jueves, 18 de noviembre de 2021

Dos grandes amigos

 Dos grandes amigos

En 2016 escribí un breve relato sobre mis dos amigos (https://bit.ly/3neJdLC), Jesús y Enrique, quienes hacía ya tiempo que no estaban con nosotros y comentaba entonces que ese era el problema de envejecer; los amigos van desapareciendo… Pero hay que recordarlos ya que es a través de los recuerdos como los mantenemos vivos.

Es por ello que, hoy quiero hablar nuevamente sobre Enrique y de un compatriota suyo, que él nunca conoció personalmente, pero quien fue igualmente mi gran amigo; ambos, eran colombianos, ciudadanos del hermano país; nacidos y crecidos en muy diferentes circunstancias pero me parece que puedo recordarlos, y aunque sea “in memoriam” siento tenerlos presentes como ejemplo de una amistad verdadera…

Como ya comentaba en 2016, Enrique Murcia Díaz, ¡era un fenómeno! Lo conocí como un joven que era el fotógrafo del Sanatorio Antituberculoso de Maracaibo, pero según él me relataba, había llegado hasta Suecia como marinero, sirviendo en la armada de su país. Enrique cumplía también funciones de fotógrafo en la Facultad de Ciencias Veterinarias de la Universidad del Zulia. Cuando alguien visitaba el Sanatorio, Enrique tomaba fotos con flash de bombillito y corría a revelarlas en su laboratorio, de manera tal que, al despedirse, el personaje visitante recibía de manos del doctor Pedro Iturbe, director del hospital, un librito con las fotografías que le recordarían los felices momentos de su visita a la muy prestigiosa institución antituberculosa de Maracaibo.

Ya he relatado como luego de 4 años entrenándome en Anatomía Patológica me propusieron regresar a trabajar en Maracaibo en 1968; acepté y estábamos instalando un microscopio electrónico (ME) en el Sanatorio cuando conocí a Enrique e hicimos buenas migas ya que la fotografía es parte indispensable para el trabajo con el ME. En su auto, me llevó a visitar al decano de la Facultad de Medicina de LUZ para enterarme de que no existía para mí un antes prometido cargo… Al salir, desencantado, fue Enrique quien tranquilizándome, me puso en contacto con el doctor Parra Atencio, decano de la Facultad de Ciencias Veterinarias de LUZ, quien me aceptó de inmediato. Así fue como gracias a mi amigo, pasé a ser Profesor Asistente en LUZ y allí haría docencia e investigación durante los siguientes 8 años.

En 1971 durante el VIII Congreso de la Sociedad Latinoamericana de Patología que se dio en el hotel del Lago de Maracaibo, presentaríamos una gran exposición fotográfica con los resultados del Laboratorio de Microscopia Electrónica del Sanatorio de Maracaibo. Mostramos resultados de investigaciones que ya habían recibido los elogios del doctor Fernández Morán. Fueron años de intenso trabajo probados por la calidad de las publicaciones en revistas internacionales y en eventos en muchos países, donde las investigaciones de nuestro laboratorio se apoyaban en el trabajo de mis dilectos colaboradores el técnico Jesús “Chucho”Vivas y Enrique Murcia, nuestro ingenioso fotógrafo.

Me resulta inolvidable un regreso a casa después de un evento científico en Mérida. Manejaba Enrique su Volswagen amarillo pollito, cuando cruzamos a las 11 de la noche el pico del Águila, a 4000 metros y el cielo estaba despejado lleno de estrellas, mientras escuchábamos a mi amigo fotógrafo contarnos como él era capaz de salir desde Maracaibo a las 6 de la mañana y con su esposa Rosina subir hasta el pico, almorzar con un minestrón y regresar a la ciudad del lago y los palmares el mismo día.

Dije que hablaría también de mi otro amigo colombiano, un médico anatomopatólogo: Hernando Salazar quien fue “el escultor de la Sociedad Internacional de Patología Ginecológica”. Había nacido un 21 de noviembre de 1931 en Ibagué, Departamento del Tolima y en 1958 ya era doctor en Medicina de la Univ. de Bogotá. Becado por la Fundación Rockefeller hizo su doctorado en la Univ. de Washigton en St Louis Missouri, y regresó a la Univ. del Valle, e hizo la residencia en Patología allí, en Cali, de 1963 a 1983. Pronto pasaría a ser el jefe del Servicio de Ginecología del hospital de mujeres Magee, y profesor Asociado en Patología de la Univ. de Pittsburg, Pa., en EUA. Estuvo en Harvard y en Oxford y brilló siendo el creador de una Sociedad internacional para el estudio de la patología ginecológica.


Hernando estuvo en el VIII Congreso de la SLAP en Maracaibo en 1971; allí nos conocimos y nos seguiríamos viendo en los eventos de la SLAP. Recuerdo que en 1981, en el XIII Congreso de la SLAP en La Paz, Bolivia él planteó en la reunión la alternabilidad de los congresos, solicitando apoyar a los patólogos uruguayos. Tras una larga discusión, prevalecería el criterio de los patólogos mexicanos y fue aprobado el congreso en  la ciudad de La Habana, Cuba para 1983, (https://bit.ly/2AOhDvJ) un evento que resultaría muy significativo para mí en lo personal. Unos años después, con JuanRosai, Hernando me acompañaría en otro evento en La Habana y ambos pudimos palpar amargamente como estaba sobreviviendo el pueblo cubano en su mal llamada revolución…

Hernando era todo un personaje, sabía de todo, a mí me asombraba su talento musical, una vez se atrevió a subir al escenario antes de un concierto en la Scala de Milán para cantar “Yo tenía una mula rucia en la sabana e Marturín”… Él tenía su particular manera de ver la vida y era un galanteador empedernido y algo más, por lo que muchas veces sus insinuaciones eran mal vistas, pero él era así… A mí, recuerdo que ante sus “atrevimientos”, me decía sonriendo: “Jorgito, usted es un santo”. También su posición y su fama como patólogo generaron siempre mucha envidia alrededor de él… Pero mi amigo, ¡era fantástico! y yo lo recuerdo constantemente por su buhonomía.

