La Occitania
del Midi (1)
Escribo para ustedes 3 breves relatos sobre las
tierras del sur de Francia, el Languedoc, Occitania o las tierras del Midi y la
tragedia que representó la herejía cátara, extirpada a sangre y fuego en una
cruzada dentro de Europa promovida por la Iglesia y rematada por la
Inquisición. Corría el año 2003 cuando logré hacer realidad un deseo que desde
muy joven tenía en mente. Pude visitar la ciudad amurallada de Carcasone en el
sur de Francia… Inolvidables recuerdos de la mayor ciudad amurallada que se conserva en Europa, una ciudad medieval
declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Desde entonces, pensé que debería
escribir algo sobre Simón de Montfort, un controversial personaje, el quinto
conde de Leicester, conde de Tolosa, vizconde de Béziers y del vizcondado de
Carcasone, quien además habría de ser posiblemente el principal protagonista de
la Cruzada albigense. Pero creo que de esto no debo hablar todavía sin antes
revisar, lo que fueron las tierras de Midi y del significado de conversar en la
lengua de oc.
Al sur de Francia y al pie de los Pirineos existían
vastas y fértiles tierras donde la vida de su gente fue cantada por los
trovadores en la lengua de oc. Eran las tierras del Midi, era la Occitania
donde se vivía celebrando el fin amors
“el amor cortés” que planteaba una hermandad de espíritu e igualdad y nobleza
de corazones. En los pequeños núcleos urbanos que constituían las ciudades
medievales de las tierras occitanas, el poder se repartía entre la autoridad
feudal y las instituciones municipales cuyos privilegios eran respetados. En la
cultura occitana, las decisiones comunes se tomaban en el Castrum y el poder no
le pertenecía a un solo señor sino que era compartido a partes iguales entre
los herederos del patrimonio familiar. Todos los habitantes, señores,
artesanos, nobles, campesinos o médicos luego de largas deliberaciones en el
Castrum llegaban a las decisiones que se caracterizaban por “la cortesía”. Las
ciudades medievales de la Occitania se rodeaban de murallas y en ella existía
un castillo usualmente en el área central y más elevada, donde residía algún
conde, vizconde o hasta un obispo, y allí se encontraba también el Castrum,
donde se tomaban las decisiones.
Todo esto existía a finales del siglo XII en las
llamadas tierras de la lengua de oc, donde los señores, o príncipes, podían ser
vasallos del rey de Francia, pero éste estaba siempre muy ocupado en su
querellas con las tierras del norte, con Inglaterra, o con el Imperio Germánico
y quedaban a su arbitrio los dueños de aquellos feraces territorios del sur,
familias enteras de nobles; los Plantagenet señores de la Aquitania, los
señores de las tierras del Midi que le pertenecían al rey de Aragón, los
Trencavel, vizcondes de Béziers y Carcasone, y los condes de Tolosa. Ya en
1168, la corona de Aragón dominaba los Pirineos, Cataluña, una parte de
Provenza y desde 1172 también Rosellón. En 1204 el rey PedroII de Aragón, casó
con María de Montpelier para ser también Señor de Montpelier. Los Trencavel
eran tres vizcondes, de Agde, de Nimes y de Béziers así como de los dos
condados de Carcasone y de Razès.
Todas estas tierras de las que hablamos habían sido
conquistadas y colonizadas por el imperio romano y pasarían luego a ser la
Septimania de los visigodos. Los Trencavel eran vasallos del rey de Aragón,
pero también lograron consolidarse al casarse Rogelio Trencavel con Azalais,
hija de Raimundo V de Tolosa, por lo que este en 1163 sería también vizconde de
Béziers y conde de Carcasone. También desde el siglo XI, Guillermo Tallaferro
se casó con la hija del conde de Arles y así, los condes de Tolosa pasarían a
ser Marqueses de Provenza… Toda esa aristocracia feudal acuñaría una moneda en
Cahors y desde el siglo XII los financistas serían denominados “los Cahorsinos”
dueños de las acciones de los molinos de Tolosa. Esta región que funcionaba tan
eficientemente era cantada por los trovadores provenzales en la lengua de oc,
el lenguaje del amor cortés y de la igualdad de oportunidades, en una tierra
donde se afianzará y tomará cuerpo el catarismo, uns doctrina que mencionaré
brevemente antes de decir algo sobre el señor de Montfort y la Cuarta Cruzada,
o cruzada albigense.
El catarismo era
un cristianismo dualista de hombres que pensaban encarnar la verdadera Iglesia
de Dios ante lo que venían observando como desorientación de las órdenes
religiosas, en la llamada “Iglesia de los Lobos”, muy diferente a lo que los
cátaros conceptuaban como las dos creaciones: la del Bien, obra de Dios, y la
del Mal, de la Nada, del mundo visible y del tiempo. El alma eterna, les
parecía encerrada en la prisión carnal del cuerpo y según ellos, Dios había
venido al mundo no para redimir el pecado original sino para revelar a los
hombres el camino de la liberación que habría de permitir a las almas
extraviadas por el Mal, acceder al Reino de Dios. Ese camino sería el bautizo
por el Espíritu Santo, el único sacramento aceptado por los cátaros pues fue el
conferido por Jesús a los apóstolos. Rechazando la Cruz, la Eucaristía y el
principio del libre albedrío, no habría posibilidades para escoger entre el
Bien y el Mal, y todos serían llamados a conocer un día la salvación eterna. Solo
se es “puro” y liberado del Mal, por el bautizo, (el consolament). La doctrina, de los cátaros y la de los bogomiles es
muy similar. Estas religiones menospreciaron el mundo material, y fueron
barridas de la faz de la tierra en una cruel Cruzada que serviría para que
desaparecieran absolutamente para tan solo dejar el trágico recuerdo de su
historia.
Maracaibo 29 de
septiembre del 2017
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