… en La Habana…
Si yo arranco ahora escribiendo de nuevo un fragmento del
texto de uno de los capítulos de mi novela “Escribir en La Habana”, siento que puedo hacerlo sin remordimientos, por
aquello de que “la literatura se hizo para re leerla”. Sin duda que no faltará quien piense que estoy “apuntando fuera del
recipiente” o que “es un re-frito”, o que se le ocurra creer que debe ser por
la narcomanía existente que me dio por retrotraerme a etapas más allá de este
siglo… Para hacer más digerible su lectura, dividiré el texto en 3 partes, así
obligaré al lector a buscar en un par de días, la 2da y luego la 3ra parte de
esta especie de reláfica mayombera, extraída de los capítulos IX y X de una
novela que fue premiada el año 1994
en el más antiguo concurso literario (Bienal José Rafael Pocaterra del Ateneo
de Valencia) que existía, en la antes llamada, República de Venezuela.
PRIMERA PARTE
“Si yo arranco
ahora escribiendo sobre nuestra loca idea de ir a visitar a un centroamericano
desconocido en un hotel con nombre mitológico, de comiquita, el Tritón, que
dicho sea de paso, ni sabíamos dónde quedaba, es como para pensar que Eduardo y
yo nos volvimos locos o que aceptamos una propuesta de Alex Rodríguez para
unirnos a las fuerzas de espionaje del Ministerio de las FAR cubanas. Nada más
peregrinamente alejado de la realidad. En verdad somos dos médicos,
inmunólogos, de España (mejor dicho, del País Vasco) y de Venezuela.
Primovisitors ambos en la Cuba revolucionaria del año milnovecientos ochenta y
nueve, por lo tanto, nada más absurdo que el disparate con el cual inicié este
párrafo; que nadie ose pensar en estas desquiciadas hipótesis (la verdad es que
no caímos en esa volada). Lo que si fue un hecho incontrovertible y grande como
una casa, es lo que yo (y pienso que igualmente Eduardo), sufrimos de ese
fenómeno, aquel que en mi país se denomina, pasársele a uno la pea, o lo que es
igual, el incidente de la lectura de los negativos nos borró todos los rones de
nuestro cerebro y quedamos listos para reanudar las acciones. (No era para
menos, ver a nuestra preciosa Sissi emperatriz camarita en mano, como si Romy
estuviese interpretando un rol protagónico en una película de aquellas en
cinemascope sobre un Berlin amurallado en medio de la más virulenta guerra
fría). Se fue Natascha y yo le dije a mi amigo, (como si nos convidara el
propio Manuelito Barrios), ¡vamos a beber! Anonadados, estáticos, con los ojos
claros y sin vista pero con la mente muy despierta, así nos dejó nuestra amiga
cubana después de fotografiar cuadro a cuadro los microfilmes. Por eso, lo
primero que decidimos hacer, fue conversar para tratar de sincronizar nuestras
mentes. Pesé en que quizás existían micrófonos en las lámparas y así se lo dije
a Eduardo. ¡Coño hombre! ¿Crees que nos están grabando? ¡Tú si tienes cojones!,
y se carcajeaba el condenado. Pronto me dije (o me atreví a decir en voz alta),
¡nojó!, ¡que se vayan bien largo al carajo todos los que nos estén escuchando!
Eso de los micrófonos era ya un ataque de paranoia y ¿quién podría ser
paranoico ante la constante echadera de vaina de Eduardo? Frente a frente, nos
sentamos, tomamos papel y lápiz y nos propusimos a escribir lo que cada uno
había sacado en claro de todo aquel despelote de la noche. In situ, cada uno
por separado pero con un cerebro diferente, llegamos a similares conclusiones.
La idea fue todo un éxito. Cuando cotejamos nuestras explicaciones las coincidencias
eran sorprendentes. Aún tengo el papel en mi bolsillo, por lo que podría
transcribirlo directamente. (Como espía en una película hubiese sido un
fracaso; se imaginan el disparate de guardar un papel lleno de estrambóticas
posibilidades en el bolsillo ¡durante todo un día!). Lo resumiré en beneficio
de todos. En un tiempo, (es difícil de precisar cuándo), pero todo nos hace
suponer que en cierto momento, se traficó cocaína desde Panamá hasta la isla.
Esta actividad contaba con el apoyo del general Noriega de varios cubanos con
posiciones claves en uno de los Ministerios de Cuba. Esta situación ya se
conoce y está siendo examinada o revisada en la actualidad. Aquí es donde
encajan nuestros amigos, Alex y Natascha. Ellos están en conocimiento de asuntos
muy delicados sobre el tema. No sé si la información está en el microfilm, pero
Eduardo y yo pudimos captar la idea de que hay grandes sospechas sobre algunos
personeros muy importantes dentro del gobierno y dentro del partido. Me imagino
que, por todo lo dicho, mi información (es decir la que iba en el microfilm),
les cayó de perlas. No sé si los implicados son intelectuales, militares,
disidentes o como decimos por allá sencillamente gente del hampa común, pero
parece haber unos cuantos infiltrados protegidos, en un negocio que suena muy
turbio, pero que quizás ha resultado muy lucrativo. Ellos creen que alguien en
la isla, le facilitó el negocio a Noriega (a quien todos reconocen como doble
agente de la CIA del propio gobierno cubano). Estos manejos sobre narcotráfico
posiblemente fueron ejecutados por personeros que no son del ejército cubano,
pero en realidad son muchas nuestras lucubraciones, sobre todo porque la
segunda parte de la información del microfilm estaba totalmente en clave, pero
ambos pensamos que parecía indicar que se estaba dando una operación, ¿en
marcha?, ¿dónde? (vaya usted a saber puesto que esto lo parimos Eduardo y yo).
