miércoles, 4 de noviembre de 2020

Los hongos de Chernóbil

Los hongos de Chernóbil

Belarus, país enclavado en medio de la Europa Oriental entre Polonia, Ucrania, Lituania y Rusia es una nación surgida de la disolución de la URSS. El 26 de abril de 1986 fue el accidente en Chernóbil, pero ya más de una década antes del terrible accidente en la planta nuclear, en el año 1984, Aleksander Lukashenko reconocido como un activo propagandista de la disuelta Unión Soviética se transformaría en el presidente de Belarus y a través de reformas constitucionales, en poco tiempo subordinaría todas las instituciones amordazando los medios, vulnerando los derechos y libertades públicas, hasta proponer en el año 2001 un referéndum para prorrogar su mandato hasta el año 2006. Todavía en 2020 del siglo XXI es un dictador y se sostiene en el poder…

Sobre algunas de estas tragedias trata mi novela “El año de la lepra” y por ello, en 2019 regresé a recordar (https://bit.ly/3oQQJLe) detalles de su complejo argumento. El 26 de abril de 1986 fue el accidente nuclear en Chernóbil. Desde entonces, miles de ojos observan las cercanías de Pripyat, en Ucrania, con una mezcla de curiosidad y miedo, ya que el accidente nuclear de Chernobil debería haber marcado negativamente el futuro de Ucrania  pero el viento hizo de Belarus el país más afectado al contaminar extensas áreas boscosas con miles de lagos y desoladas zonas pantanosas al noroeste del área de desastre. Después del accidente, Belarus habría de atravesar una grave crisis energética…  

En 1991, en Chernóbil, existían investigadores que exploraban de forma remota, con robots, y equipados con cámaras que se desplazaban en las instalaciones rusas de Chernóbil examinando las instalaciones destruidas y abandonadas de la planta de energía nuclear. Ellos observaron hongos negros que crecían en las paredes del reactor nuclear número 4 y les dio la impresión de que estaban descomponiendo el grafito radiactivo del núcleo del reactor. Los hongos parecía que estaban creciendo a expensas de la fuente de radiación remanente en la planta nuclear de Chernóbil. Había muchos hongos. Tantos que una microbióloga del Instituto de Microbiología y Virología de Kiev, Nelli Zhdanova, viajó a la zona para estudiar qué eran esos hongos que estaban conquistandono solo las paredes del reactor nuclear de Chernóbil sino cada centímetro de tierra que lo rodeaba.


Zhdanova y su equipo encontraron más de 200 tipos de hongos distintos, pero quizás lo más curioso era que la inmensa mayoría de ellos contenía melanina. La melanina, no sólo 'coloreaba' los hongos sino que (como es sabido) absorbía la radiación y protegía a los organismos de sus efectos. No era el único sitio donde se habían encontrado hongos con melanina. Aunque son relativamente raros, se han podido encontrar en regiones de alta montaña y en zonas polares. Es decir, en lugares con pocos nutrientes y una alta exposición a los rayos ultravioleta. Los resultados de Zhdanova dejaron una pregunta en el ambiente: ¿podía haber encontrado la radiosíntesis?

El científico ruso S. I. Kuznetsov en 1956 había estudiado la radiosíntesis como un proceso teorizado que consiste, básicamente, en la captura y metabolización de la radiación ionizante de forma análoga a lo que hacen las plantas durante la fotosíntesis. Durante años esta idea no fue más que una teoría. Pero un equipo de la Facultad de Medicina Albert Einstein de Nueva York decidió perseguir el tema. Ekaterina Dadachova y Arturo Casadevall se preguntaron si, en efecto, la melanina podía jugar un papel importante en las reacciones metabólicas.

Más de una década después, un grupo de investigadores comandados por la profesora Ekaterina Dadachova de la Universidad Saskatchewan en Canadá, lograron adquirir varios hongos que habitaban en las paredes del reactor número 4 de Chernóbil. Este descubrimiento había sido posible gracias al apoyo de robots dirigidos por control remoto. Los hongos colectados en Chernóbil, en comparación con otros hongos crecían más rápido en presencia de radiación.

Ya en un artículo de 2008 de Ekaterina Dadachova, entonces del Albert Einstein College of Medicine en Nueva York, señalaba que seguramente había más ejemplos de hongos resistentes a la radiación. "Se han encontrado grandes cantidades de esporas fúngicas con altas cantidades de melanina en depósitos del período Cretácico temprano, cuando muchas especies de animales y plantas se extinguieron. Este período coincide con el período en el que la Tierra perdió su 'escudo' contra la radiación cósmica", señalaba Dadachova.

En realidad desde 2007 se había descubierto que, efectivamente, el pigmento podía jugar un papel clave en la oxidación metabólica. Los investigadores indujeron la producción de  melanina en una colonia de Criptococus neoformans y cuando la expusieron a una fuente de radiación ionizarte 500 veces por encima de lo normal, su crecimiento se disparó. Algo que era similar a lo que veían que sucedía con los hongos oscuros de Chernóbil. Los científicos descubrieron que estos hongos de Chernóbil no solo no morían ante la radiación, sino que se alimentaban de ella.

Es decir, si los hongos que contenían melanina podían, efectivamente, generar energía en ciertas condiciones, desde entonces se ha intentado estudiar estas posibilidades y basándose en que esos hongos son comestibles pensar en usar esta propiedad en los largos viajes por el espacio. Estos hallazgos también sugieren que podría haber lugares en el espacio donde haya organismos que puedan sobrevivir en ambientes llenos de radiación.

En un trabajo, publicado en una revista del Centro Nacional para la Información Biotecnológica de Estados Unidos, se explica cómo estos hongos han logrado fortalecerse y ser capaces de soportar los altos niveles de radiación. Algunos, de hecho, se alimentan de ella: "hongos negros" o radiotróficos.

Maracaibo,  miércoles 4 de noviembre 2020

 

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