Medio inspirado al releer un artículo
del año pasado escrito por Javier Yanes, periodista de El País (España) sobre los “buitres negros” ('Coragyps atratus') como ejemplo de ave
carroñera, recordé a un estudiante de Biología maracucho que había hecho de
este tema una especie de obsesión; no sé cómo terminó ya que le perdí la pista,
y nunca pude saber si habría finiquitado con suerte sus investigaciones sobre las
características biológicas de los zamuros.
A diferencia de nuestra sociedad, la sabia naturaleza no desperdicia nada, y casi como decía Antoine Lavoisier (https://tinyurl.com/4uxt9vwe) “todo se transforma” en esa especie de inmensa máquina de reciclaje donde tienen un puesto de honor los carroñeros. Estos son animales que devoran la basura orgánica y la convierten de vuelta en materia viva. Esta capacidad de alimentarse de una comida pútrida que a los humanos nos llevaría al hospital o a la tumba, es mucho más que una curiosidad científica: la biotecnología estudia el blindaje digestivo que protege a esos animales basureros y en él busca nuevas armas contra bacterias peligrosas para ayudarnos a curar infecciones, proteger las cosechas o conservar los alimentos.
Comer carroña es una
práctica de alto riesgo que no puede ser una sorpresa para nadie. La carne en
descomposición contiene bacterias nocivas y toxinas, a lo que se añade
que el animal podrido pudo haber muerto por una enfermedad infecciosa. Los
carroñeros también pueden contraer microbios de otros carroñeros que acuden al
festín. A pesar de ello, el número de estas especies es casi incontable, y a
sus “banquetes” acuden multitud de insectos como moscas y escarabajos entre los
clásicos buitres o zamuros, o las hienas, pasando por alto los llamados
basureros marinos con desconocidos como los mixinos, también conocidos
como peces-bruja o hiperotretos
unos supuestos peces sin mandíbulas ni columna vertebral emparentados con las
lampreas.
Sabemos que una simple comida un poco fuerte nos lleva a echar mano de
un digestivo o un antiácido… ¿Cómo logran estos animales alimentarse de
cadáveres putrefactos sin morir en el intento? Para solucionar este misterio se
han propuesto hipótesis muy variadas, y algunas en realidad no cuentan con la
menor evidencia. Existe un trabajo de la Universidad de California en Los
Ángeles (EUA) dirigido por el ecólogo Daniel Blumstein quien afirmaría; “No encontramos ningún fundamento de que
utilizar orina para esterilizar los cadáveres, tener la cabeza calva, comer
rápido o lavar la comida reduzcan el riesgo de enfermedad en los comedores de
carroña”. Esa
conclusión no descarta que muchos carroñeros sí adopten otras medidas para
reducir el riesgo.
Aunque pueda
parecernos lo contrario, “algunos son muy
selectivos”, apunta Blumstein. En una recopilación de datos de la dieta de más de 600 especies
carroñeras, Tim Cushnie, experto en enfermedades
infecciosas de la Universidad Mahasarakham (Tailandia), y sus colaboradores
recogen algunas de estas conductas, entre otros muchos casos y plantean el asunto
de los ya antes mencionados “mixinos”, las aves como el “aura gallipavo” el buitre más
extendido en América, o ciertos cangrejos que se ciñen solo a cadáveres
recientes, y recuerdan como los lobos evitan la carroña bajo el calor del
verano, los cuervos prefieren las presas ya abatidas por predadores, y los
quebrantahuesos desechan la carne.
Sin embargo, todo
esto no elimina la exposición al cúmulo de peligros de la carroña. En el Museo
Nacional de Historia Natural de EE UU, en Washington, el zoólogo Gary Graves
estudia el sistema digestivo de los buitres para
comprender qué los hace invulnerables a estas comidas mucho más que indigestas.
