domingo, 13 de octubre de 2019

Welles y Kafka


Welles y Kafka

Digan lo que ustedes quieran, pero “El proceso” es la mejor película que hecho”. Esto lo afirmaría Orson Welles, en 1964. Un par de productores rusos –padre e hijo- contactarían a Orson Wells y le propondrían adaptar un libro a la pantalla, una novela póstuma de Kafka, “El proceso”... Se iba a filmar entre Yugoslavia y Francia con personal técnico francés, ya el director artístico del futuro filme tiene listos los planos, pero día antes de salir para Yugoslavia el productor padre visita a nuestro director y le confiesa, que no tiene dinero para construir escenario alguno... Orson Welles, se encuentra en París y no puede creer, que después de conversar varias expectativas, no hubiese presupuesto para sus soñados escenarios. Orson Welles sale en la madrugada, toma un taxi y llega a una abandonada estación de trenes… Ahí en las escaleras ruinosas, en los corredores abandonados, en aquella especie de desolación hueca, encontrará el mundo de Kafka, y Wells pensó que aquel sería el sitio ideal, allí iba a ser donde rodaría la película en sustitución de los escenarios antes planteados.

La filmación de “El proceso” transcurrió entre París, Zagreb y Roma, donde se fotografiaron las fachadas del Palacio de Justicia y del Ministerio de la Marina, pero ya sobre el trabajo en sí, Anthony Perkins fue el actor elegido por Orson Welles para interpretar al protagonista del filme. Josef K., era un oficinista acusado de algo indefinido, y Welles comentó que “Perkins es quien mejor representa el personaje de Joseph K: como se afirma en el libro, es un joven ejecutivo en ascenso”. Perkins venía del éxito de Psicosis (Psycho, 1960) y Orson Welles quería aprovechar eso, además la homosexualidad –no revelada- del actor, para sumarlo a las características de fragilidad y miedo a ser expuesto, del personaje. Perkins hace el tipo de papel perfecto, el de un hombre inseguro, ansioso, que parece ocultar algo a toda hora y del que no estamos por completo seguros de su adecuado estado mental. 

Pese al peso del texto literario, “El proceso” se convertiría en un filme enteramente de Orson Welles. Desde “Ciudadano Kane” (Citizen Kane, 1940) no se le veía al director tan libre y tan seguro. Su estilo expresionista ilustraría maravillosamente el mundo opresivo de Kafka.  El director de arte de “El proceso”, Jean Mandaroux, construyó dos escenarios que sirven de eje al filme, uno, en un enorme hangar donde hay más de 700 personas sentadas trabajando en escritorios perfecta y monótonamente alineados; y otro, el del Palacio de Justicia, que es un sinfín de recovecos, escaleras, pasadizos y callejones sin salida. Orson Welles logra que sintamos la impotencia de Josef K ante un sistema indescifrable, burocrático y corrupto, hecho para autocomplacerse, para crecer endogámicamente y excluir a todos los que le generan incomodidad. El filme puede ser admirado como una denuncia del fascismo, un recordatorio de padecimiento judío, la persecución del homosexualismo latente, quizás la premonición de tiempos por venir, o el mal sueño de un hombre temeroso de ser impotente…

“El proceso” refleja igualmente el influjo estético del cine arte en Europa en esos años,  Pasolini con “Accattone” (1961), Resnais con “El año pasado en Marienbad” (1961),  (https://bit.ly/2mw6fQW), así como Antonioni, en “La aventura” (1960)… “El proceso” los imita en la sensación de soledad, en el hastío espiritual, y en lo críptico de su narrativa. Orson Welles en conversación con Peter Bogdanovich, manifestó: Lo que hizo posible que yo hiciera la película es que a lo largo de toda mi vida se repiten en mí las pesadillas de culpabilidad: estoy en la cárcel y no sé por qué…, voy a ser juzgado e ignoro el motivo. Es algo muy personal, típico en mí. Es la película más autobiográfica que jamás hice; la única que verdaderamente está cerca de mí”: en ella, Josef K. es Orson Wells.

Maracaibo, lunes 14 de octubre, 2019

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