La prosa poética de José Antonio Ramos Sucre
José Antonio Ramos Sucre (Cumaná,1890-Ginebra,1930). Su obra es relativamente breve y está recogida en tres libros: La torre de Timón (1925), El cielo de esmalte y Las formas del fuego, estos editados en 1929. En La torre de Timón se recogen los escritos de Trizas de papel, editado en 1921. En noviembre del año 2016, ya he hablado en este blog lapesteloca (https://bit.ly/36Vq6gk) sobre este poeta venezolano pero regreso hoy, cinco años después a conversar sobre él.
Para la época de Ramos Sucre, cuando su poesía comenzó siendo plasmada en las revistas “Elite” y “Válvula”, la misma sería vista como extraña y sólo sería leída por unos pocos. Venezuela se encontraba bajo los lineamientos del Modernismo y del Criollismo, y la voz poética de Ramos Sucre se inscribe a la par de un Vallejo o de Huidobro, en el horizonte innovador de la literatura de América Latina.
José Antonio Ramos Sucre nacería en Cumaná el mes de junio del año 1890. Sus padres fueron Jerónimo Ramos Martínez y Rita Sucre Mora de Ramos, nieta del Coronel José Gerónimo Sucre Alcalá, hermano del Mariscal Antonio José de Sucre. Su infancia, bajo la estricta tutela de su austero tío, el padre Ramos Martínez, estuvo alejada de juegos con los compañeros, y dedicada desde muy temprano a la ardua tarea de la lectura y el estudio. El temperamento tímido del niño se iría sustrayendo a la realidad y él construirá su mundo entre las vivencias de personajes conocidos a través de innumerables libros que pronto lo convertirían en el único habitante de la biblioteca de su tío, su único refugio, la torre de timón.
Después de la muerte del tío Ramos Martínez, el 23 de octubre de 1903, José Antonio regresó a Cumaná; en su ciudad natal estudiará en el Colegio Nacional de Cumaná, dirigido por don José Silverio González Varela, donde en 1908, se graduaría de bachiller, y entablaría amistad con Cruz María Salmerón Acosta (1892-1929) el escritor y poeta venezolano que formó parte de la Generación del 18; conocido como el «poeta del martirio» y «solitario de la cima de Manicuare». Su obra –la mayoría sonetos– estuvo influenciada por la corriente del modernismo.
En Carúpano, bajo la tutela del tío, Presbítero Dr. José Antonio Ramos Martínez, se inicia en los estudios del latín. En 1910 se gradúa de bachiller en Filosofía, y en 1911 viajó a Caracas, para iniciar en la Universidad Central sus estudios de Derecho y Literatura y continuar aprendiendo idiomas. Presentará los exámenes de admisión en la Universidad Central de Venezuela (UCV) y durante una epidemia que obligó a cerrar temporalmente la universidad Ramos Sucre se dedicaría a estudiar como autodidacta, y tras los exámenes de admisión universitaria, en 1912 iniciará comienza sus estudios de Derecho y Literatura y continúa aprendiendo los idiomas griego antiguo y moderno, francés, inglés, italiano, portugués, alemán, danés, sueco y sánscrito.
El afán de Ramos Sucre por el aprendizaje lo llevaría a estudiar la cultura greco-latina y de los autores de la literatura universal. Como autodidacta dominó los idiomas para leerlos en el original, y se imbuiría en complejos tratados de filosofía y de mitología oriental, de geografía e historia, de lingüística, de religión y de esoterismo. Su mente irá madurando con todas las ideas y propuestas poéticas que hallaría en sus textos. José Antonio cumpliría los 18 años de edad en 1913, cuando la Universidad Central de Venezuela cerrada por el gobierno del General Juan Vicente Gómez (1908-1935), lo que obligará a Ramos Sucre a continuar los estudios como autodidacta y a dar clases de latín. En 1916 y durante tres semestres presentará exitosamente los exámenes de la carrera de Derecho en la UCV para culminar sus estudios en 1917. El poeta, en el aislamiento inicial de sus primeros años verá recrudecer la imagen de un mundo perturbado por la Primera Guerra Mundial, ante la visión de un país desgarrado por la dictadura gomecista.
La obra de Ramos Sucre no sería comprendida por sus contemporáneos, ninguno se interesó en profundizar en ella y tan solo fue a partir del 1958 cuando las generaciones que se agruparían en torno a Sardio, a Tabla Redonda y a El Techo de la Ballena, comenzaron a verlo como el gran maestro. Ramos Sucre publicó varias contribuciones sobre temas tan variados como poesía, la democracia, el feminismo, la herencia, la desigualdad, el contrato de venta, etc; esos escritos aparecieron en los diarios Renacimiento, El Heraldo, El Universal, El Nuevo Diario y en revistas como Actualidades y Élite. En 1916, José Antonio Ramos Sucre publicó traducciones del poeta alemán Ludwig Uhland; y en 1921, reunió sus primeros poemas en la obra Trizas de papel. En 1923 publicó como panfleto su texto Sobre las huellas de Humboldt; ambas obras las incluyó posteriormente en su libro La Torre de Timón (1925).
