sábado, 24 de junio de 2023

Piratas del Caribe (2)

 

Henry John Morgan(1635-1688) fue un bucanero inglés, quien suponen que capturado en Bristol cuando era un niño, llegó a las Antillas como esclavo, y tras convertirse en un pirata, formó parte de la expedición inglesa que conquistó Jamaica en 1655. El joven Morgan, una vez asentado en Jamaica, realizó sus primeras correrías como uno de los capitanes de Christopher Myngs en la acometida sobre San Francisco de Campeche en 1663 Junto a él Morgan, sería de ahí en adelante su discípulo.

La Corona española haría valer sus quejas ante el Gobierno británico, quien a su vez se lo hizo saber al gobernador jamaicano Thomas Lynch, y este en consecuencia, no apoyó otra campaña sobre Campeche bajo el mando de Eduard Mansvelt, que de todos modos fue realizada el mismo año de 1663. ​

El año 1665, Henry Morgan fue nombrado por Mansvelt como segundo al mando en la misión encargada por el gobernador de Jamaica Thomas Modyford para tomar Curazao y Natán en Panamá; y después para asolar la costa del océano Pacífico.​ Pero, en vez de ejecutar tales planes, Mansvelt decidió emprender sus propias empresas y, para asegurarse de su éxito se apoderó de una de las islas del Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina. La flota se dirigió a las costas aledañas de Costa Rica y Panamá.

Esta iba a ser la primera vez que el galés tendría contacto con la zona. Al regreso de su expedición, Mansvelt reclamó que el enclave del archipiélago fuese asegurado para Jamaica, pero su propuesta fue ignorada y la isla fue retomada por España el año siguiente. En ese mismo período de 1665, Morgan contrajo matrimonio con Mary Elizabeth, hija de su tío Edward Morgan.

En 1666 Morgan participó en la conquista a los españoles de la isla de Santa Catalina y sería nombrado jefe de los bucaneros tras la muerte de Edward Mansfield, el comandante de la expedición. El año 1669, con 15 naves y unos 600 hombres, ​ la flota de Morgan partió con rumbo a Maracaibo, un nuevo objetivo de los forajidos que arribaron al lugar en marzo de 1669, pero encontraron una ciudad abandonada. En lo posterior la banda de asaltantes cometería un sinnúmero de fechorías en los pobladores atrapados y apresados para obtener los pretendidos tesoros que supuestamente habían ocultado al saber de su llegada. Según el cronista neerlandés, en esta ciudad atormentaron a los vecinos golpeándoles con palos, quemándoles con cuerdas caladas entre los dedos y cometiendo ahorcamientos.

Al comienzo de la toma de Maracaibo, tras un fuerte intercambio de artillería los asaltantes lograron desembarcar para adueñarse del Castillo de San Carlos de la Barra y del Torreón de Zapara que habían sido abandonados por los españoles, como la ciudad misma. Tales fortalezas fueron desatendidas por Morgan para dirigirse con su flota a Gibraltar en la costa sur oriental del Lago de Maracaibo. Allí, los residentes abandonaron el sitio ante la imposibilidad de enfrentar a los malhechores; además, querían evitar lo que sufrieron dos años antes cuando fueron atacados por el bucanero francés Jean-David Nau llamado «El Olonés»(https://tinyurl.com/5n6zasc4).

Las crueldades continuaron. Especialmente se ensañaron con un portugués de unos 60 años, a quien alguien atribuyó «ser muy rico».​ El infortunado fue tratado con barbarie al aplicarle «trato de cuerda» hasta romperle los brazos; además. Lo colgaron de los cuatro dedos gordos, de las manos y los pies, a cuatro estacas altas donde ataron cuerdas de las que tiraban como por clavija de harpa y con palos fuertes daban con toda fuerza en dichas cuatro cuerdas, de modo que el cuerpo de aquel miserable paciente reventaba de dolores inmensos.
Después de otras vejaciones los maleantes lograron obtener mil pesos del desdichado. En cierto momento verificaron la posición de los vecinos de Gibraltar, pero después de revisar la ubicación defensiva y ventajosa del gobernador y sus acompañantes decidieron partir. Los malhechores exigieron tributo de quema, a lo cual los residentes cedieron hasta prometer reunir 5000 reales de a ocho. En medio de negociaciones -con personas usadas como prenda para asegurar el pago- y con el botín en sus manos, regresaron a Maracaibo.

