miércoles, 3 de noviembre de 2021

Un apéndice…

Un apéndice…

El diccionario, habla del apéndice como la parte no esencial de algo, y se lee que es “generalmente de forma alargada y saliente”. Por otra parte –valga “la rebusnancia”-todos asociamos la palabra con el conocido apéndice cecal -apéndice vermicular o apéndice vermiforme- como una prolongación delgada y hueca situada en la parte inferior del intestino ciego, el llamado colon ascendente y causante del llamado “cólico miserere” que antes de los antibióticos mataba a los enfermos complicándoles un simple “dolor de barriga”.

Reclamaré la autoría de este “apéndice” por haber sido ya denominado “Apéndice II” que ya está publicado al final de mi novela “Vesalio el anatomista” (Maracaibo-Ars Grafica 2016). Aparece pues como una “parte no esencial” del libro, pero 5 años después de su edición me ha parecido que era importante publicarlo de nuevo, para los lectores de este blog, lapesteloca.

“En el mes de noviembre del año 1990, fui invitado a dictar una conferencia titulada “De “La Fábrica” del siglo XVI a la Anatomía Patológica de 1990”. Tenía la sana intención, en aquellos días, de referirme a la necesidad que los médicos anatomopatólogos de mi país deberían sentir por la preservación de su identidad, e insistía en que muchos nos desconocían. Allí, antes de la charla, dije que algunas veces ni los mismos patólogos habían definido los criterios que deberían privar para el correcto ejercicio de la especialidad. Algunos de los tópicos mencionados tenían que ver con algo que años atrás denominábamos, “la mística”, y me referí en concreto al tema, para aquel tiempo casi un lei motiv, de la necesidad de entender que la autopsia es un arma muy poderosa para ejercer el control de calidad de la medicina hospitalaria.

Dije que me citaba yo mismo y:  “Me cito: “Hoy quiero aprovechar esta oportunidad para hablarles de un hombre que trabajaba con cadáveres, precisamente porque veo que la autopsia, que es parte indisoluble de la Anatomía Patológica, va decayendo poco a poco, y ni en los patólogos de sótano umbrío, ni en los de oficina resplandeciente, veo renacer el interés por las autopsias”. 

Tras disertar un rato sobre la importancia de las autopsias volví a insistir en que quería conversar “sobre un hombre que vivió antes de que existiese la Anatomía Patológica, un individuo del siglo XVI, un hombre de Los Países Bajos que disecaba y estudiaba los cadáveres y quien se atrevió siendo muy joven a desafiar los postulados del gran Galeno en su afán por buscar la verdad. Aquel médico contradijo ideas consagradas durante siglos y repetidas como infalibles y dio su opinión e ilustró sus razonamientos con dibujos y esquemas, escribió sus ideas y las publicó: me estoy refiriendo a Andrés Vesalio, el anatomista, un hombre que hace cinco siglos, trabajaba examinando sistemáticamente los cadáveres”.

Veintitrés años más tarde, en la ciudad mexicana de Oaxaca, y en la oportunidad de asistir a otro evento de nuestra especialidad durante el año 2013, tuve la suerte y el placer de conversar de nuevo, brevemente, con mi maestro, el profesor de patología doctor Ruy Pérez Tamayo. Le dije que estaba reuniendo información y que escribía una novela sobre la vida del anatomista flamenco Andrés Vesalio, hombre de los Países Bajos y súbdito del imperio español. Al comentarle sobre la novela e informarle que sentía que la misma estaba ya bastante adelantada, insistí en que para mí serían muy valiosos sus comentarios, pues él había escrito previamente trabajos serios sobre el personaje en cuestión. Mi maestro sonrió capcioso.

Me refirió entonces, que él poseía ciertos datos interesantes y poco conocidos, áreas oscuras en la vida de aquel hombre del siglo XVI sobre quien afortunadamente para mí, estaba dispuesto a conversar. Me pareció fenomenal que pudiésemos intercambiar ideas, y pensé que tal vez lograríamos programar algunas reuniones para examinar diversos aspectos de la vida del anatomista. Le comenté sobre el manuscrito que permanecía aún en gruesos legajos de papeles plenos de notas y de cuanto me gustaría que él pudiese revisarlo.

Desde hacía varios años venía intentando darle un ordenamiento lógico a la vida y acciones del singular anatomista, mas sin embargo me debatía ante la idea de sostener un curso lineal para reinventar su historia. Había rechazado la posibilidad de presentarme cual narrador omnisciente, e imaginé que mi maestro mexicano me daría luces al respecto y quizás con su ayuda pudiese lograr una concatenación razonable para mi versión novelada de la vida de Vesalio, el anatomista. 


Debo decir para tranquilidad de algún lector quisquilloso, que la distancia y otras dificultades, políticas y económicas conspiraron contra nuestras reuniones, de tal modo que puede resultar difícil evaluar lo que hay de verdad y cuantas cosas son imaginarias en ésta, como en cualquier otra novela. En particular en una como ésta que gira alrededor de Andrés Vesalio, es evidente que no será posible olvidar que usualmente la realidad supera con creces a cualquier ficción. 

 

Finalmente, y esto vale para la literatura tanto como para la vida misma, quisiera regresar a algo que dijera en cierta ocasión Fyodor Dostoyevsky. “¿Qué puede ser más inverosímil que la realidad?”

Maracaibo, miércoles 3 de noviembre del año 2021

NOTA: a quienes estén interesados, informo que tengo ejemplares de la novela en casa y con gusto puedo regalarla; añadiré que el profesor Antonio Tinoco quien lleva el pulso de un Club de Lectura con décadas de actividad en Maracaibo, considera que “Vesalio” es mi mejor novela”, opinión que sé, también es compartida por Jesús Ángel Semprún.

 

1 comentario:

María Elena Viloria dijo...

Interesantísimo, como todos sus escritos. Por supuesto que me encantaría tener un ejemplar de Vesalio.