sábado, 12 de octubre de 2019

Los vascos en Venezuela


Los vascos en Venezuela
                                                                                                                                        Dedicatoria: a mis nietos vascos

El elemento vasco en la historia de Venezuela forma parte de una de las nueve narraciones históricas que constituyen el libro de Arístides Rojas (1826-1894) titulado Estudios históricos: orígenes venezolanos, publicado en el año de 1891. Este estudio fue la ofrenda que presentó la Universidad Central de Venezuela al Libertador, el día de la inauguración de su estatua ecuestre, el 7 de noviembre de 1874. El Instituto tuvo a bien laurear al autor, quien dedicó su trabajo al ilustrísimo señor don Miguel Rodríguez Ferrer (1815-1889), autor del libro Los Vascongados.

“Hay un pueblo cuya historia remonta a la noche de los tiempos; cuyos hábitos, tradiciones y lenguaje no se han perdido al través de los cataclismos humanos; cuya nacionalidad, como un fuero de los antiguos privilegios, se ha conservado en el transcurso de los siglos, después de luchas sangrientas y de episodios sublimes que los anales del mundo registran, como los puros blasones de la raza primitiva que pobló en remotas épocas el suelo ibero. Ese pueblo es el vasco. ¿Cuál es la cuna de ese pueblo sin mezcla que ha resistido a la acción absorbente del tiempo, que domina la Nación española, que combate desde su origen, y que altanero levanta su erguida frente a las alturas de sus Pirineos para decir a cada generación que viene?: "Soy tan antiguo como el mundo". Buscadlo en las regiones del Cáucaso donde vivieron los antiguos iberos del Asia; seguidlo en sus excursiones de este a oeste en las regiones de Europa y contempladlo finalmente en los declives del Pirineo Occidental a orillas del mar Cantábrico, su última estación.

Ahí está, después de haber rechazado el yugo de Cartago y de Roma. Cuando Pompeyo lo somete en parte y Augusto lo abandona; cuando la Europa sucumbe ante la ciudad de Tíber, el vasco se inclina aparentemente ante el vencedor, como para rendir su homenaje a la gloria. Lucha después con el celta, con el visigodo, con el sarraceno, y orgulloso de sus triunfos tramonta sus cordilleras y se establece en el antiguo país de Ausai donde funda la Gascuña francesa y domina pueblos extranjeros. Desde entonces, está sólo, incrustado en el suelo de España, e independiente y libre, porque antes que español el vasco es vasco.

El vasco es la nacionalidad triunfante: es el Araucano de los Pirineos, siempre vigilante, siempre atento al rugido de la tempestad. No hay aldea, no hay roca, no hay árbol que no haya sido testigo de sus proezas desde las más remotas épocas. Diecinueve siglos han pasado, y ahí está como atalaya del mar Cantábrico, inmutable, sereno y temible en su lucha, si ve en peligro su nacionalidad y sus fueros, que él está dispuesto a sostener a costa de la sangre de sus hijos.

La memoria no los abandona, y al registrar las páginas inmortales de España recordarán que el vasco pertenece a todas las glorias y a todos los lugares. Recordarán que estuvo en las Navas de Tolosa, y en el Salado, y en Lepanto. Vasco es el que vence a Carlo Magno en Roncesvalles y vasco el que conduce la enseña gloriosa en el puente roto de Castilla. El vasco figura en los muros de Gibraltar y en los de Granada; vasco, en fin, es el que hace prisionero a Francisco I en los muros de Pavía. Sacadlo del campo de batalla, y lo encontraréis como el primer explorador de la ballena en los mares de Groenlandia y de Terranova, y conocedor de todos los océanos.

