martes, 10 de septiembre de 2019

Jheronimus van Aken


Jheronimus van Aken

            Jheronimus van Aken, conocido en España como El Bosco (1450-1516), era miembro de una familia de pintores, y había nacido alrededor del año 1450 en la ciudad holandesa de 's-Hertogenbosch, en el bosque ducal; en francés Bois-le-Duc y en castellano, de nombre poco usado Bolduque, que era la capital septentrional del ducado de Brabante en los actuales Países Bajos. De 's-Hertogenbosch, su ciudad natal, comúnmente llamada Den Bosch, Jheronimus tomó el nombre con el que firmaría algunas de sus obras.

              Las visiones originalísimas y perturbadoras de El Bosco, de quien se ha dicho fuera “creador de demonios” o “pintor de fantásticas y estrambóticas visiones”, han cautivado a través del tiempo a los estudiosos de su pintura, y llevado a intrincadas interpretaciones sobre el significado de sus escenas pobladas de criaturas de pesadilla. https://bit.ly/2kqHrJN (Esta conexión te puede llevar hasta un retazo del Capítulo XI de mi novela “Para subir al cielo…” ganadora de Bienal de Literatura Elías David Curiel 1977, en Narrativa). Una de las genialidades de El Bosco fue su capacidad de invención, y en ese sentido, sus pinturas crearían un universo propio adelantado a su tiempo que por su originalidad renovaría  totalmente la iconografía de la época. En esta atmósfera, abundan inquietantes imágenes fantasmagóricas y seres deformes que permiten identificar su estilo con solo atisbar un fragmento de sus creaciones, de manera que en sus lienzos se observan a menudo alegorías de los pecados capitales como si existiese en ellos un trasfondo moral.

                    Aunque su influencia en los surrealistas, y en especial en Dalí, es indiscutible, El Bosco no es surrealista. Simplemente, él tomó los elementos de la realidad y con ellos enfilaría hacia la fantasía. Incluso en algunos de sus demonios, en quienes se deja llevar por su imaginación, los va construyendo con objetos de la vida cotidiana, creando una mezcla de realidad y de ficción, que nos lleva a meternos en su fantástico mundo. Por otra parte Jheronimus fue un paisajista excepcional.

                    A pesar de  que en Hertogenbosch no existía una universidad, ni era sede de un arzobispado, la gente gozaban de una actividad cultural apreciable; existían cinco cámaras de retórica y varias asociaciones literarias que organizaban actos culturales de teatro, drama o poesía. La actividad religiosa era muy importante con muchos monasterios, iglesias y conventos y el gran templo de San Juan comenzado a finales del siglo XIV y terminado a finales del siglo XVI como una de las catedrales más ricas del gótico brabanzón, admirada por sus tallas ornamentales. Las asociaciones religiosas sin voto, fundadas por los Hermanos de la Vida Común intentaban la búsqueda de una práctica religiosa más sencilla y sus ideas se pueden evidenciar aún en el famoso devocionario “Imitación de Cristo” atribuido a Tomás de Kempis. El pintor quien pertenecía a la cofradía de la Ilustre Hermandad de Nuestra Señora, es muy conocido en particular por su obra maestra, y más misteriosa, El jardín de las delicias. 

                   En El jardín de las delicias todo se mueve en un mundo ambiguo mostrando una moral por inversión donde los hombres parecen dejarse llevar por el goce de los sentidos y por el deseo de adquisición de los bienes terrenales. Estos sentimientos afloran igualmente en “El carro del heno”. El Bosco pareciera moralizar señalando con pesimismo lo efímero de los placeres físicos. Se ha señalado que el tríptico de “El jardín de las delicias” se basa en la Biblia y representa la creación del mundo hasta el tercer día en sus dos paneles exteriores; la continuidad de la creación hasta la introducción de Adán y Eva en el paraíso en el panel interior izquierdo; en el panel central aparece la humanidad antes del diluvio universal, por último, está el infierno en el panel interior derecho.

           Algunos expertos han querido interpretar a El jardin de las delicias como  la moraleja sobre la belleza de la mujer que ofusca los sentidos de los hombres y despierta sus instintos, aunque en realidad, El Bosco llenaría el tríptico de símbolos que nos advierten sobre el pecado, hay lechuzas, serpientes y hasta rocas que no son tales, sino rostros, y los objetos en el infierno del tríptico estarán cargados de significado. Según su gran admirador, el rey Felipe II, El Bosco conseguía representar a los hombres no como querían ser, sino como eran en realidad, más próximos a la caricatura y a la decadencia, que al ideal de la belleza renacentista que triunfaría pocos años después. El pintor falleció a los 66 años, el mes de agosto del año 1516.

Mississauga, Ontario, el martes 10 de septiembre de 2019


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