domingo, 19 de enero de 2020

Pedro Luis Ponce Ducharne


Pedro Luis Ponce Ducharne

Quiero hablar en esta oportunidad de un médico brillante neurólogo fallecido en fecha reciente a los 93 años tras una corta enfermedad aguda, quien tuvo una gran influencia en la medicina nacional, particularmente en las ciencias neurológicas y contribuyó al desarrollo de la electroencefalografía, de la electromiografía y los estudios de potenciales evocados; igualmente utilizaría novedosas técnicas de angiografía, así como el Doppler carotideo y la medición ultrasónica cerebral en sus pacientes. 

Tuve la suerte de  conocer personalmente al doctor Pedro Luis Ponce Ducharne cuando él era el activo Jefe del Servicio de Neurología del hospital Vargas y me impresionó siempre por su amable personalidad y la modestia de quien tenía que amansar los ánimos usualmente caldeados en las reuniones clínico patológicas semanales de neurólogos y neurocirujanos, todos los viernes en el pequeño auditórium de Anatomía Patológica del hospital Vargas de Caracas. Corría el año 1975 y yo había sido admitido como neuropatólogo en el hospital Vargas de Caracas donde organizaba aquellas reuniones mientras estaba gozando de mi año sabático de la Universidad del Zulia.

Me tocaba conversar con el doctor Ponce y su esposa Celina como neurólogos para preparar los casos que presentábamos los viernes después de haber cortado y examinado previamente los hallazgos de los cerebros de las autopsias. En aquellas reuniones alternaba los casos clínicos con casos quirúrgicos del destacado grupo de los neurocirujanos del doctor Martínez Coll (hablaban de “Don Gato y su cuadrilla”) quienes sostenían con los neurólogos médicos pugnaces discusiones de lo más animadas que hacían de todos los viernes unas reuniomes inolvidables. Muchas veces terminaban acusando al doctor Boet, el adjunto de Neurología de averiguar los diagnósticos que yo llevaba en inviolable secreto para chalequearles sus planteamientos. Siempre la mesura del doctor Ponce Ducharne aplacaba los ánimos encendidos, y así lo recuerdo con cariñosa admiración.

Por otra parte confiando en mi preparación el doctor Ponce Ducharne me asignaría un residente de Neurología para que estuviese conmigo en Anatomía Patológica y fue para mí una inolvidable experiencia docente de mutuo aprendizaje con neurólogos que estaban formándose como González Merlo, Douglas Barrios, y una pequeñita  doctora que parecía una muñeca y cuyo apellido se me eclipsa ante el recuerdo de su belleza.

Algunos meses antes del fallecimiento del doctor Ponce Ducharne, el doctor Rafael Muci Mendoza, ha relatado como le escribió a la doctora Elvira Ponce León hija médica y antigua alumna, pidiéndole algunos datos acerca de la vida de su padre el doctor  Pedro Luis, y ella le enviaría un escrito cuyo texto lo publicó el doctor Muci el 12 de enero este año 2020, tal como fue escrito. Lo más extraordinario fue que su padre, aún saludable y con excepcional claridad mental, tuvo la ocasión de leerlo y manifestarle con lágrimas en los ojos, lo hondo que había llegado ese documento de amor de una hija a su progenitor… Yo, en mi blog, me he atrevido a trascribirlo para ustedes como muestra conmovedora de cariño y en homenaje a quien fuera un verdadero Maestro..