En 1986 Hernando Salazar me convocó telefónicamente para que le acompañase al XVI Congreso Internacional de la International Academy of Pathology en Viena y tuviese la oportunidad ante expertos patólogos en ginecología de hablarles sobre  ultraestructura e inmunohistoquímica y sobre Vulvar intraepithelial neoplasia destacando la participación del VPH en esas lesiones. Resultó un éxito y nos reunimos con otros patólogos latinoamericanos, Mario Armando Luna y Carlos Bedrossian, y brindamos con Hernando por una fraternal amistad. En octubre del 2013 en mi blog (https://bit.ly/3qNrzR0) relaté como en aquella oportunidad aprovechamos para viajar hasta Budapest por el Danubio, Hernando y yo en un inolvidable paseo que sumado a las secuencias del Congreso de Viena las relataría en mi novela “La entropía tropical” y en mayo 2020 también en este blog (https://bit.ly/2WZHa0F). He relatado igualmente en este blog (lapesteloca), como Hernando y Paco Nogales me acompañarían en un viaje singular visitando el sur de Venezuela, en la selva amazónica y el llano apureño (https://bit.ly/3nisTcK) una inolvidable aventura…

En 1998 se dio el XXI Congreso de la SLAP que se escenificó en Panamá. Presentamos varios trabajos y con pesar recibí otra mala noticia… Ya venía mortificado por el diagnóstico y las sesiones de quimioterapia del tratamiento por el cáncer de colon, de mi esposa Saudy, cuando Hernando Salazar nos informó que estaba padeciendo de leucemia, cosa que para él no fue impedimento para que bailase una cumbia en el escenario ante todos los invitados. Hernando no pudo asistir al siguiente evento de la SLAP en el Perú por estar padeciendo de un Zoster y con Mario Armando y Nogales me tocaría brindar por su pronta recuperación, pero en el mes de julio del año 2000, recibiríamos la infausta noticia de que Hernando Salazar había fallecido. En la Revista de la SLAP escribí su obituario: In Memoriam, Hernando Salazar un caballero de la Patología universal. Patología (Mex) 38: 233-238, 2000.

Enrique sabía de mi afición por la escritura, y en ocasiones conversábamos sobre la terminología marinera; él sabía de obenques, y foques y de la arboladura de viejos barcos de vela, como si hubiese navegado con los piratas que poblaban mi imaginación desde muy joven. A él, “gardeliano tanguero”, le dedicaría uno de mis primeros relatos, “El zorzal” publicado en Puerta de agua de Maracaibo en junio de 1992.  Habida cuenta de nuestro regusto por los tangos, Enrique en las rockolas de la ciudad “los tenía precisados”… Recuerdo que nos gustaba también escuchar a un señor mayor percusionista de jazz en un “piano-bar”, cantando “Rain drops are falling on my head…”, y me decía Enrique nostálgico, que le recordaba a su padre…

 

Enrique trabajaba a destajo con unos oftalmólogos y a corto plazo sus habilidades de fotógrafo lo transformarían en un experto en angiofluororetinografía. Él tomaba decenas de fotos instantáneas del fondo de ojo y era capaz de crear en horas informes con las fotografías para los pacientes. El doctor Guillermo Pereira, médico retinólogo marabino, se llevó a Enrique a Caracas y mi amigo se transformó en el mejor especialista en técnicas oftalmológicas del país. Operado del corazón años más tarde, siguió trabajando incansablemente durante años con la ayuda de sus hijos, siendo reconocido su trabajo en el país y en el exterior.Yo lo seguí visitando en Caracas, disfrutando de los mojitos  de curvina -como le decimos los zulianos a la corvina- que preparaba Rosina con las ocurrencias y relatos muy maracuchos de Enrique y de su tío Luis.

Hernando nos dejó en el 2000, Saudy en 2001…  Estando ya de regreso en Maracaibo después del año 2005, primero se fue Enrique y luego Rosina. Jesús “Chucho” ya jubilado de la universidad había aprendido de su compadre Enrique la angiofluroretinografía, pero también él y su mujer Aura fallecerían, e igualmente su hija, heredera de los estudios oftalmológicos… Todos ellos, mis amigos ya no están con nosotros.

Es triste, sí, y es por eso mismo que regreso a repetir algo que ya dijera en diciembre del 2016. Uno de los problemas de envejecer es que “sobrevives, pero te vas quedando sin amigos”. Este asunto que es casi la peor parte de ese proceso evolutivo natural e ineludible del ser humano, envejecer, se combate solamente con la memoria dignificando con el recuerdo a quienes nos acompañaron en la vida.

Maracaibo, jueves 18 de noviembre del año 2021

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