martes, 17 de noviembre de 2020

Stalin y los verdugos

 

Stalin y los verdugos

Donald Rayfield (nacido en 1942) es un catedrático de la Universidad de Londres, emérito en ruso y georgiano, quien ha escrito sobre la literatura rusa y georgiana, y además y más recientemente, sobre Stalin y su policía secreta. Su biografía de Antón Chéjov se considera de las más completas, incluso, en Rusia donde cuenta con dos ediciones en ruso (2005, y 2007) ampliadas de la original en inglés.

Aunque el estudio de la Rusia moderna y la historia soviética ha declinado en los últimos años, quizás por el colapso de la Unión Soviética, toda una serie de nuevos libros sobre Stalin y el estalinismo últimamente han aparecido en diversos idiomas occidentales. Existe un nuevo estudio sobre Stalin y sus jefes de seguridad “Stalin y los verdugosescrito por el distinguido catedrático de literatura rusa y georgiana de la London School of Economics, Donald Rayfield. Puede que su trabajo en el ámbito del idioma y la cultura georgianos haya sido lo que desató su interés por el más siniestro de todos los georgianos, Joséf Stalin. En su nuevo libro, su talento como historiador corre parejo a su labor como estudioso de la literatura.

Rayfield, es editor de algunas series de libros sobre los escritores rusos y la "intelliguentsia". Anton Chekhov: A Life (1997); Stalin and His Hangmen (2004);Chekhov's Uncle Vanya and the Wood Demon (2007); The Cherry Orchard: Catastrophe and Comedy (1994);  Dream of Lhasa: The Life of Nikolay Przhevalsky (1976); The Garnett Book of Russian Verse (2000); Understanding Chekhov: A Critical Study of Chekhov's Prose and Drama The Literature of Georgia: A History (1994);  A Comprehensive Georgian-English Dictionary (2006); Edge of Empires: A History of Georgia (2012); Stalin y los verdugos Donald Rayfield Taurus, Madrid, 584 págs.

Stalin y los verdugosFue editado en castellano en 2003 por la Editorial TAURUS (ISBN: 9788430605125), y fue traducido por María José Delgado Sánchez. El libro reconstruye los mecanismos psicológicos de un régimen y el funcionamiento de una pirámide, cuya cúspide era Stalin. Rayfield centrándose en las cinco cabezas del Servicio Secreto y del Ministerio del Interior rusos entre 1918 y 1953: Dzierzýnki, Menzhinski, Yagoda, Yezhov y Beria, profundiza en los motivos que los llevaron a colaborar con Stalin; y las razones por las cuales miles de personas trabajaron para ellos.

Rayfield declaró inicialmente que su motivación para escribir el libro fueron los nuevos datos archivísticos disponibles desde 1991 y su esperanza de poder proporcionar al lector un acercamiento nuevo a Stalin y a su sistema de represión por medio de un enfoque biográfico. Aunque en los términos más amplios esta historia trata de las instituciones de represión soviéticas de 1918 a 1953 –instituciones conocidas por sus acrónimos como CheKa, OGPU, NKVD y MVD–. Como escritor, el modus operandi de Rayfield es abordar las historias desde el ángulo de la biografía a través de las vidas de sus dirigentes y sus relaciones personales con Stalin para así explicar y contextualizar la obra del aparato de seguridad soviético de un modo nuevo.

Para entender las motivaciones de Stalin, el autor analizó su infancia de niño maltratado, su paso por el seminario, su carácter de víctima resentida del poder imperial, su experiencia como bandido y su condición de psicópata, también aplicable a sus verdugos. La miseria y el terror que provocó el estalinismo sólo son comparables en Europa con los efectos del nazismo. Su horrible y diabólica historia, por lo tanto, ha de ser contada.

El modelo global de represión soviético y la evolución de la política de seguridad aunque sólo en líneas generales, son muy bien conocidos, y la principal pregunta a plantearse sobre este libro es: ¿en qué medida aporta una nueva perspectiva y ofrece nueva información? La respuesta es algo compleja. Por un lado, no hay ninguna perspectiva completamente nueva, si bien Rayfield ha escrito un libro fascinante que esclarece numerosos temas y detalles, otro de sus grandes logros es entrelazar las biografías e interacciones personales de los principales protagonistas.

Ese es el aspecto más original: las biografías de los cinco jefes de seguridad. Esto resulta especialmente interesante en el caso de los tres que han recibido una menor atención por parte de los historiadores: Menzhinski, Yagoda y Yezhov. Las diferencias de personalidad, entre los jefes de policía de Stalin fueron sorprendentes. Dzierzynski fue un idealista fanático y puritano. Todos sus sucesores fueron mucho más cínicos y autocompasivos. Menzhinski, al igual que su predecesor, era polaco, no ruso, y su función fue completar la plena institucionalización del sistema de seguridad. Por contraste, el judío Yagoda encajaba mucho más en el perfil de un burócrata puro. El único ruso, Yezhov, en menos de dos años mató proporcionalmente a más rusos y otros ciudadanos soviéticos que cualquiera de los demás.


Beria fue el más importante y el más complejo. En las 150 páginas que se le conceden Rayfield le presta más atención que a cualquiera de los otros. Sin embargo, comparadas con su larga permanencia en la cúspide y la diversidad de puestos importantes que ocupó, apenas resultan suficientes, aunque no va en su mayor parte más allá de la mejor biografía disponible, Beria, Stalin's First Lieutenant (1993), de Amy Knight. Absolutamente despiadado, parece haber tenido poco o ningún interés en la ideología marxista-leninista, fue más bien un puro tecnócrata del totalitarismo más extremo. Da la impresión de que podría haber sido igual de feliz sirviendo a Adolf Hitler. Stalin lo presentó en una ocasión a Franklin Roosevelt como “mi Himmler”.

Rayfield concluye su estudio con un capítulo sobre “Los cien días de Beria”, los tres meses posteriores a la muerte de Stalin en que Beria emergió brevemente como el más fuerte líder soviético, tratando de liberalizar aspectos fundamentales de la política soviética. Beria había llegado aparentemente a la conclusión de que los extremos del totalitarismo eran irracionales y destructivos. Sus colegas lo eliminaron rápidamente antes de que pudiera, desde su punto de vista, minar el sistema, subrayando que “Beria no es un comunista”.

Maracaibo, martes 17 de noviembre, 2020.

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