miércoles, 9 de octubre de 2019

Sor Juana Inés de la Cruz


Sor Juana Inés de la Cruz


Sor Juana entró al convento y ella misma así lo escribió, porque no quería que la casaran, para tener que pasar sus días atendiendo a un marido y a los hijos: lo que ella quería era leer y aprender y el único lugar donde la podían dejar en paz para hacerlo era en un convento. Finalmente, también rompió toda relación con el tiránico padre Núñez de Miranda en tiempos en que se creía que las mujeres eran inferiores intelectualmente y que para dar cualquier paso necesitaban del consejo de un hombre. Infortunadamente, los destinos de algunas mujeres mexicanas, como el de la poetisa, todavía están en manos de hombres: una hija a la que su padre no le permite estudiar o una esposa a la que su marido no le deja trabajar. Son los ejemplos más simples… 

Su celda se convirtió en punto de reunión de poetas e intelectuales, como Carlos de Sigüenza y Góngora, pariente y admirador del poeta cordobés Luis de Góngora. En su celda también llevó a cabo experimentos científicos, reunió una nutrida biblioteca, compuso obras musicales y escribió una extensa obra que abarcó diferentes géneros, desde la poesía y el teatro (en los que se aprecia, la influencia de Luis de Góngora y Calderón de la Barca), hasta opúsculos filosóficos y estudios musicales. También fue muy amiga del nuevo virrey, y su esposa, Luisa Manrique de Lara, condesa de Paredes, con quien le unió una profunda amistad. 

María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga (1649 - 1729) fue virreina de Nueva España de 1680 a 1686 junto con su esposo Tomás de la Cerda y Aragón, III Marqués de la Laguna de Camero Viejo. ​ Ella, además, era princesa de la casa de Mantua Gonzaga-Guastalla y XI condesa de Paredes de Nava.  En 1680, el cabildo encomendó dos arcos triunfales para la llegada a la Ciudad de México de los nuevos Virreyes - El primero, en Santo Domingo, estuvo a cargo de Carlos de Sigüenza y Góngora. El segundo, en la catedral, fue el Neptuno alegórico de Sor Juana Inés de la Cruz. Sor Juana comparó al nuevo Virrey con Neptuno y a su esposa, María Luisa, con Anfítrite, la diosa del mar. La Virreina María Luisa fue amiga y mecenas de Sor Juana Inés de la Cruz. Sor Juana presentó su obra de teatro "Los empeños de una casa" para María Luisa y su esposo. En la obra Sor Juana incluye varias letras en honor a María Luisa como "Divina Lysi". El 5 de julio de 1683 nació el único hijo de María Luisa, José María de la Cerda y Gonzaga Manrique de Lara (1683-1728), al que Sor Juana también dedicó poemas.
 

A la luz del afecto mutuo que se profesaban la monja y la virreina de México María Luisa Gonzaga Manrique de Lara, condesa de Paredes, la protectora de la escritora y promotora de su obra tanto en México como sobre todo en España, muchos estu­diosos han coincidido en que la relación entre la monja y la virreina fue más allá del “incienso palaciego”. Algunos investigadores se han dedicado a reunir o a publicar los poemas testimonios de esa relación. Un amar ardiente de la editorial Flores Raras coordinada por Sergio Téllez-Pon, es una muestra y a partir de la muerte de Antonio Alatorre, eminente sor-juanista, en su edición de 2009 de la Lírica personal, él informó que le habría gustado poner todos los poemas que la monja le escribió a la virreina, pero no se lo permitieron en el Fondo de Cultura Económica (editorial mexicana).

"Yo adoro a Lisi, pero no pretendo que Lisi corresponda mi fineza; pues si juzgo posible su belleza, a su decoro y mi aprehensión ofendo”. Aunque sor Juana deja claro que ama a la condesa, no quiere ni puede consumar su amor, por una parte, porque obedece sus votos de castidad y, por la otra, la jerarquía de la condesa no le permitiría mantener una relación con una plebeya. Al igual que Francisco de las Heras, Octavio Paz y Antonio Alatorre, creen que fue: una relación intensa pero casta. Téllez-Pon considera que para enamorarse de alguien no se necesita llegar hasta la cama y retrospectivamente, él cree que en el caso de sor Juana y María Luisa se enamoraron intelectualmente.

María Luisa fue una persona muy importante para la religiosa. Ella la ayudó a quitarse de encima al odioso padre Núñez de Miranda, quien la estimulaba creativamente, y con quien compartía muchas cosas en común. Sor Juana  dejaría las pistas en su obra de cómo fue de intensa pero fructífera su relación con la condesa. Octavio Paz opinaría sobre sor Juan Inés, que ella estaba absorbida por la pasión del conocimiento, y que, precisamente por ello, "tiene que neutralizar su sexo para poder acceder al ansia de conocer". Sor Juana tuvo que hacerse pasar por hombre para ingresar a la universidad y así saciar su sed de conocimiento, ¡hasta en eso fue muy radical esta monja! 

La poesía del Barroco alcanzó con ella su momento culminante, y al mismo tiempo introdujo elementos analíticos y reflexivos que anticipaban a los poetas de la Ilustración del siglo XVIII. Sus obras completas se publicaron en España en tres volúmenes: Inundación castálida de la única poetisa, musa décima, Sor Juana Inés de la Cruz (1689), Segundo volumen de las obras de Sor Juana Inés de la Cruz (1692) y Fama y obras póstumas del Fénix de México (1700), con una biografía del jesuita P. Calleja.

Perdida gran parte de su obra, entre los escritos en prosa que se han conservado cabe señalar la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz. El obispo de Puebla, Manuel Fernández de la Cruz, había publicado en 1690 una obra de Sor Juana Inés, la Carta athenagórica, en la que la religiosa hacía una dura crítica al “sermón del Mandato” del jesuita portugués António Vieira sobre “las finezas de Cristo”. Pero el obispo aun reconociendo el talento de Sor Juana Inés, le recomendaba que se dedicara a la vida monástica, más acorde con su condición de monja y mujer, antes que a la reflexión teológica, ejercicio reservado a los hombres.

En la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz Sor Juana Inés de la Cruz da cuenta de su vida al obispo de Puebla, y reivindica el derecho de las mujeres al aprendizaje, pues el conocimiento “no sólo les es lícito, sino muy provechoso”. La Respuesta es además una bella muestra de su prosa y contiene abundantes datos biográficos, a través de los cuales podemos concretar muchos rasgos psicológicos de la ilustre religiosa. Pero, a pesar de la contundencia de su réplica, la crítica del obispo de Puebla la afectó profundamente; tanto que, poco después, Sor Juana Inés de la Cruz vendió su biblioteca y todo cuanto poseía, destinó lo obtenido a beneficencia y se consagró por completo a la vida religiosa. Murió mientras ayudaba a sus compañeras enfermas durante la epidemia de cólera que asoló México en el año 1695.

Maracaibo, jueves 10 de octubre 2019


No hay comentarios: