando pudo fabricar una pequeña casa en “la playa Santa Anita” y fuimos creciendo todos de cara al nuestro lago, aun no contaminado.

  

Mi tío José había fallecido tras un accidente y sería a comienzos de los años 70, tras grandes esfuerzos y muchas preocupaciones para cubrir los compromisos económicos cuando papá nos comentaría que ya podía morirse tranquilo pues había logrado recuperar la hipoteca de “Los Arrayanes”… Un par de años después, sufriría  un infarto y posteriormente un ictus. Don Jesús fallecería en Maracaibo a los 77 años el 3 de marzo de 1975. El local en la esquina de la Plaza Baralt, modernizado con las exigencias del momento, continuaría funcionando hasta que lamentablemente, en 1978 un fuego arrasador acabó con toda aquella historia de tantos años… Solo la fachada quedó intacta, pero más de mil seiscientos metros cuadrados y dos pisos de almacenes coloridos quedaron destruidos. De la casa MacGregor sólo quedó el frontispicio.

Maracaibo, sábado 21 de noviembre del 2020

 

1 comentario:

Unknown dijo...

Que de recuerdos , cuando Ernesto y yo íbamos los sábados a visitarlo a Don Jesús y lo llamaban cariñosamente Coco ...
Increíble el centro , su plaza Baralt , el convento ...
Muy buenos ratos pasamos con sus cuentos ...