El Ché
Voy a referirme hoy, finalmente, y después de muchos años de silencio, a Ernesto Guevara Lynch. Comenzaré por reconocer públicamente que creo haber sido hábilmente manipulado durante muchísimos años, pretendiendo ignorar una verdad histórica insoslayable. Bastaba un breve análisis de la historia contemporánea, para aceptar que podría haber tempranamente esclarecido mis ideas, pero no lo hice. Prefiero atenerme al dicho aquel de que: “él que no sabe es como él que no ve”. Ahora puedo analizar en detalle mi prolongada epifanía, que no fue como la de Pablo en el camino de Damasco, pero llegaría hasta la gota sangrienta que derramaría el vaso.
“Entro en caja”, como pitcher que pelota en mano va y “pisa la goma levantando los brazos”… Pensaba lanzar una recta, sin “curvas de afuera”. Sé que no faltará quien se moleste, conmigo, y no será con el árbitro, -llámenlo si quieren “chifompayer”-, pero la recta marcará mi decisión apegada indisolublemente a la verdad y estará refrendada por los hechos. Entre los lectores, habrá quien prefiera seguir fingiendo que ignora la verdadera realidad -y aquí sí que vale la redundancia-, pero prefiero creer que aun serán víctimas de una consensuada alienación, un mal persistente del cual ya padecí y les aseguro, fue difícil de sanar...
Hay quienes de espaldas a la historia niegan “el holocausto”, o todavía dicen que Franco salvó a España, o que Mao y Stalin fueron inocentes. Hay aún quienes dicen soñar con la liberación de los pueblos que habrá de lograrse por el comunismo... Esta afirmación es producto de mentes obcecadas, o de fanáticos, pues es absurdamente anti-histórica. No existiendo una religión de por medio, el fanatismo por ideas que han demostrado fehacientemente estar equivocadas, sencillamente se debería calificar de estupidez. Pero, uno puede creer estúpidamente en una mentira, durante muchos años, y puede seguir en ello si no es capaz de entender que puede estar viviendo en un error. Aceptar que a uno lo ha engañado es más difícil que decir, perdón, pero estaba equivocado; ¿verdad?
Atreverse a cuestionarse a sí mismo, es algo que individualmente no forma parte de la “alienación consensuada”. Sucede que abrir la mente a la posibilidad, de pensar sin gríngolas, es una prerrogativa que le está negada a quienes cual ciegos y sordos, persisten en mitomanías “bonitas” ante verdades “feas” que son de conocimiento público. Hay que atreverse a revisar mínimamente la historia de la humanidad; la verdadera, la de años atrás y la reciente. No la historia manipulada a conveniencia. Me refiero a la imparcial historia de lo que ha sucedido y continúa viéndose en este planeta. ¿Por qué hay quien sigue creyendo en esquemas fracasados, en teorías que nunca se han materializado positivamente, en conocidas ideas que siempre han terminado en pobreza, destrucción, sometimiento y muerte de miles de seres humanos?
Habrá quien dentro de su “alienación consensuada” pueda ser capaz de decir con sorna, que todo lo que he escrito seguramente es referido al “capitalismo” … Hay seres que parecen no pensar con el cerebro sino con alguna otra víscera. Así vemos, turcos que niegan el genocidio armenio, y quizás al hacerlo creen ser “patriotas”. Aunque se adore a Putin, sería una estupidez negar el “holodomor” de hambre provocado por Stalin en Ucrania, pero he visto a quienes en su obcecación sintieron felicidad el 11 de septiembre y otros, todavía pregonan que el socialismo del Siglo XXI fue una conquista del pueblo, y corean riendo “el pueblo unido jamás será vencido”… ¿Cómo explicar estos fenómenos?
Todo este preámbulo, posiblemente es un palabrerío muy personal, para intentar revisar cómo pasé tantos años sin lograr un acercamiento superficial a la otra cara de la moneda. Viví años sin penetrar en verdades históricas que por demás estaban a la vista, e imagino que el fenómeno es como un bloqueo, o dificultad para atreverme a cuestionar una figura mítica, o miedo a faltarle a lo que podría considerar eran “mis principios”, al menos con los que había crecido… Tal vez creía sinceramente que eran los mismos de personajes quienes paulatinamente irían denudándose ante el mundo hasta llegar a atreverse a revelar que, sencillamente, ellos eran, comunistas…
Nunca acepté el maquiavélico principio de que el fin justificaba los medios, pero algo de ello habría de existir ante la figura de “el Ché”, ya que yo estaba bien documentado. Por lo escrito en aquellos años, puedo releerme mitificando su figura en “La Entropía Tropical” buscándole paralelismos con Gardel. Durante años tuve presente la imagen y la fraseología del mito. En el 83 comprendí en La Habana que la revolución era un engaño, y quise mirarla como la epopeya frustrada de Jesús Díaz en-“Las raíces de la tierra”- pero tras varias visitas a la isla todavía tardé unos años, cuestionando las cosas. Critiqué crudamente nuestra decadente democracia en mi novela “La Peste Loca” y a la “revolución cubana” en “Escribir en La Habana”. Hace unos días, mi hijo Pablo me recordó el momento cuando decidí pintar en un cuadro al óleo una indígena wayuu para borrar la imagen del Ché quien para mí, había caído de su pedestal.