Concluimos con la impresión de que Escobar el capo de Medellín habría visto la
conveniencia de utilizar las oficinas del gobierno cubano en Panamá y al mismo
Noriega, para tener a Cuba como puente y meter cocaína en los Estados Unidos.
Entre la frondosa verborrea de Alex Rodríguez pudimos captarle el nombre de
Félix y saber que este hombre es un intermediario quien está alojado en el
hotel Tritón, pero no sabemos cómo funciona esa conexión. Si acaso este hombre
es el contacto de la vieja del paquete, o si es algo más gordo, ¿cómo saberlo?
Tampoco nos dio la impresión de que nuestros datos fuesen cruciales, no lo
sé... (Quizás fueron muy fríos en sus expresiones, ¿tal vez fue exprofeso?). En
esto de ser enigmática, calculadora y estricta (ni hablar de la sorpresa que me
estaba dando mi adorada Natasha) no nos pareció que ella estuviese muy
emocionada después de leer el microfilm, ni el mismo Alex se notaba alborotado
a pesar de su parloteo incansable (¡curiosa actitud para un funcionario en la
posición que parece ocupar!), por eso, se me hace muy difícil imaginar un
Cicerón habanero (como espía no como orador) si es un lengua floja, con él
fallaría cualquier conspiración, y Fidel o el Fürher estarían a salvo. Lo que
parecía evidente era que ni Alex ni Natasha tenían idea de cómo y porqué desde
Venezuela llegaba yo (estúpidamente), portando esa misiva. Espero que se me considere
inocente de toda culpa, pero igualmente pueden pensar que tengo algunas claves,
que conozco contactos, o ¿qué sé yo? Yo, ¡el encargado de mover las redes de la
cocaína colombiana desde Panamá hasta sus contactos cubanos! (¡Vaya pal
Callao!) Qué infernal problema por haber aceptado un encargo en el aeropuerto.
Bien, yo he sido de lo más sincero... También, (lo supimos a través de Alex),
la vía para trasladar la droga hasta la Florida eran los balseros que se
esconden en las playas de Varadero y que pasan hasta las costas de norteamérica
como ir y venir Pedro por su casa. (¡Oh sorpresa!). No sé quién es la señora,
si de veras será tía de una linda joven que vive en Venezuela, y ya lo dije, me
atemoriza bastante pensar que ella, la chica, me esperará al regresar y,
¿cuándo me pregunte por sus chancletas y por su tía? ¿Qué debo yo decirle?
¿Todo se descubrirá? ¿Qué tal si a mí me meten en este entuerto y me pasan por
el filo? Me lo merezco por haber metido las narices donde no debía (o en
realidad fue la linda naricita de Anabella, virgen pura a quien ahora los
querubes seguramente arrullan en su cama), y es Poe y su Cuervo sepulcral
quienes me dicen, ¡nunca más! ¡He decidido no involucrarla en esto!
Francamente, nunca jamás... Viene a mi mente el crujido triste e incierto de
las rojas colgaduras y me llena de fantásticas pavuras de manera que el latido
de mi pecho no me deja ni pensar... Ya estamos sobre el burro. Eso le dije a
Eduardo, y él (cómo si fuera un etarra vulgar y silvestre, de esos que ponen
bombas), sólo me dijo. ¡Echémosle cojones! ¡Nada! Pues así fue. Salimos
disparados, nos conseguimos un taxi y ¡coñó!, pues no era tan tan lejos, en un
suspiro fuimos a parar al propio hotel Tritón. Entramos al hotel y los dos nos
quedamos mirándonos como un par de estúpidos. Allí ante el mostrador de la
recepción yo le dije a Eduardo. ¡Qué de bolas las nuestras! ¿Cómo coños no lo
pensamos antes? Sin apellido, sin la habitación, solamente con el nombre del
inquilino (el gato Félix) y con un nombre o un apellido que dejó colar Alex y
que sonaba algo así como, como Rui o Ruices, otro intermediario que ellos
tenían ya ubicado, sin saber ni siquiera qué podía tener que ver la tía del
paquete, sin más información, pues ¡no íbamos a ir muy lejos! Entonces tomamos
una decisión trascendental. Nos fuimos al bar del hotel y nos tomamos dos rones
cada uno, mirándonos las caras, mientras discurríamos esforzadamente hablando
muy poco. Un momento después estábamos recibiendo varias insinuantes propuestas
de un par de jóvenes, una mulata, que de paso estaba bien buena, y otra
morenita clara de grandes ojos amarillos que no se quedaba atrás. ¡Coño! Me
dijo Eduardo. Recontracoños, le respondí yo. ¡Creo que estamos haciendo el
papel de unos espías, bien pendejos! Para mí, estábamos más perdidos que el
hijo de Charles Lindbeergh y nada menos que en La Habana churigueresca del
franchute Alejo Carpentier. Cuando se lo dije y le señalé como las mujeres
comenzaban a enfilarnos la proa, Eduardo se rió estrepitosamente (qué clase de
espías más ridículos) y yo parodiando a Tito Rodríguez le dije. Creo que es
mejor que, me salga a la calle, porque (le informé disimuladamente a mi amigo),
aquí estamos buscando un amor, o un gonococo, y con el día que hemos pasado,
¡vergación!, yo que te lo digo, es mejor que salgamos a la calle, buscando un
consuelo, buscando lo que sea, (todavía no sabía qué, porque ignorábamos qué
cosa era la que estábamos viviendo).
Fin de la 1era parte
Maracaibo 19 de septiembre de 2017
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