Vasco hubo en el descubrimiento de América, y en las conquistas de España en Asia, vasco finalmente es aquel Sebastián de Elcano, el primero que da la vuelta al mundo. Compañero de Magallanes, a él sólo estaba reservada la gloria de llevar en sus armas aquella divisa que le concedió el Rey: Primun me circumdedisti. Ninguna gloria más completa para España, que ser la primera en dar la vuelta al mundo que ella acababa de complementar con el descubrimiento de América. ¡América! (https://bit.ly/2MoX5Sm)

La Compañía Guipuzcoana que a principio del siglo XVIII, siembra los gérmenes de la riqueza venezolana e interviene durante media centuria, como principio político, en la suerte de Venezuela. La Historia será siempre justiciera para conceder a los vascos establecidos en Venezuela la gloria de haber sido los primeros innovadores y los verdaderos creadores de la industria agrícola. Fue la primera aristocracia mercantil fundada en el Nuevo Mundo. Pero no fue sólo en el cultivo de la tierra y en el incremento del rebaño donde ostentó el vasco su pujanza. Puerto Cabello, refugio de los piratas, sitio de chozas de pescadores, por donde se efectuaba el comercio clandestino, se transforma de pronto, y el vasco, construyendo hermosas casa y almacenes espaciosos, hace de un lugar despreciable el primer puerto de Venezuela.

En los ricos y pintorescos valles de Aragua, las aldeas ascendieron al título de villas, y caseríos que apenas eran chozas pajizas, en la dilatada zona de bosque que se extiende desde el lago de Valencia hasta la orilla del Portuguesa y del Apure, recibieron el impulso asombroso que debía convertir regiones selváticas en centro de movimiento y de lucro. A pesar de tantos males como se imputan a la Compañía Guipuzcoana, ella produjo bienes inestimables.
Sean cuales fueren las increpaciones que dirigió la opinión del país contra este establecimiento, no podrá negarse nunca que él fue el que dio gran impulso a la idea que planteó la conquista, y organizó el celo evangélico. Los conquistadores y los conquistados reunidos por una lengua y por una religión, en una sola familia, vieron prosperar el sudor común con que regaban, en beneficio de la madre patria, una tierra tiranizada hasta entonces por el monopolio de la Holanda"   (Andrés Bello: Recuerdos de la historia de Venezuela).

En la última parte de su libro, Arístides Rojas resalta a la familia vasca desde la fundación de la Provincia de Venezuela, y refiere que con un vasco, el mariscal Emparan, termina en aquel memorable día (19 de abril de 1810) la larga serie de capitanes generales que, desde Alfinger en 1528, se había sucedido sin interrupción por espacio de tres siglos. Narra en forma magistral la ascendencia vasca del Libertador, y todos los lugares del País Vasco que llevan el nombre de Bolívar. En el caso de los nombres vascos, como dice Don Antonio de Trueba: " El apellido Bolívar, que es clásicamente éuscaro equivale a Pradera de molino”.

Recuerda al vasco que salvará a Bolívar en los momentos de peligro: Francisco Iturbe, se presentará a Monteverde y exigirá el pasaporte para el vencido de Puerto Cabello. Era Iturbe uno de aquellos espíritus rectos, pacíficos y pundonorosos, de nobilísima alma y para quienes la amistad es culto. "He aquí el más grande de los descendientes vascos en ambos mundos. "Familias vascas en Venezuela desde la colonia hasta la primera mitad del siglo XIX. Entre las familias de origen vascongado que hay en Venezuela, la más antigua parece ser la de Bolívar (1588). Inserta una lista de patronímicos vascos con sus significados en español que datan de los siglos XVI, XVII y muchos del siglo XVII, en los días de la Compañía Guipuzcoana, 1730 a 1780: otros pocos pertenecen a la primera mitad del siglo XIX. 

Para concluir, Arístides Rojas hace el siguiente comentario: De un pueblo de esclavos no salen los hombres de la revolución de 1810 a 1830, ni los ingenios que figuraron al frente de nuestros comicios y asambleas, ni los adalides que lucharon y vencieron en los campos de batalla. Ni el odio ni la venganza debía interponerse entre España y América, sino el océano, límite natural entre dos pueblos que conservan para uno y otro mundo iguales tradiciones, lenguajes, costumbres y comunes gloria. Lo que España había realizado en el siglo XV, lo complementaban sus descendientes en el siglo XIX: elocuente corolario de aquella época inmortal. La familia era la misma, pero en regiones distintas. Bolívar es también gloria de España. Mengua hubiera sido entregarse al extranjero, a nuevos invasores que hubieran ahogado al trabajo de tres siglos, haciendo desaparecer raza, costumbres, lenguaje y tradiciones. Pertenecía a América continuar la obra y conservar la historia de la familia”.

Maracaibo, domingo 13 de octubre del año 2019

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