No puedo negar haber sido partícipe del fenómeno comunicacional que la imagen con la boina y los supuestos ideales libertarios provocaron en mí y en tantos otros seres quienes habiendo logrado estudiar y prepararse confiando poder redimir a nuestros conciudadanos, creyeron en aquel falso profeta, pintado como el adalid de una idea que habría de ser desnudada tras el derrumbe de la URSS. En la lucha para conquistar el poder, ahora tan de moda, el comunismo ha demostrado ser una doctrina totalitaria que solo ha traído miseria, sometiendo a los pueblos que lo padecen. Sí. Para muestra, está el país y todavía hay quien siendo venezolano, dice admirar al difunto Chávez…
Es muy triste decirlo, pero Venezuela dejó de ser una Nación soberana e independiente para pasar a ser un país sometido a los intereses políticos y económicos de Cuba. Este es un hecho terrible e incontrovertible, que es por demás reconocido por todas las naciones de América. El periodista Diego G. Maldonado en su obra “La invasión consentida” explica muy bien la fascinación y la seducción que Fidel lograría ejercer sobre Chávez, quien dócilmente aceptaría todo cuanto Fidel le propuso. Lo insólito es escuchar a politiqueros de oficio haciéndole carantoñas a criminales empoderados…
Maldonado en su investigación: señalaría el fenómeno invasor como único, y de los más peculiares, y bochornosos añadiría yo, en la historia de la geopolítica mundial. La vergonzosa sumisión voluntaria de una nación rica y soberana, de más de 900 mil kilómetros cuadrados y 30 millones de habitantes, a otra; una isla, ocho veces más pequeña y tres veces menos poblada. Fue así como un Estado, con las mayores reservas petroleras del planeta iba a girar, “espontáneamente, como un satélite en la órbita de una isla pobre, con una economía fosilizada y parasitaria”.
Nadie podrá desconocer que todos los terribles males que hoy han acabado por destruir a Venezuela como nación soberana, provienen de aquel acuerdo firmado en el año 2000 por Fidel y Chávez, con el cual y como consecuencia directa, el ingreso extraordinario de 700 mil millones de dólares que recibió Venezuela cuando el barril petrolero superó los $100, fue íntegramente transferido a Cuba por los hábiles arreglos que se derivaron del infausto convenio. Como para que nadie lo pudiese dudar, el mismo Chávez así lo confirmaría en una alocución pronunciada en Santa Clara en el homenaje al Ché Guevara, cuando descaradamente confesaría que “Venezuela y Cuba son ahora una sola nación”.
Al haber perdido la soberanía, se habría de modificar absolutamente la posición de Venezuela en el diferendo con Guyana, pues como es sabido que Cuba siempre ha favorecido la posición guyanesa. La condición para defender la integridad territorial que le correspondía a Las Fuerzas Armadas Nacionales, obligación ésta asignada por la Constitución Nacional, al haber perdido la soberanía como Nación dejaría de existir, y la institución creada para salvaguardar el suelo patrio se trasformaría en una guarida de traidores, las excepciones, languidecen torturados en la ergástulas del régimen.
Regreso a finiquitar lo del Ché. Hoy nadie puede desconocer que el calificativo de asesino le cuadra perfectamente. Acepto haber disfrutado con la interpretación de Gael en el filme “Diarios de motocicleta”. Llegué a cantar al “inolvidable HoChiMing” y aun entono “las casas de cartón” de Alí Primera. Entiendo ahora la incomodidad de un profesor cubano (revolucionario) al ver la imagen del Ché en mi oficina, me dijo que no podía justificar a “ese personaje”. Son recuerdos que ahora revelan como tenía a la mano las realidades no aceptan quienes dicen ser de “la izquierda”. Regreso entonces al refrán “el que no sabe es porque no ve”, pero debería recapacitando, finiquitar con el otro que dice “más vale tarde que nunca”.
Maracaibo, lunes 2 de noviembre, del 2020
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