domingo, 12 de enero de 2025

Patricia Guzmán por José Pulido

 

El miércoles 27 de noviembre, el año pasado 2024 hablamos sobre Patricia Guzmán (Caracas, 1960), en este blog lapesteloca y conversaría sobre una época hace ya muchos años cuando ella trabajaba en el periodismo y en la docencia, mientras yo intentaba garrapateando letras iniciarme como escritor en ciernes, y gracias a su ayuda, ella publicaría algunos de mis pequeños relatos en El Diario de Caracas y en su Suplemento Cultural, y con sus consejos me estimularía a seguir escribiendo. 

José Pulido (1945) recientemente escribiría sobre ella en “Las resonancias místicas en la poesía de Patricia Guzmán” describiendo su persona con estas palabras: “Cuando estaba dedicada al periodismo, cada uno de sus trabajos constituía una especie de reto. Todo tenía importancia. Nunca trató la información como algo que se podía escribir sin el respeto y la belleza con que se escribe un poema. Ella es delicada como una estrella que dura millones de años apagándose. Su cara es una luz”“En la época que la conocí se movía como una bailarina sonriente cuya música solo ella escuchaba y era evidente que la música estaba ahí: se notaba en sus escritos. Sus palabras se dejaban caer levemente, pero quedaban retumbando mucho tiempo después, como un estremecimiento sísmico. Su belleza abismaba, sumergía en instancias que parecían sahumerios para la mirada. Era de una fragilidad hermosa, como si se hubiera preparado para ser modelo de vírgenes bizantinas, y un día estuvo a punto de morir; sé que la operaron y que se salvó representando aquello un verdadero milagro, en cuyo desarrollo tuvo mucho que ver su esposo. Cuando reapareció, su delicadeza se había multiplicado, ahora era como de cristal, como de pétalos. Y su rostro de muchacha que bailaba en el aire de las almas y en el pálpito de las emociones, ya no estaba: pertenecía a nuestras sensaciones. La poesía se había apoderado de nosotros”.

Tras este hermoso prolegómeno, entonces, José Pulido le preguntaría a Patricia sobre su poesía ¿Cómo es la relación entre las dos? ¿Quién la guía, quién se somete? Y Patricia Guzmán le respondería, sencillamente“Siento un vínculo muy estrecho, entrañable, con la poesía. Siento que sin ella soy huérfana de habla, de silencio. Necesito que me someta y en esa circunstancia, en medio de la angustia, del vértigo, del ahogo, me reconozco, soy”. En varias ocasiones –le dice José Pulido- has revelado la esencia de ese vínculo hablando de tus libros: ¿puedes hacerlo de nuevo? Y Patricia Guzmán le responderá que: en su “Soledad intacta” ella misma declararía:

“Frecuento los límites del cuerpo, del padecimiento físico y del goce que depara la efímera belleza. Presto oídos a la cadencia del espíritu desasistido. Lo súbito se me impone otorgando espacio a la sinrazón que signa el existir de la criatura humana, sin perder la conciencia de los objetos con los que habitamos y que nombran la frágil eternidad que encarna en lo cotidiano”.

“Mi primer libro, “De mí, lo oscuro” resultó una especie de confesión concentrada, un rito de ayuno, y repito: “hilvanada en versos breves, allí donde late lo improbable y asoma un pájaro, y ese pájaro se transfiguró en Ángel y me condujo a escribir “Canto de oficio” Y, fue como si la figura del Ángel tomara posesión de mí y las alas de ambos se estrechasen a través de mí, me exigieran otra respiración, una nueva modulación que desencadenó una experiencia espiritual misteriosa, extrema y extenuante: el canto, la invocación, el conjuro, las salmodias… A partir de “El Poema del Esposo” mi poesía adquirió una resonancia mayor entre los lectores y los críticos. Ese poema es muy importante para mí, porque me afinó la caja torácica. Entretejo las imágenes que entreveo con los perfumes que respira mi memoria, rezo, canto, me entrego, sirvo al amado, converso con el silencio, le doy indicaciones a la rosa y al espejo, enciendo velas, me sirvo una taza de té, corto nardos, rosas y pájaros para armar un ramo y obsequiárselo a mis hermanas. A ese poema le debo haber escrito “La Boda”, la ceremonia de mi boda con el Esposo, a la luz de cirios y ecos de bisturí. Los primeros versos de ese libro se me impusieron: “Yo tenía un Esposo, / Pero no me había casado / Las bodas sólo se celebran / Cuando llega la muerte // A mí la enfermedad me obsequió unas alianzas / El cruce de alianzas debe oficiarse bajo el Ala Derecha del Ángel”.

