Sultana del Lago y el año de la lepra
En realidad quería hacer hoy, muy brevemente un comentario que, quizás se parecerá al que ya hiciera en diciembre 2013 en este mismo blog sobre otra de mis novelas. Hoy quiero destacar que la editorial zuliana, Sultana del Lago, acaba de publicar una segunda edición de mi novela sobre la lepra, los investigadores y los cachicamos, con el título de “2011 el año de la lepra”. Las conexiones de nuestra editorial local con Amazon y las diversas maneras de ofrecerla al público interesado, son muy promisoras y deberán servir de incentivo para estimular la lectura de nuestra literatura.
Dentro de esa novela, -cuya primera edición sin el prefijo del año (2011) fue publicada en aquel entonces, y curiosamente desapareció del mercado- está escrita una historia que es real y verdadera. En sus capítulos impares, la novela relata la vida de un personaje -el doctor Luis Daniel Beauperthuy- quien nació en la isla caribeña de Guadalupe, se graduó de médico en París, se casó con una joven venezolana y vivió en Cumaná donde luchó contra epidemias y terremotos ayudando a la gente.
En Cumaná descubrió que la fiebre amarilla (el terrible “vómito negro”) era trasmitida por un mosquito que tenía sus patas rayadas de blanco y lo describió minuciosamente, pero los franceses no le creyeron. En aquellos días el doctor enviaba sus resultados a Francia pero era impensable para La Academia de la Ciencia en Francia, -aunque el doctor Beauperthuy lo publicase-, que un mosquito fuese capaz de trasmitir enfermedades. También creyó el doctor Beauperthuy que había descubierto como curar la lepra y trabajó durante años en eso y publicó todo lo que hacía; él creía que existía un germen causal de la enfermedad bíblica que no era producto de “los miasmas”como se pensaba entonces…
Estas cosas sucedieron hasta el año 1871, cuando el doctor Luis Daniel Beauperthuy a quienes le conocían, le llamaban "el médico de Cumaná", todos sabían cómo, en su afán de curar la lepra, había creado leprocomios en Cumaná estuvo ayudando durante años a sus pacientes. Sería a través de sus publicaciones cómo se enterarían los ingleses al leer sus trabajos sobre la lepra, y decidieron crearle un leprocomio en una islita en medio del río Esequibo, para que allí, pudiese él seguir trabajando con los leprosos...Allá lejos de Cumaná, donde el
río Esequibo se une al Mazaruni para desembocar en el Mar Caribe, en un pequeño
pueblo de pescadores en las orillas del río Esequibo, se instaló el médico con
uno de sus sobrinos y desde allí zarpó día tras día, navegando hasta su islita
para atender a los leprosos, durante muchos meses, hasta que falleció. Sus
restos se quedaron allá, en lo que fue la Guayana inglesa y ahora es territorio
en reclamación, el que seguramente ya perdimos y es parte de Guyana...
Quería que quienes leerán hoy día la novela recientemente publicada por Sultana del Lago (“2011, el año de la lepra”) supiesen o recordasen esto, que es una parte histórica y real dentro de esta novela, porque es nuestra historia, aunque aparezca en una novela y como siempre puede que se perciba con tristeza y quizás dejará un amargo sabor, pero debemos conocerla…
Maracaibo, jueves 15 de julio del año 2021
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