Algunas personas y más si son “libreros” quienes tienen la
fortuna de poder biblioetiquear a
mansalva los muchos libros a su alcance, o quienes pueden vivir en una lectura
y relectura permanente, en ocasiones nos hallamos regresando a disfrutar
emociones pasajeras, cosa que no es difícil, porque la literatura
particularmente en su re lectura, está llena de personajes ya reconocibles, que
a veces lucen imprevisibles ante el lector, y a pesar de sus rasgos muy
peculiares, hacen que un personaje reconocible en su excentricidad luzca
convertido en un ser que puede ser extrapolable a la realidad, en ocasiones con
aspectos incómodos o enfermizos.
Al
leer o releer puede que algunos de estos personajes se vean como alguien
reconocible en su excentricidad, y aparezca convertido en un ser que puede ser
extrapolable a la realidad, con aspecto
un tanto incómodo o enfermizo.
Esta realidad estas situaciones han terminado por darle nombre a una serie
de patologías que son ya bien reconocidas, llegando a crear síndromes que pueden tornarse en casos reales, que convierten
la existencia de quienes los padecen en un verdadero calvario. Sin llegar a
casos dramáticos y patológicos podemos repasar en este blog lapesteloca los llamados “síndromes
literarios”.
La
relación de personajes de la literatura con algún tipo de enfermedad, puede
parecer tal vez extraña, pero a la vez puede ser una situación muy real por la
cercana relación entre la creación literaria y posibles trastornos psicológicos
de sus muchas veces icónicos personajes. Si bien no es el primero en hacer
alusión a la relación que puede existir entre personajes de la literatura con
algún tipo de enfermedad, el escritor alemán Charles Bukowski, en una de sus
citas más icónicas una vez dijo…“Escribir
es un don y una enfermedad. Me alegro de haberme contagiado”.
La
escritora española Rosa Montero le dedica a esta situación todo un ensayo
entero (El peligro de estar cuerda), que
evoca varios síndromes -conjunto de síntomas que no se corresponden
necesariamente, con una única enfermedad- y que pueden ser tanto físicos como
psicológicos. Esta realidad ha terminado por darle
nombre a toda una serie de patologías
que son ya bien reconocidas, con síndromes directamente
relacionados con personajes literarios.
El libro Peter Pan de James M. Barrie, es una auténtica obra maestra y nos presenta uno de los personajes más
conocidos, aunque quizás de los menos leídos de la literatura. Seguramente que
todos hemos volado a través del cine a la tierra de Nunca Jamás con Peter
Pan, Wendy, el hada Campanilla, y conocemos a los Niños Perdidos y al Capitán
Garfio. Se dice de quien tiene el “Síndrome Peter Pan” que es “alguien
infantil e inmaduro en un sentido psicológico y social”. El paciente
sindromático, no quiere crecer, así que se estanca en un comportamiento
infantil o adolescente, y no evoluciona, situación que lo va a lo convertir en
una persona egoísta y, en casos extremos, puede derivar en trastornos
psicológicos con una personalidad narcisista.
El Síndrome de
Peter Pan no es un desorden mental y
quizás se trata más de una expresión coloquial que se relaciona con el
arquetipo de ‘puer aeternus’ para
designar a aquellos hombres y mujeres que mantienen una conducta propia de
edades más tempranas. El término “Síndrome de Peter Pan: los hombres que
nunca han crecido” fue acuñado en 1983 por Dan Kiley, haciendo alusión
a esas personas que se niegan a aceptar el paso a la edad adulta.
El Síndrome de Dorian Grey es parte de un trastorno denominado “dismorfofobia”,
y quien lo sufre no soporta padecer defectos
o anomalías que afecten a su apariencia estética, especialmente al rostro. El protagonista de ‘El retrato de Dorian Gray’ vende su
alma al diablo para no envejecer. Esta obsesión por la eterna juventud del
personaje de Oscar Wilde da nombre a un desorden caracterizado por la preocupación extrema de la apariencia
física y la dificultad para encajar el envejecimiento.
