Con el nombre de Himno a la alegría se conoce al cuarto movimiento de la Novena sinfonía de Ludwig van Beethoven (1770-1827), en el que musicaliza el poema de Friedrich Schiller (1759-1805) llamado Oda a la alegría (Ode an die Freude) que se ha convertido en una referencia universal de la música y es valorado como un cántico a la fraternidad universal.
El Himno a la alegría representa el primer movimiento coral inserto dentro de una sinfonía, gracias a que Beethoven decidió “hacer hablar” a la que fue su última obra sinfónica cuya fama se debe también a los valores expresados en el poema de Schiller... La influencia de esta composición musical ha sido tan grande que ha pasado de la música académica a la música pop, como lo demostró la versión que hizo el cantante español Miguel Ríos en 1970.
El anhelo de igualdad, fraternidad y libertad en la cultura germana se había expresado tres años antes de la revolución francesa, en 1786, cuando Friedrich Schiller publicó su Oda a la alegría. Schiller formaba parte de la generación del Sturm und Drang (‘tormenta e ímpetu’), un movimiento prerromántico que reclamaba aquellos valores por medio de las artes.
Son diversas las fuentes que aseguran que Beethoven en 1793, conocía el poema de Schiller y que desde entonces le seducía la idea de musicalizarlo, si bien no fue sino hasta 1817 cuando esto comenzó a tomar una forma concreta y en su último período como compositor, Beethoven escribe la Novena, totalmente sordo, cosa que no le impide concretar aquella idea remota que había tenido en 1793 de musicalizar el poema de Schiller, como expresión de aquellos valores que conmovieron al compositor a lo largo de su vida.
En la fecha en que Beethoven hizo la Novena sinfonía, el romanticismo estaba en auge. En este momento de la historia, los compositores no se proponían apenas "musicalizar", sino convertir sus composiciones en auténticas imágenes de los textos que recreaban. Por ello, el siglo XIX vio el desarrollo estupendo de géneros como el lied (canción alemana) y la ópera, que existía desde el siglo XVI, encontró un nuevo aire. Sin embargo, la forma de la sinfonía estaba ajena a estos cambios. La decisión de Beethoven de incluir la Oda a la alegría en la Novena sinfonía fue, una idea arriesgada y por lo mismo representaría una proclama de libertad creadora.
La decisión de Beethoven reivindica el poder de la palabra musicalizada, a la vez que la voz es convertida en instrumento hermoso, un vehículo para la aproximación fraterna y el encuentro transformador. Todo lo que toca la música queda elevado a ser una experiencia liberadora. La Novena sinfonía y, en ella, el Himno a la alegría, fue una auténtica liberación personal y musical que permitió la creación de un nuevo género, la sinfonía coral.
El Himno a la alegría es la sección más popular de la Novena sinfonía. Por el tema del texto, rápidamente se convirtió en un símbolo popular. La Novena sinfonía, y el cuarto movimiento en particular, se han usado como instrumento propagandístico de diferentes confesiones políticas.
En un artículo titulado La Novena de Beethoven: una sinfonía para el mundo, se informa que el general Otto von Bismarck (1815-1898), responsable de la unificación de Alemania en el siglo XIX, la utilizó para levantar la moral del ejército. La usaron también los españoles en 1931 en la proclamación de la Segunda República. La usaron los nazis desde 1933 y los fascistas italianos poco después. Los aliados también se apropiaron de ella y frecuentemente la incluían en los conciertos de la causa. Tras el suicidio de Adolfo Hitler, la pieza fue difundida en la radio alemana. Entre los años 1956 y 1964, en pleno contexto de la Guerra Fría, el Himno a la alegría representó tanto a la República Democrática Alemana (RDA) como a la República Federal Alemana (RFA) en los Juegos Olímpicos.
La página oficial de la Unión Europea informa que, en 1972, el Himno a la alegría inspiró el himno del Consejo de Europa, adoptado en 1984 como el himno oficial de la Unión Europea, aunque fue retirada la letra como una manera de preservar el principio de “igualdad” y “libertad”. En 1974 el cuarto movimiento de la Novena fue utilizado como motivo para componer el himno de la extinta República de Rodesia o Rhodesia, un estado no reconocido que se había instalado en la actual Zimbabue entre 1965 y 1979.
En la navidad de 1989, tras la caída del muro de Berlín, la Novena sinfonía fue interpretada bajo la dirección de Leonard Bernstein. El texto fue adaptado para celebrar el acontecimiento de la reunificación alemana. Así, donde debía decir “alegría” (Freude) se cantó “libertad” (Freiheit).
Más allá de las pretensiones de los políticos, ciertamente el Himno a la alegría es todo un símbolo popular. Por ello, el cantante español Miguel Ríos presentó una versión pop en su disco Despierta, de 1970. El texto fue adaptado y desde entonces, se ha dado a conocer a todos los países de habla hispana como símbolo de la paz, la libertad y la fraternidad. El Himno a la alegría de Miguel Ríos inicia de esta manera: Escucha, hermano, la canción de la alegría/ El canto alegre del que espera/ Un nuevo día. Ven, canta, sueña cantando/Vive soñando el nuevo Sol/En que los hombres/Volverán a ser hermanos. Ven, canta, sueña cantando/Vive soñando el nuevo Sol/En que los hombres/ Volverán a ser hermanos.
Esta historia se podría iniciar para mí, siendo un menor de edad, estudiante del colegio Gonzaga de Maracaibo, quien, sin saber mucho de música, más allá de ser “tiple” (primera voz) del orfeón, me puedo volver a ver cantando el ya re-ensayado “Himno de la alegría” en el Teatro Baralt con todos los estudiantes de “los colegios católicos de la ciudad”. Muchos años después me enteraría de los detalles sobre Beethoven y su sinfonía coral, e igualmente supe que entre las estudiantes del Colegio Zaragoza cantaba también una joven rubia, hija del Sr Blandenier, un químico suizo de la casa Van Dissel, Rode & Co., establecida con otras firmas de alemanes en la Maracaibo a comienzos del pasado siglo XX.
Hoy en 2025, ambos los niños cantores del Himno a la alegría en el Teatro Baralt, todavía viven con más de 85 años encima… Somos los últimos anatomopatólogos que sobreviven a la…(lo que me llega a la cabeza es la “caída del Imperio Romano”, o a la “toma de Constantinopla por los turcos”) pero la realidad es: “al ocaso de IAP de la UCV”. La niña rubia se fue a Trujillo porque su papá fundaría una farmacia en Valera y allí conoció a un apuesto llanero con quien (ambos graduados como médicos y patólogos) se casaría y crearían una gran familia en la capital pasando a ser, ambos, iconos del Instituto de Patología de la Facultad de Medicina en la UCV.
Así que tomándome la libertad de mezclar la historia musical de Bethoven y la prosa de Schiller con el himno de Miguel Ríos, he regresado desde tan lejos al presente para recordar que todavía podemos relatar estos hechos, sobreviviendo a las actuales condiciones en que se encuentran los jubilados y pensionados de este país, y todo esto, tan solo gracias a Dios, quien con su divina providencia e infinita misericordia nos ha mantenido vivos para poder relatarles esta musical aventura.
Escrito en Maracaibo, el
día domingo 19 de enero del año 2025
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