domingo, 23 de marzo de 2025

Trilce



En 1892 nació en Santiago de Chuco, una de las máximas figuras de la literatura peruana y de las letras latinoamericanas, César Vallejo quien produjo una de las obras más prolíficas en la diversidad de géneros literarios (novela, cuento, teatro, ensayo, artículo periodístico, epistolar).

 

El mayor aporte y lo más significativo de la producción literaria de Vallejo es su poesía, aunque en vida sólo publicó dos volúmenes, Los heraldos negros en 1918 y Trilce en 1922. A estas dos obras hay que sumar otros tres conjuntos de poemas aparecidos póstumamente, Poemas en prosa, Poemas humanos y España, aparta de mí este cáliz, todos escritos durante su estancia en Europa, donde se radicó Cesar Vallejo en 1923 hasta su muerte.


 

La poesía de Vallejo está recorrida por una visión melancólica y a la vez profundamente humanista, la cual, tras un comienzo con influencias del modernismo presente en Los heraldos negros, evolucionaría a una experimentación vanguardista con el lenguaje en Trilce, para luego desembocar en una toma de conciencia política en sus poemas europeos, a partir de su adhesión al comunismo.

 

En octubre de 1922 se publicó uno de los grandes y más innovadores poemas de la lengua española. El escritor peruano quiso renombrar casi todo desde las vanguardias, en versos que reclaman un lector activo. Recordamos su historia y poemas muy significativos: Trilce (1922) está considerado, por sus audacias lexicográficas y sintácticas, como una obra capital de la poesía universal moderna y obra cumbre de la Vanguardia poética en lengua española.

 

LXXVII “Graniza tánto, como para que yo recuerde y acreciente las perlas que he recogido del hocico mismo de cada tempestad. No se vaya a secar esta lluvia. A menos que me fuese dado caer ahora para ella, o que me enterrasen mojado en el agua que surtiera de todos los fuegos. ¿Hasta dónde me alcanzará esta lluvia? Temo me quede con algún flanco seco; temo que ella se vaya, sin haberme probado en las sequías de increíbles cuerdas vocales, por las que, para dar armonía, hay siempre que subir ¡nunca bajar!  ¿No subimos acaso para abajo? Canta, lluvia, en la costa aún sin mar!

 

César Vallejo es radical. Su vida y el entorno le reclaman una ruptura y él interpreta los nuevos gritos de libertad y lo individual renacidos tras la guerra. Rompe con las formas previsibles. Transformado en un demiurgo, crea desde el título de su libro: Trilce, y juega a la exploración de lo visible, lo pensado y lo sentido, de las incomprensiones del amor a las de la muerte con sus desolaciones, angustias existenciales y preguntas metafísicas. Dolor, y en el trasfondo … esperanza.

 

XVIII “Oh las cuatro paredes de la celda.  Ah las cuatro paredes albicantes que sin remedio dan al mismo número. Criadero de nervios, mala brecha, por sus cuatro rincones cómo arranca las diarias aherrojadas extremidades. Amorosa llavera de innumerables llaves, si estuvieras aquí, si vieras hasta qué hora son cuatro estas paredes.  Contra ellas seríamos contigo, los dos, más dos que nunca. Y ni lloraras, di, libertadora!”

 

Sobre Trilce,  Víctor Vich y Alexandra Hibbett han dicho  en Infobae : “es como si se tuviera que destruir todo lo que se conocía de la poesía. Se esperaba algo armónico y bello, pero Vallejo pensó sus poemas como un campo abierto de posibilidades. Es hermosa a su manera, pero por lo mismo es un libro hermético y difícil donde el significado surge, pero se traba y deshace. Existen reflexiones profundas, pero lo que empieza en “Trilce” llega a su forma perfecta en su poesía posterior”.

 

LXXII “Lento salón en cono, te cerraron, te cerré.  aunque te quise, tú lo sabes, y hoy de qué manos penderán tus llaves. Desde estos muros derribamos los últimos escasos pabellones que cantaban. Los verdes han crecido. Veo labriegos trabajando, los cerros llenos de triunfo. Y el mes y medio transcurrido alcanza para una mortaja, hasta demás. Salón de cuatro entradas y sin una salida, hoy que has honda murria, te hablo por tus seis dialectos enteros. Ya ni he de violentarme a que me seas, de para nunca; ya no saltaremos ningún otro portillo querido. julio estaba entonces de nueve. Amor contó en sonido impar. Y la dulzura dio para toda la mortaja, hasta demás”.

 

Los padres de Cesar querían que fuera sacerdote y también sus abuelos, pero él eligió la literatura y las mujeres. María Rosa quien lo abandono para morir de tuberculosis fue la musa inspiradora de Los heraldos negros. Ya en 1915, ya egresado de la Universidad de Libertad, en Trujillo, tenía 25 años cuando conoció a Mirtho (Zoila Rosa), una joven de quince años con quien un breve romance apasionado terminó en un intento de suicidio del poeta. En 1918 la muerte de su madre lo hizo volver a su ciudad natal, donde acusado de instigar un incendio fue encarcelado y salió en libertad en febrero de 1921.

 

Vallejo había pronosticado su propia muerte en el soneto "Piedra blanca sobre piedra negra". El título alude a una tradición de Santiago de Chuco de contenido simbólico: colocar una piedra blanca sobre una negra en los entierros, y el poema contiene algunos de sus versos más citados:

"Me moriré en París con aguacero, / un día del cual tengo ya el recuerdo. Me moriré en París —y no me corro— /tal vez un jueves, como es hoy, de otoño".  En una estrofa menos citada de aquel soneto, el poeta se queja de la falta de reconocimiento:"César Vallejo ha muerto, le pegaban / todos sin que él les haga nada;/ le daban duro con un palo y duro/ también con una soga; son testigos / los días jueves y los huesos húmeros,/ la soledad, la lluvia, los caminos…"

 

Vallejo falleció en París el 15 de abril de 1938, pero por su expreso deseo, su viuda nunca repatrió sus restos, siendo inhumado en un primer momento en el cementerio de Montrouge, hasta que en 1970 le cedió su parcela en el cementerio de Montparnasse, donde actualmente permanece junto a nombres como Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Samuel Beckett, Carlos Fuentes y Julio Cortázar.

Para lapesteloca en Maracaibo, el domingo 23 de marzo del año 2025

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