Del regionalismo…
Cuando en 2015 hablé en este blog sobre mis 40 años en la SLAP (Sociedad Latinoamericana de Patología) (https://bit.ly/2YREypw) aproveché para recordar la grata sorpresa cuando me eligieron Secretario de la Sociedad Venezolana de Anatomía Patológica (SVAP), tan solo tres años después de haberme iniciado como patólogo en Maracaibo… ¿Qué tiene que ver eso con regionalismos?...
Todo sucedería inmediatamente después del VIII Congreso de la SLAP, un evento que en 1971 se dio en Maracaibo con gran éxito gracias al doctor Franz Wenger quien supo aglutinar a los pocos especialistas en Anatomía Patológica de la ciudad y nos convenció de que sí podíamos hacerlo. Cuando el doctor Alberto León -patólogo de Valera- se encargó de la presidencia de la SVAP, nosotros -los patólogos maracuchos- quienes además de regionalistas, no éramos muchos, (y el verso sale sin ningún esfuerzo), asumimos aquel éxito como un logro local, al entender que con aquello, simultáneamente, la directiva de la SVAP, por vez primera había “salido del cenáculo capitalino”.
Como secretario de Alberto organizamos unas complicadas Jornadas de la SVAP en Margarita y él trató de ayudar visitando los Servicios de patología del país para conocer sus necesidades. En 1973 me correspondió la presidencia de la Sociedad y durante los dos años de mi gestión al frente de la SVAP, recuerdo que en el 74 hicimos las Jornadas en Valera, era importante que conociesen el Servicio de patología del Alberto León: una joya… Éramos una directiva de maracuchos, Ennio Fereira, Ávila Mayor, Alberto León… Todos trabajamos muy duro y en mi novela La Entropía Tropical relato algunas vivencias de aquellos tiempos.
La SVAP continuaría durante seis años más fuera de Caracas y en ese interím, ocurriría que el Sanatorio Antituberculoso se transformaría en el hospital General del Sur de Maracaibo, y la situación de su laboratorio de microscopía electrónica se deterioró terriblemente de manera que la investigación en patología ultraestructural que hacíamos se complicó (https://bit.ly/3kJkOMp) cuando el doctor Pedro Iturbe quien apoyaba los trabajos de investigación, se iría para dedicarse a la Medicina Familiar y esta que es una historia ya conocida se asocia al porqué decidí pedir un año sabático en LUZ y me fui a Caracas aceptando trabajar como neuropatólogo en el Instituto de Patología del hospital Vargas.
Ya he hablado antes (2016) de “el regionalismo” que nos caracteriza a los zulianos, en general (https://bit.ly/32cgoav). También ya he relatado de cómo estando en Caracas y tras haber recibido la aprobación del CONICT para un microscopio electrónico HitachiH500 -esperando proseguir trabajos de investigación en enfermedades virales (EEV y VPH)- pero debí dejar el hospital Vargas y afortunadamente, pasé a ser profesor de patología a dedicación exclusiva del Instituto Anatomopatológico (IAP) de la Universidad Central de Venezuela (UCV). En lo que yo denominé durante muchos años “mi exilio capitalino”, habría de desarrollar gran parte de los trabajos sobre la patología ultraestructural de los tumores y de las enfermedades virales tratando de estimular la investigación en esa área en todo el país a través de las Jornadas de SVAP la cual volvería a presidir en 1991.