EnLa casa de los afligidos”. Dicha imagen salió a mi encuentro entre las Odas de Hölderlin y me ha deparado quizá la más extraña y perturbadora experiencia, entre las que ha transcurrido mi aproximación a la poesía. Al releerla en voz alta aún me turbo por lo que allí escribí sin tener conciencia de lo que estaba cifrando, y me conmueve escucharme ir tras “Él, que no desdeña” a quien Hölderlin tutea e invoca, como “Tú que no desdeñas la casa de los afligidos” .“El sentimiento de la “aflicción” se me reveló junto con tres versos de Emily Dickinson que gravitan en torno al Cerebro, al Cielo y a Dios, órbitas sobre las que se fueron entretejiendo mi trabajo poético y mis días”.

“En ese diario transcurrir de mi vida, inevitable me ha resultado extremar la experiencia con mi voz, el estremecimiento que ella suscita en el lenguaje y el temblor que me embarga y embarga el habla de los poemas que escribo y que a mediados del año 2010 me condujeron a adentrarme en el hermosísimo tratado místico “Moradas de los corazones”, de Abu-I-Hassan-al-Nuri (840-907) de Bagdad, en el que descubrí, abismada, que esboza el símil de los siete castillos interiores del alma en los que penetró Teresa de Jesús, cristianizando un motivo simbólico en el que el Islam ha insistido a lo largo de muchos siglos”.

“En esos mismos días, leyendo con la sed de siempre los poemas de Ana Ajmátova, me imantaron estos versos: “Despójame de todo, pero déjame// la frescura de esta rosa encarnada” y los entretejí con otros versos que se habían sembrado en mí, en diferentes momentos de mi corazón, en horas de desasosiego, y de un goce indescriptible, mientras ayunaba en una celda, mientras estaba confinada deseosa de dar con una rama donde posar el dolor o la gracia del sentirme viva respirando el aroma de la rosa eterna de Dante, o las de Rilke, Blake, Dickinson y Di Giorgio, a la escucha de la tórtola que entreví en las Moradas de los Corazones de Al Nuri, el llamamiento de Hesse y la desolación de Celan”.

Finalmente, tras hablar sobre “El almendro florido” (Kalathos Ediciones España / Madrid / 2018), un libro que contiene saberes de otros tiempos, saberes que brotan del reverente pasear por claustros de silencio y galerías de la Memoria, donde la rosa y la fuente enlazan color y canto en un movimiento ascensional sin fin…Viaje a lo intemporal e inefable, a las mansiones del Ser”. Sobre este libro dice Patricia: “lo fui escribiendo como estando en procesión y sujetando un relicario que colgué en el bíblico árbol de las nupcias, posesa de nuestro Señor y Rey. Y con sed de sabiduría divina, de plenitud, me entregué, como la bienaventurada beguina de Amberes, en el amor desnudo, sin palabras ni porqués.

Concluye José Pulido refiriéndose a ese milagroso, poder de la poesía, que consiste en escenificar lo que no puede ser dicho, lo que escapa a las palabras, lo intocado y su maravilla, que quizás radique en esto: aunque El almendro florido podría ser el más íntimo –el más próximo al punto de incandescencia de la persona Patricia Guzmán- a la vez, es el más aglutinador…”

Finalmente, les invito a leer completa la entrevista hecha por José Pulido a Patricia Guzmán en La Red Iberoamericana de Poetas y Críticos Literarios Cristianos (Tiberíades), o en el Grupo LiPo de “hermenéutica y poesía para defender lo bueno”, donde quiera que se encuentre, el articulo del sábado 4 de este mes de enero del 2025.

Maracaibo, domingo 12 de enero del año 2025

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