jueves, 26 de marzo de 2020

Para escribir novelas… (1)


Para escribir novelas… (1)

Quiero, y lo haré durante varios días, en tres partes, referirme a temas relacionados con la creación literaria, y sobre la escritura como oficio. Particularmente, sobre la escritura de novelas. Con este propósito volveré sobre algunas cosas que publicaría hace ya más de seis años a propósito del ejercicio de escribir novelas, y en particular sobre el “escritor-lector”.

Decía ya antes, que un buen escritor tiene que ser un buen lector. Todos los escritores han sido grandes lectores. Ya lo hemos dicho antes para escribir bien hay que leer bien”. Juan Nuño, escribió una vez: La clave de todo buen escritor es la buena lectura”. En una reflexión similar, Jorge Luís Borges dijo en otra ocasión: Que otros se jacten de los libros que les ha sido dado escribir, yo me jacto de aquellos que me fue dado leer”. Rosa Montero ha insistido en que para aprender a escribir hay que leer mucho”, y a Eduardo Liendo, ya lo he citado al insistir en que: Sin lectura mucha lectura, siempre lectura, no hay escritor posible”. Adicionalmente haré una afirmación que he reiterado: la literatura no se hizo para leerla, sino para releerla. Se ha insistido en que la lectura y más allá, la re-lectura es obligatoria para el escritor y al respecto, y cito al ensayista francés Roland Barthes (1915-1980) quien con gran claridad afirmaría que: "Solo la relectura salva al texto de la repetición, los que olvidan releer se obligan a leer en todas partes la misma historia".

Sobre la premisa de leer bien para escribir bien, pueden surgir algunas preguntas. ¿Cómo puede un escritor ser auténtico? Autenticidad, sí, pero… ¿Cómo puede ser capaz de sustraerse uno de cuanto ha leído? Si el escritor es buen lector, siempre tendrá algunos escritores favoritos, o sus preferidos. ¿Cómo hace el escritor-lector para no imitar a esos autores? Sin pretender imitar a Borges, un fanático de su obra, lo que redacte y trate de ensamblar como un cuento… ¿Se verá como una parodia, como si intentase escribir como el brillante invidente?

Surge entonces otra pregunta lógica. Pero… ¿Cómo se puede ser original? Hallar un escritor absolutamente original tiene que ser muy difícil... Sobre esta situación he citado en otras ocasiones a Eduardo Liendo, quien parafraseando a Federico Amiel se ha preguntado si acaso todos los escritores no somos más que “copia de copias, reflejo de reflejos”. García Márquez, en su novela “Cien años de soledad” repitió modalidades de forma y estilo ya usadas por Rebelais muchos años antes y eso no desmerita la novela de El Gabo. Mijail Bajtín había denominado realismo grotesco a la manera de enfocar la vida en la obra escrita de Rabelais, autor existió bastante antes del realismo mágico. Estas reflexiones podrían llevarnos a hacer una pregunta de corte shakespeariano. Como el príncipe de Dinamarca, entonces… “¿Leer o no leer he aquí el dilema?”. Pero no. No hay tal dilema, porque definitivamente para poder escribir literatura, es necesario leer literatura.

Una pregunta adicional surgirá… ¿Qué debemos leer? Es imposible leerlo todo. ¿Será indispensable hacer algún tipo de selección? La mayoría de los escritores lee todo cuanto les cae en sus manos. Hay que leer “los libros buenos”, los que son realmente literatura, pero también, ¿Puede ser útil leer los “libros malos”? Cuando el escritor es un buen lector, le será fácil sumergirse en las historias y percibir el espíritu de quien narra, captar en detalle sus diversos puntos de vista, igualmente deberá detectar las variables que funcionan para cada personaje creado por el autor. El escritor-lector, puede disecar el lenguaje, debe hacerlo y ese será un ejercicio de gran utilidad para aprender sobre lo bueno y lo malo de lo que está escrito.

Sabemos que la escritura se nutre de lo vivido, de lo que quien escribe ha visto o ha percibido en su vida, o lo que ha captado por otros medios como el cine, la televisión, o por la información verbal. Todos estos elementos que constituyen la vida misma del escritor-lector, así como el escritor puede ser influenciado por lo leído, también en particular lo que él pueda desarrollar de su propia imaginación, y así sus ideas estarán siempre relacionadas con lo que él guarda en su subconsciente.  Rosa Montero ha observado este fenómeno así: Cuando te encuentras escribiendo una novela, en los momentos de gracia de la creación del libro, te sientes tan impregnado por la vida de esas criaturas imaginarias, que para ti no existe el tiempo, ni la decadencia, ni tu propia mortalidad. Eres eterno mientras inventas historias”.

La memoria literaria de cualquier texto casi siempre tendrá algún elemento autobiográfico, aunque sea inequívocamente ficcional, el escritor alimentará sus relatos con la memoria personal. Roland Barthes dijo una vez que toda autobiografía es ficcional y toda la ficción es autobiográfica”. La ficción unirá los retazos de momentos que han resultado significativos para quien escribe, aunque parezcan hechos banales, esos instantes serán con instancias imaginadas, los que conducirán hacia la creación de la escritura para cualquier relato novelado o no. Rosa Montero afirmaba que “la ficción es la manera de sacar a la luz un fragmento muy profundo del inconsciente”.

La literatura, decía Oscar Wilde, “es el arte de mentir”, y esta frase resume la gran verdad sobre el escritor quien tendrá la opción de ser él y ser otro. Por eso la literatura puede verse como el ejercicio práctico de eso denominado, “la otredad”. Lo más interesante de todo este asunto, es que en esa búsqueda de cuanto se tenga que decir, el escritor solo contará con un instrumento, y éste será el lenguaje. Según Goethe, todo ya está dicho, lo difícil es saber cómo decir las cosas otra vez. Por estas razones, sobre el tema del escritor de novelas en particular, el planteamiento de cómo escribir y específicamente de cómo escribir literatura, puede no ser tan sencillo. No basta con repetir historias, no se trata de volver a decir ciertas cosas, hay que escribirlas y hay que cumplir ese cometido de un modo especial que conlleve siempre un nivel de excelencia en el lenguaje. No se trata de “echar un cuento”. El asunto es más difícil que “como decirlo”, el asunto está en “como escribirlo”. Por eso repetimos que escribir es un oficio que requiere mucho trabajo y en particular en el caso de las novelas, el cometido debe ser cumplido con paciencia, resistencia y mucha pasión.
(Primea parte de algunas recetas, para escribir…novelas continuará mañana)

Maracaibo jueves 26 de marzo, del 2020

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