Cuando a finales del XIX el talento y la irreverencia de Oscar Wilde escandalizaron a Gran Bretaña y, por ende, al resto del mundo, el genial irlandés dio un golpe de efecto con una deliciosa fábula en la que la estética y el mal, ponen en jaque a la ética y al bien, cuando el joven Gray accede a que su amigo el pintor Basil Hallward lo retrate con una intensidad diabólica pero real, puesto que el cuadro comenzará a reflejar las transformaciones físicas y espirituales de un alma preñada de perversiones, claroscuros y recovecos o, con la esencia de un seductor exquisito, refinado pero infinitamente malévolo a quien sus excesos en apariencia no le pasarán por un tiempo factura de ningún tipo…
La heroína de la novela Madame Bovary de Gustave Flaubert vive en un estado de frustración e insatisfacción crónica, atrapada entre sus aspiraciones y fantasías, y la insoportable parquedad de la realidad que habita, para ella nunca parece ser suficiente. Es la persona eternamente insatisfecha, y ese es el rasgo que caracteriza a quienes padecen el Síndrome de Madame Bovary, donde las divergencias entre sus ilusiones y la realidad serán siempre insalvables. Se trata de un trastorno de carácter normalmente afectivo y vinculado a la depresión. Enma Bovary nunca será feliz junto a su marido, un modesto médico de pueblo. Ni el nacimiento de su hija ni su affaire con un joven seductor de provincias lograrán colmar a la mujer eternamente insatisfecha. De este síndrome inspirado en la heroína de Flaubert, el filósofo Jules de Gaultier acuñaría el término de ‘bovarismo’ para designar a aquellas personas permanentemente insatisfechas debido a las divergencias entre sus ilusiones y la realidad. Emma Bovary, aspiraba a una vida que no se correspondía en absoluto con su realidad.
En
el libro Madame Bovary, Gustave
Flaubert describe la desgarrada realidad en que vive Enma Bovary y sus ensueños de romances y riquezas, y en otra
gran obra literaria, la novela del escritor ruso Leon Tolstoi, veremos el Síndrome de Anna Karenina en la
historia de la condesa Anna Karenina y Vronsky, situacion que sirve para
definir a aquellos que aman a una pareja tan ciegamente que son incapaces de
ver más allá de su reflejo y de sus propias sensaciones. “Confunden el amor a sí mismos con el amar”, y como una
consecuencia, debido a esa pasión y exaltación, esas relaciones generalmente no
suelen salir bien paradas.
El protagonista de la obra ‘Otelo’, de William Shakespeare, donde el moro de Venecia, mata a su
mujer porque piensa (erróneamente) que ella le está siendo infiel. Así se dice,
que quienes padecen el síndrome de Otelo sufren de celos patológicos, o delirios celotípicos que hacen que la persona tenga
dudas irracionales sobre la fidelidad de su pareja. Son personas desconfiadas,
inseguras, con problemas de comunicación e inmadurez emocional. En casos
extremos el síndrome se asocia al alcoholismo y a los desórdenes neurológicos. El Síndrome de Otelo se
ve en la obra de Shakespeare donde Otelo acabará por asesinar a su esposa
Desdémona en un “ataque de celos”, en la realidad esa actitud se denomina ‘celotipia’
y se refiere a un desorden psicológico caracterizado por celos mórbidos. Quien
los padece busca constantemente pruebas de infidelidad de su pareja (aunque no
sean ciertas) y ejerce un control desmesurado en la vida del otro.
Entre tantos personajes de la literatura hay
muchos que se han transformado en arquetipos de Síndromes con patologías que
merecen ser examinados en una segunda parte de este artículo titulado Los Síndromes Literarios, por lo que es
mejor detenernos aquí y será mañana cuando finalizaremos este asunto.
En Maracaibo, el jueves 30 de enero del año 2025
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