sábado, 26 de octubre de 2019

De nuevo el Nobel de Handke

De nuevo el Nobel de Handke 

Buena parte de esta comunicación del blog, fue extraído a propósito de un trabajo de P.E. Rodríguez de fecha 10/10,2019 titulado “Handke y la estupidez intelectual”. Como ya señalábamos antes (https://bit.ly/33JNnyk) hay suficientes motivos para estar moralmente contrariados por el premio Nobel de literatura otorgado este año a Peter Handke. El laureado ha confesado ser fanático defensor de un régimen genocida que protagonizara una de las vergüenzas de la humanidad más grandes de las últimas décadas; el movimiento nacionalista liderado por Slobodan Milošević en el que también participaron activistas radicales, como Radovan Karadžić, autor del genocidio de Srebrenica, donde fueron asesinados más de 8.000 musulmanes. Peter Handke desde la cómoda distancia del fanatismo, ha descalificado el sufrimiento de un pueblo entero que padeció un genocidio plenamente verificado y sus opiniones enaltecen a tiranos por el solo hecho de ser afín ideológicamente a los ejecutores de aquella barbarie.

Cualquiera puede reconocer esto, pero ciertamente que quedarse en una mera condena individual parecería ingenuo, e ignorar esa ingenuidad, también es una forma de suscribir prácticas vergonzosas, algo que, lamentablemente a lo largo de la historia, han hecho muchos intelectuales y artistas que hoy ocupan serenos y resplandecientes incuestionables posiciones. “Quién calla, otorga” dice la máxima, y como ocurre en el caso de Handke, hay que reconocer que él es uno más, de muchos intelectuales con obras de valor literario incuestionable, quienes a lo largo del tiempo han hecho cosas parecidas o iguales. Así que este lamentable asunto del Nobel de literatura del 2019 no es sencillamente un episodio aislado; Handke representa, un problema latente que, podríamos calificar de grave repercusión.

Desde finales del siglo XIX, la sociedad ha considerado al intelectual, como un personaje que en la historia pude ejemplificarse en la persona del novelista Émile Zola, quien en el momento más rutilante de su carrera, publicó en el diario L’Aurore, una carta pública dirigida al presidente de la República, su famoso alegato, a favor de un joven capitán de origen judío, Alfred Dreyfus, injustamente condenado y sentenciado a cadena perpetua en la isla del diablo por un crimen que no cometió. Lo meritorio del alegato de Zola, fue su compromiso con la verdad, el cual independientemente de cualquier interés, le costó el exilio, antes del pleno reconocimiento de la inocencia del acusado. Zola actuó bajo su responsabilidad y simplemente utilizaría toda su capacidad de influencia para defender la justicia y la verdad ya que no tenía intereses asociados a las condiciones sociales, étnicas o militares del joven Dreyfus. 

En América Latina, la lista de escritores dispuestos a no emitir opiniones que pudieran señalar  cualquier desmán de la dictadura castrista en Cuba es interminable. No querer decir nada sobre la Cuba de los Castro u otro de los diferentes gobiernos que ejecutan y torturan, que encarcelan y/o asesinan a sus presos políticos, como lo hicieron los regímenes militares de la Argentina, o el del chileno Augusto Pinochet, como continúan haciéndolo otros como el del Daniel Ortega, o el actual régimen venezolano, es una mansa costumbre que se refrenda en listas firmadas por intelectuales y escritores. En nuestro país, en su momento quienes apoyaron el autoritarismo del teniente coronel Chávez Frías firmaron gustosos sus listas. Son del conocimiento público, y el listado es demasiado largo pues en su momento estuvo apoyado por figuras influyentes (tal vez daban “cachet”) como el lingüista Noam Chomsky o el filósofo Gianni Vattimo… El premio Nobel de Handke, ha servido para recordar al “de la Paz” de Santos y refrendar el hecho de que los escritores y los intelectuales en general, pueden llegar a ser inmensamente estúpidos y sumamente dañinos en sus opiniones públicas, e inmensamente irresponsables y banales, por fanáticos, o por estar usualmente centrados en sus minúsculas, mezquinas y potencialmente dañinas apetencias.

El escritor esloveno Miha Mazzin, publicó un artículo en The Guardian, firmado por Sian Cain, y titulado: “A troubling choice’: authors criticise Peter Handke’s controversial Nobel win”, donde cuenta como algunos artistas vendieron sus almas por ideologías y otros por odio, o por dinero y poder, pero Handke, dice él que lo hizo por ingenuidad hacia el régimen de Milošević... El escritor señala que nunca olvidará como con su joven familia soportaba el frío invierno cuando Yugoslavia se estaba desmoronando y ellos pasaban todo el día haciendo cola para el aceite de la calefacción y por las noches, casi congelado, se leyó el ensayo de Handke sobre Yugoslavia donde decía envidiarlos: “…mientras los occidentales, habían caído en el consumismo, los yugoslavos, haciendo colas luchaban por que eran menos materialistas y más espiritualizados”. Incluso en ese momento, dice el autor “lo encontré cruel y totalmente absorto en su ingenuidad”. Así funciona el fanatismo… Allí es donde quizá debería centrarse nuestra preocupación y nuestra lucha: en la imprescindible necesidad de entender que, no por el hecho de ser un escritor o un intelectual, la gente dedicada a las letras o a las ideas puede estar libre de hacer daño y de ser exageradamente estúpida.

Maracaibo, sábado 25 de octubre, 2019

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