“Mis Padres”. Hace más de setenta años mis padres Celina León y Pedro Luis Ponce Ducharne tuvieron la fortuna de conocerse cuando mi padre, instructor de la Cátedra de Anatomía de la Facultad de Medicina de la Universidad Central de Venezuela, daba demostraciones a mi madre en la sala de disecciones. Los estudiantes compañeros de mi madre, se divertían cambiándola de extremo a extremo de la mesa de disección para demostrarle que él no tenía ojos sino para ella. El acercamiento continuó a través de su interés por la música y las idas y venidas a cantar, el tenor y ella soprano, en el Orfeón Universitario de la UCV. Finalmente decidieron consolidar sus destinos en un sólido matrimonio de más de 70 años compartido entre labores de familia, actividades pioneras en el campo profesional y en Orfeonistas de Siempre.
Mi padre ha sido para mí una inspiración. Desde una muy temprana edad fue la persona que me hizo disfrutar de las cosas sencillas de la vida, como por ejemplo el oler una flor de jazmín cuando era niña. Siempre ha sido una imagen reconfortante que invitaba a aprender y aceptar las cosas de una manera positiva encontrando lo bueno aún en las peores circunstancias, pero a la vez empujándome con su ejemplo a superarme. Su estoicismo, quizás familiar, fue pasado a través de generaciones de Cumaneses que perdieron prematuramente a sus esposas pasando las crías al cuidado del padre, tías, y cualquier otro familiar, los cuales terminaron juntando sus familias para ayudarse los unos a los otros.  Mi padre perdió a su madre al principio de su adolescencia, pero nunca le faltó el amor de la familia o el estímulo de su padre y el ejemplo de su hermano mayor para seguir sus estudios de Medicina. Su curiosidad científica me hipnotizó y me maravillaba su desprendimiento, su generosidad y su compromiso con la comunidad. Por ejemplo, su servicio anual en el remoto pueblo de Aricagua, estado Sucre, donde periódicamente llevaba cajas de muestras gratuitas de medicinas y junto a su hermano Luis Delfín, especialista en cirugía, prestaba atención médica a personas indigentes durante sus vacaciones. 

Parte del hipnotismo y mi reclutamiento temprano hacia la profesión médica continuaba cuando nos llevaba los fines de semana a pasar revista médica en el laboratorio de electroencefalografía en el Instituto Diagnóstico. Vestidos con batas de médico de adultos que arrastraban por el piso, lo acompañábamos a supervisar el trabajo que hacían las técnicas de estudios de electroencefalográfico durante el sueño antes de emprender las actividades de playa. Cumplía con su labor médica sin descuidar a los pequeños asegurándose que estuvieran expuestos a estímulos de avanzada y antes de continuar con la actividad física, ¨mens sana in corpore sano¨. Se formó como neurólogo y especialista en electroencefalografía en la Habana, Cuba, y no limitó su conocimiento a la práctica del encefalograma clínico e interpretación de sus resultados, sino que también se adentró en el laberinto del cableado, calibración y ensamblaje de electrodos. No solamente introdujo la técnica en Venezuela, y recopiló con precisión y reproducibilidad los bellos trazados electroencefalográficos que aclaraban el misterio de la localización de actividades aberrantes cerebrales en pacientes epilépticos y que hoy en día han perdido fidelidad y claridad con la automatización, sino que también con increíble capacidad, reparó y mantuvo en funcionamiento estas maquinarias sin requerir onerosos pagos de técnicos extranjeros para estas reparaciones o el reemplazo de estos equipos para beneficio del Hospital Vargas y sus pacientes. De la misma manera, reparaba su carro y cualquier artefacto eléctrico o electrónico que le pasara por las manos. Introdujo y formó escuela con otras técnicas neurofisiológicas tales como la electromiografía, el estudio de la velocidad de conducción nerviosa, los potenciales evocadas y el estudio computarizado de la actividad electroencefalográfica (mapa cerebral). También fue pionero de estudios neuro radiológicos plasmados en imágenes tales como la angiografía carotídea y cerebral, o la utilización de métodos diagnósticos como la neumoencefalografía, la gammagrafía cerebral, tomografía computarizada y la resonancia magnética. 