En su viaje de vuelta le fue informado a Morgan que había tres naves de guerra a la espera del arribo de su flota. El dejar abandonada su retaguardia en su partida a Gibraltar había resultado costoso. Con su fuerza sobrepasada por los españoles, pero enfrentando la situación adversa, el filibustero pidió tributo de quema por Maracaibo al capitán de las naves don Alonso del Campo y Espinoza quien, firme en su posición, le reclamó abandonar el lugar y entregar lo apropiado o enfrentar a su escuadra. ​ Ante la situación los asaltantes estaban incapacitados para abandonar la zona. Morgan informó de los hechos a sus acompañantes. En medio de la discusión, alguien propuso utilizar un brulote en dirección a las naves del enemigo para provocar un estallido. Efectivamente se armó la embarcación que contenía unos muñecos disfrazados y cañones de madera, todo cuidadosamente equipado. Al caer la tarde del 30 de abril de 1669, ​ el falso barco -con la flota de Morgan avanzando detrás- se acercó a la nave mayor, La Magdalena, y la hizo estallar. Ante el desastre, otro de los barcos españoles, el San Luis, fue hundido para evitar que lo tomasen los asaltantes. La tercera nave restante llamada La Marquesa fue abordada por los filibusteros.

Sin embargo, la flotilla de Morgan no había salido aún del lago de Maracaibo por la amenaza del Castillo de San Carlos de la Barra construido en la desembocadura del lago, sitio donde los sobrevivientes del saqueo se habían refugiado. Al saber de la inutilidad de escapar, Morgan intentó negociar con los españoles al pedir rescate por los rehenes. En respuesta fue dada una suma en oro y plata más algunas reses en pago, pero el capitán a cargo -el mismo Alonso de Espinosa- nuevamente se negó tajantemente a dejarles partir. Al siguiente día, la treta utilizada para la huida consistió en simular un ataque por tierra sobre el emplazamiento fortificado. Hecho así, los cañones, en manos de los españoles, cambiaron su objetivo. Logrado esto, por la noche, los filibusteros se apresuraron a abandonar a toda vela el lugar, mientras los soldados en el castillo trataban de apuntar nuevamente el armamento al mar, sin conseguirlo.​

En 1669, en una expedición de exploración de las costas españolas del Caribe ordenada por el gobernador de Jamaica sir Thomas Modyford, Henry Morgan asaltó y destruyó Puerto Príncipe y Portobelo. A pesar de las críticas iniciales, esta campaña sobre Puerto Príncipe le reportó un gran prestigio y poco después fue nombrado comandante en jefe de las fuerzas navales de la isla de Jamaica. Entonces, tras haber reforzado considerablemente sus efectivos, que llegaron a 36 barcos y 2.000 hombres, se lanzó a una de las expediciones piratas más arriesgadas de su época, el asalto a Panamá, en 1670. La expedición fue un éxito: una vez tomado el fuerte Chagres, los bucaneros cruzaron el istmo y ocuparon la ciudad tras derrotar a las fuerzas españolas que se les opusieron.

A su regreso a Jamaica, Morgan manipuló el reporte de la acción ante Modyford, al aseverar que había rescatado a 11 ingleses en custodia en Portobelo, sin dejar saber de sus tropelías. Aparte de esto, del despojo entregó los porcentajes correspondientes al Rey británico. Modyford, a su vez, hizo un informe a la corona de acuerdo a su conveniencia, aseverando su impotencia ante las acciones filibusteras. Este audaz golpe, causó una honda impresión en Europa y le reportó un gran botín, pero provocó el malestar de las autoridades inglesas, que acababan de firmar un tratado de paz con España, puesto en entredicho por este acto de rapiña. Llamado de vuelta a su patria, Morgan se defendió hábilmente de los cargos que sobre él pesaban, en lo que se vio favorecido por el empeoramiento de las relaciones entre Inglaterra y España.

Morgan regresó a Jamaica el 14 de mayo de 1669 bajo amonestaciones de Modyford ante los reclamos recibidos desde Londres por las fechorías cometidas. Debido a esto, Morgan decidió asentarse por un tiempo, compró unas tierras y gozó de una vida de hacendado junto a su esposa.

De esta manera, no sólo retornó rehabilitado al Caribe en 1674, sino que lo hizo con el título de caballero que le otorgó Carlos II de Inglaterra y con el cargo de gobernador de Jamaica. Sin embargo, fue destituido al poco tiempo, acusado de corrupción, lo que no le impidió acabar sus días viviendo como un rico hacendado y pasar a la historia como el más célebre corsario del siglo XVII, como Francis Drake, protegido por la reina Isabel I, lo había sido en el siglo XVI. A pesar de los desmanes cometidos durante sus expediciones en América, fue nombrado caballero por el rey Carlos II de Inglaterra el año de 1674, y ocupó el cargo de Teniente Gobernador de Jamaica, donde ejerció la función de perseguir a piratas de la zona. En sus últimos años de vida sufrió de una precaria salud. Al morir, sus restos fueron sepultados en el cementerio de Palisadoes de Port Royal

Maracaibo, sábado 24 de junio del año 2023

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