Regreso pues al tema del regionalismo, cuando para el año 1991, durante un evento nacional de mi especialidad dije públicamente, -para preocupación de mis amigos-, que ya tras 13 años de estar viviendo en Caracas, me preguntaba si acaso en ese “andar por el trillado sendero de la ciencia”, no habría llegado para mí el momento de regresar a mi tierra, pero nadie estuvo de acuerdo… Así, que el tiempo siguió su curso inexorable; y entretanto, en la Dirección de Cultura de la UCV, me convencieron de que mi manuscrito de La Entropía Tropical, era una novela y con el correr de los años yo seguí escribiendo, varias novelas, todas muy llenas de maracuchismos…
Estos avatares tras muchas luchas, alegrías y tristezas que se darían durante los años 1976 al 2004, finalmente decidí regresar a Maracaibo… El año 2014 ya tenía 9 años en mi ciudad natal cuando en la ceremonia de clausura de la “Semana Zuliana de la Narrativa” tuve la oportunidad de pronunciar un discurso resumiendo lo complejo que para mí había sido ser patólogo y escribidor de novelas. En esa oportunidad un joven politólogo Miguel Insignares, resumiría brillantemente la novela “Escribir en La Habana” mostrándonos en una caleidoscópica e inolvidable revisión toda la música, literatura, cine, santería y las terribles desigualdades del sistema político que acabaría con la libertad del pueblo cubano desde 1959, pero meses después, Miguel sería fatalmente asesinado para robarlo, por el hampa, impunemente, en las calles de nuestro Maracaibo… Era evidente que ya estábamos padeciendo la tragedia que vive nuestra nación entera desde que se inició este siglo XXI.
En diversas ocasiones he hecho un comentario que nunca me ha mortificado ya que ha ido siempre acorde con mi particular definición de quien soy: “un maracucho regionalista de la República del Zulia”. Así lo afirmé en 2001 ante Mandy Zambrano una joven periodista de “Vitae Academia Biomédica digital” la revista virtual de la UCV en una entrevista (El don de la palabra hecho literatura). Aquella frase fue dicha para fastidio e incapacidad absoluta de asimilarla por numerosos interlocutores, y quizás el recuerdo de este hecho es lo que me ha llevado hoy -a estas alturas del partido- a escribir aquí sobre el regionalismo zuliano, como una expresión sentida de algo que complacido arrastro desde mi lejana infancia.
En una novela del doctor Manuel Dagnino (1834-1901) “Misterios en el lago”, él postulaba a Maracaibo como la ciudad alternativa a Caracas, destacando sus propios valores históricos: la Batalla del Lago; sus valores civiles innegables, como Rafael María Baralt o el propio Dagnino quien era un representante de innegables avances en la Medicina. Las particularidades lingüísticas, vegetales y/o animales, la geografía, el lago y sus alrededores, todo esto y muchos otros índices le permitían remarcar desde aquellos tiempos el sentido de pertenencia de una conciencia nacional independiente característica del habitante de esta región.
En realidad, es un hecho que ya en 1880 éramos el principal puerto exportador de café y cacao, y en 1882, se fundó el Banco de Maracaibo, y luego vendría el Banco Caracas y el Banco Comercial. En 1883 cuando se constituyó la Compañía Tranvías de Maracaibo, el 24 de julio de ese año, fue inaugurado el Teatro Baralt. El alumbrado eléctrico, brillaría desde 1888 y ese año, el 24 de octubre nacería la primera edición de la Revista "El Zulia Ilustrado" y se crearía la Escuela de Artes y Oficios. Maracaibo habría de ser la primera ciudad del país donde se proyectó una película. "Muchachas bañándose en el Lago" filmada en 1897 por los hermanos Trujillo Duran… ¿Qué más queréis?, diría ahora en sus crónicas Douglas Zabala.
Finalmente por eso con Chinco Ferrer, el mismo Douglas escribiría en estos días… “Me doy la lija de decir yo, al Zulia lo quiero mucho, cuando de ese lago escucho el chapoteo del marullo, se me infla el pecho de orgullo al saberme maracucho". Acotaré como señalara él mismo, que fue Simón Bolívar El Libertador quien en su Carta de Jamaica, escribiría: "La Nueva Granada se unirá con Venezuela, si llegan a convenirse en formar una república central, cuya capital sea Maracaibo".
Para corroborar detalles de cuanto regionalismo puede hallarse en mis novelas, les invito a leer La Peste Loca, La Entropía Tropical, Ratones desnudos, Escribir en La Habana, El año de la lepra y Para subir al cielo…”. Se puede complementar este ejercicio con la lectura de historia nacional y universal en El movedizo encaje de lo uveros y en Vesalio el anatomista, así, creo asegurarles que pasarán un buen rato. Gracias anticipadas.
Maracaibo, viernes 19 de noviembre del año 2021
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