Graves y sus colaboradores descubrieron que “el aura gallipavo” y el zamuro o “zopilote”,
otro buitre americano, albergan en sus intestinos un microbioma bastante limitado, con
solo unas 76 especies de bacterias y aunque la acidez de su estómago actúa como
filtro, en su intestino predominan bacterias letales como clostridios y
fusobacterias, que incluyen especies causantes de enfermedades como el
botulismo, el tétanos, la gangrena o la necrosis de tejidos.
“Durante mucho tiempo hemos sabido que estos
buitres exhiben una inmunidad sustancial a las toxinas bacterianas en la
carroña; sin embargo, todavía no sabemos qué procesos genéticos, moleculares o
celulares son responsables de esta alta tolerancia”,
señala Graves. Por su parte, Blumstein añade que, dado que “no parece haber una sola manera para los
carroñeros de evitar la enfermedad, el número limitado de estudios nos dice que
necesitamos más estudios para entender realmente cómo lo hacen”.
Más allá del conocimiento científico, desentrañar estas incógnitas puede
ofrecer grandes aplicaciones. “La
resistencia a los antibióticos es una inmensa amenaza a la salud pública
global” subraya Blumstein. Cuando
los antibióticos disponibles dejan de servir, necesitamos nuevas armas
antimicrobianas, y “las defensas de los
carroñeros pueden ser una nueva fuente de agentes antibacterianos”, destaca
Cushnie. La ventaja de estas indagaciones, dice el experto, es que será más
fácil destapar nuevos hallazgos allí donde no se ha buscado antes, y las
mayores promesas están en las especies que más carroña ingieren en su dieta y
en aquellas que consumen los restos más podridos.
El trabajo de Cushnie y colaboradores recoge pistas interesantes que
encaminan el trabajo de los biotecnólogos: la sarcotoxina 1A, una proteína antimicrobiana de una mosca,
reduce las plagas en las cosechas. La serrawettina, obtenida de un
escarabajo necrófago, se ensaya como antibacteriano. La quitina, el polímero de los exoesqueletos de los insectos, blinda
el intestino de algunos de ellos; y puede extraerse de la mosca soldado negra
para evitar las infecciones en implantes médicos, donde las bacterias suelen
formar películas llamadas biofilms, de difícil eliminación. Algunas lectinas,
unas proteínas que se unen a azúcares, pueden guiar fármacos hacia los sitios
de infección. Bacterias beneficiosas en el intestino de los carroñeros producen
bacteriocinas,
unos compuestos candidatos a conservantes alimentarios. Otras moléculas de
estas bacterias pueden servir como alternativa a los antibióticos en la crianza
del ganado.
Según Cushnie, aún es demasiado pronto para saber cuáles de estas soluciones prosperarán: “¿Qué genes, moléculas o células obtenidas de los carroñeros se desarrollarán primero para aplicaciones prácticas? Eso dependerá no solo del progreso en los diferentes laboratorios, sino también de las futuras perspectivas comerciales”, explica este investigador. Con el 90% de las especies carroñeras aún por estudiar, hay motivos para esperar grandes avances en este campo.
Las fallas del
servicio de recolección, traslado y disposición de desechos
sólidos en varias ciudades de Venezuela han generado la proliferación
de zamuros en centros urbanos del país. Estas aves carroñeras,
también conocidas popularmente como zamuros, buitres o zopilotes, ahora
forman parte del paisaje urbano y comparten techos, balcones,
calles y avenidas con los venezolanos. Estos plumíferos negros, no enfrentan a
ningún depredador en la cadena alimentaria, mientras
consumen animales en estado de descomposición o moribundos. Al terminar de
comer, extienden sus alas para disminuir la carga bacteriana que
han obtenido al ingerir el cadáver.
Finalmente,
veterinarios y ambientalistas resaltan que, aunque el aspecto y mitos alrededor
de este animal —protagonista de cientos de metáforas oscuras— no ayudan a su
reputación, son más los beneficios que aporta su presencia, sobre todo en un
país sumido en la basura desde hace más de dos décadas y sin un plan eficiente
—y ajustado al siglo XXI— de manipulación y recolección de
desechos sólidos.
Maracaibo miércoles 5 de marzo del año 2025
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