Los Cátaros (2)
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Los cátaros fueron una secta medieval
cuyo objetivo era lograr una pureza absoluta de costumbres. El origen de sus
creencias proviene de los Bogomilos, herejes búlgaros que en el siglo X negaban
la Santísima Trinidad, la divinidad de Cristo y la realidad de su forma humana.
Rechazaron los ritos, las jerarquías, el bautismo y condicionaban el matrimonio
al derecho de repudio. Las doctrinas de los Bogomilos fueron perseguidas
intensamente, especialmente por Boris rey de Servia, hasta que se refugiaron en
Bosnia, desde donde encontraron terreno favorable en la Europa occidental de
los siglos XII y XIII, dando lugar a diversas denominaciones para sus miembros
según la zona de que se trataba: publicanos en el Norte de Francia, patarinos
en Dalmacia e Italia del No rte, Ketzer en el Rhin ,y, sobre todo, albigenses
en el mediodía de Francia.
A comienzos del siglo XII en Champagne fueron quemados
en una hoguera 183 cátaros por ser considerados herejes, y era que en Arras, el
catarismo se había expandido y comenzaba a ser aceptado igualmente por la
nobleza. La mujer conoció que podía tener un sitio y jugar un rol importante en
la historia, hay mujeres perfectas, las jóvenes se educan y las mujeres sola se
refugian en sus hogares. El acto carnal es rechazado dentro y fuera del
matrimonio, para un perfecto es pecado, un mal necesario para los envoltorios
carnales de las almas que esperan por la reencarnación. Los creyentes asisten a
las prédicas de los perfectos y pueden hacer confesión pública ante los
creyentes. Los cátaros no piden dinero y además instan a los nobles a no pagar
los diezmos a la Iglesia, de manera que el pueblo termina por admirar a estos
clérigos, diferentes, de vida ejemplar… Las cinco diócesis cátaras, Albi, Cahors, Carcasone., Narbona y Toulouse, e incluso Agen. Estas ocupaban casi los territorios de los grandes
señores feudales del Languedoc. Los cátaros recibían el apoyo de algunos nobles
y habían logrado asentarse gracias a la acción ejemplar de los Perfectos (seguidores
cátaros de una vida ascética) y a la incapacidad del clero católico. Los
Perfectos y Perfectas no eran muy numerosos, pero una gran parte de la
población toleraba su doctrina e incluso la favorecía.
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La cruzada
albigense, también conocida como cruzada cátara o cruzada contra
los cátaros, fue un conflicto armado que tuvo lugar entre 1209 y 1244, por
iniciativa del papa Inocencio III con el apoyo
de la dinastía de los Capetos que saldría favorecida ya que el movimiento religioso
calificado como herejía por
la Iglesia Católica se había asentado desde el siglo XII en los territorios
del Languedoc, por lo que la
conquista de estos territorios favoreció la expansión hacia el sur de las
posesiones de la monarquía francesa. La Cruzada se caracterizó por episodios de
gran violencia, y provocó la decadencia y la extinción del movimiento religioso
cátaro, con el ocaso de la hasta entonces floreciente cultura languedociana. En
el siglo XII, la Iglesia Romana con el papa Celestino III trató inicialmente,
de contrarrestar el auge del catarismo mediante una política misionera,
enviando a predicadores como Bernardo de Claraval. En la primavera de 1208 el asesinato del delegado papalPedro de Castelnhou en Saint Gilles quizás por orden del conde Raimundo VI, condujo al
papa Inocencio III a pronunciar un anatema contra el conde
tolosano y declaró sus tierras «entregadas como presa» lo cual era una
solicitud a Felipe II Augusto,, rey de Francia, y a todos los condes, barones y
caballeros de su reino para acudir a la cruzada y acabar con el catarismo.
Esta
Guerra Santa que se llevó adelante en Europa, es relatada en tres fases. La primera, a
partir de 1209 comenzó con gran violencia
con la matanza de Bésiers, y enfrentó
a las fuerzas de los señores vasallos de los Capetos comandadas por Simón de Montfort, con la nobleza tolosana encabezada por el conde Ramón VI de Tolosa y la familia Trencavel. Estos que eran aliados
y vasallos del rey de Aragón Pedro II el Católico, solicitaron su participación en el conflicto y el
monarca aragonés, resultó derrotado y muerto en la batalla de Muret en 1213. La segunda
fase produjo la muerte de Simón de Montfort en el sitio a Toulouse el año 1218 tras
el retorno del conde Raimundo VII de Tolosa y la consolidación de la resistencia occitana apoyada
por fuerzas aragonesas. La intervención militar de Luis VIII de Francia a partir de 1226, ya muerto Inocencio III, contaría con el apoyo del
papa Honorio III
culminó con el Tratado de Meaux-París de 1229, en el que
se pactó la integración del territorio occitano en la corona francesa. La
tercera y última fase correspondió a los abusos de la Inquisición que provocaron
numerosas revueltas y sublevaciones urbanas y decidió una última tentativa de
Raimundo VII a la que renunció a pesar del apoyo de la corona inglesa y de los ciondes de Lusignan. La aventura
cátara terminó sangrientamente y con una masacre en hogueras gigantescas con la
toma de las últimas fortalezas de Montesegur y de Queribus en 1244.
Maracaibo 29 de septiembre del 2017
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