La poesía de Ramos Sucre está en prosa y sus textos brillan por la supresión del que relativo, y por la acentuación del yo que le da impulso y respiración al poema. El debatido tema de la diferencia entre la prosa y la poesía, puede conducirnos a la pregunta de qué es en realidad la poesía. Se podría afirmar después de Baudelaire y de los simbolistas hasta los surrealistas y a la actual concepción de lo que significa la poesía, una muestra perfecta es el poema en prosa. La mejor demostración de que la poesía no depende de cuestiones como la estrofa, o la rima, se percibe al leer a Ramos Sucre.
Fernando Guzmán Toro obtuvo el Premio Único de ensayo en el II Concurso por una Venezuela Literaria en 2012 con su obra “Los arquetipos y arcanos e el viaje por el imaginario poético de José Antonio Ramos Sucre” publicado por el Grupo Editorial NSB (2013). Los arquetipos vinculados a lo simbólico y presentes en la psique de los humanos son parte del inconsciente colectivo y según Guzmán Toro, los arcanos del tarot configuran para Ramos Sucre una especie de viaje onírico y a través del mismo, donde él logra establecer en su prosa poética, veintiún arcanos que se pueden numerar desde el primero como “el loco”, y así sucesivamente “la papisa”, “la emperatriz”, “el emperador”, “el Papa”, “el enamorado”, “el carro tirado por dos caballos”, “la justicia”, “el ermitaño”, “la rueda de la fortuna”, “la fuerza”, “el colgado”, “un esqueleto con guadaña”, “un Ángel que es acuario”, “el diablo”, “la torre”, “el río”, “la luna”, “el sol”, “el Ángel de la trompeta” y “el mundo”. El análisis que hace Guzmán Toro sobre todos estos simbolismos que se perciben centrados en un ambiente medieval, se detectan en el imaginario poético de Ramos Sucre, creando una interesante investigación sobre los simbolismos ocultos en su obra.
José Antonio Ramos Sucre siempre fue un habitante de su interioridad más plena. Si acaso se producía algún acercamiento a otros, era porque quizás fueron capaces de entender el tormento de un hombre en perpetuo reconocimiento de sus propios males. Igualmente estuvo aislado del amor carnal, y de toda realización de pareja. Este fue quizás otro nivel de fracaso, junto a sus razones y a la incomprensión de su obra que iría minando poco a poco, el pulso de su pluma con mayores males.
En el mundo imaginario y fantasmal de sus innumerables lecturas y los universos traducidos, en el dolor de sentirse un ser destinado a la dispersión y al extrañamiento, parecería haber vivido en una constante preparación del final, y escribiría… “Quiero morir y busco las sugestiones lúgubres, y a mi lado arde constantemente este tenebrario, antes escondido en un desván de la casa” (La vida de maldito). “He sentido el estupor y la felicidad de la muerte. Un aura deliciosa, viajera de otros mundos, solazaba mi frente e invitaba al canto los cisnes del alba”. (El Desesperado).
En la Cancillería José Antonio Ramos Sucre permaneció hasta finales de 1929, cuando sería nombrado cónsul en Ginebra, hecho este que le abriría esperanzas de curación de sus insomnios, padecidos durante tanto tiempo. Ese mismo año viajó a Europa, pero las crisis de insomnio que venía sufriendo antes se hacen cada vez más severas, y los médicos diagnostican desórdenes nerviosos. Pasará una temporada en el sanatorio Stephanie, en la ciudad italiana de Merano y en marzo de ese año se encarga formalmente del consulado en Ginebra.
El 09 de junio de 1930 José Antonio cumpliría 40 años y su estado depresivo empeoraba. En cartas a su prima Dolores Emilia Madriz le dirá. “Me prometen curarme, levantarme de esta fosa. Anoche dormí en paz y lo declaro por milagro”(…) “Solamente el miedo al suicidio me permite sufrir con tanta paciencia”… “Prima adorada: sólo puedo asegurarte que no volverás a verme enfermo”(...) “yo no me resigno a pasar el resto de mi vida, ¡ quién sabe cuántos años!, en la decadencia mental”.
La larga lucha de Ramos Sucre contra el insomnio la perdería en la ciudad de Ginebra, el 13 de junio de 1930 cuando se consumó su muerte, a la que se había entregado voluntariamente cuatro días antes. Sus restos reposan en el Cementerio de Santa Inés de la ciudad de Cumaná.
Maracaibo, sábado 24 de julio del año 2021
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