Siempre en la vanguardia fue uno de los primeros en el uso del computador en la práctica médica diaria y escribió programas en DOS para llevar registros médicos. Se convirtió en un campeón del uso de Skype el cual promocionó entre sus hijos y nietos para mantener la comunicación con aquellos que quería mantener cerca porque estaban en el extranjero. Y en tiempos más recientes, a los 96 años de edad, se comunica con familiares y amigos por Facebook y WhatsApp. Su espíritu luchador lo ha sacado del paso en muchos malos ratos de salud y confiesa con su buen humor característico, que no se siente que tiene 96 años. Todavía mantiene su equipo de trabajo en electroencefalografía el cual reporta electroencefalogramas religiosamente.  Su interés por la investigación lo llevó a publicaciones internacionales pioneras epidemiológicas en las que destacó el estudio sobre el efecto tóxico sobre el sistema nervioso central en rociadores de Dieldrin de las cuales probablemente muy pocos neurólogos contemporáneos habrán oído; primero, porque el Dieldrin no está en uso; pero, en segundo lugar, porque en el año 1957, no existía la difusión de información con la que contamos hoy en día. De la misma manera estas y otras publicaciones epidemiológicas se pueden encontrar en archivos de la Organización Panamericana de la Salud acerca de la incidencia de enfermedades neurológicas en Venezuela, resultado de su trabajo durante la jefatura del Departamento de Enfermedades Neurológicas del Ministerio de Sanidad y Asistencia Social. Y así, otras numerosas comunicaciones médicas las cuales ha sido difícil de seguirle el rastro pero que han transcendido a través de sus enseñanzas en el campo de la neurología. Más adelante, entre otras posiciones importantes, fue fundador y jefe del Servicio de Neurología del Hospital Vargas de Caracas y de la Cátedra de Neurología Clínica de la Escuela José María Vargas en el Hospital Vargas en las cuales profesó con pasión y muchas veces con financiamiento personal, con desprendimiento absoluto y sin aspavientos, el ejercicio de su profesión. Con un grupo de prominentes especialistas también emprendió el desarrollo de Hospitales privados tales como la Clínica Rafael Rangel y el Instituto Diagnóstico donde ejerció su práctica privada innovadora en neurología.   

Su labor pionera en el campo de la Neurología y Neurofisiología en Venezuela y Latinoamérica es reconocida y ha sido honrado con Congresos nacionales e internacionales que han llevado su nombre. Recientemente fue reconocido por la Academia Americana de Neurología como Miembro Honorario (1 de 60 personas). Fue Delegado Oficial de la Sociedad Venezolana de Neurología y Psiquiatría ante la Federación Mundial de Neurología llegando a ocupar el cargo de vicepresidente. Su labor ha sido reconocida por la Academia Nacional de Medicina en Venezuela quien le otorgó la condecoración que lleva el nombre de la Corporación. También ha recibido condecoraciones tales como la Orden Francisco de Miranda, Diego de Lozada, Gobernación del Distrito Federal, Gran Mariscal de Ayacucho y José María Vargas por su labor médica y docente. Sin embargo, creo que su mayor satisfacción es ver la Escuela que ha creado, el pase de ¨batón¨ y la continuidad de la tarea que empezó. 

Desde el principio, todas estas aventuras las emprendió de la mano de mi madre Celina, quien redoblaba la fuerza y entusiasmo de mi padre, entregándose juntos a una misma tarea. Esto incluyó no sólo labores profesionales sino la crianza de tres hijos. A pesar de la cultura mantuana que mantenía a las mujeres atadas solamente a la casa y el cuidado de los hijos, mi mamá pudo compaginar el deber hogareño con su formación profesional y siempre mantuvo un buen círculo de familiares y amigos para ellos y para nosotros, para el bienestar mental de todos. Nos dedicó un año completo a cada uno después de nuestro nacimiento. Con muchísimo esmero y cumpliendo con el contexto social y educativo del momento, nos crió, se mantuvo al tanto de nuestra educación y mantuvo el balance familiar mientras terminaba su carrera de medicina.  

 Todavía su libro de texto de Anatomía Humana de Testut y Latarjet conserva algunos de mis primeros jeroglíficos. Pero ella no se iba a quedar solamente con un grado insípido de médico, y con el apoyo de mi papá en todo momento, emprendería posgrados de psiquiatría y neurología convirtiéndose en la primer mujer neuróloga en Venezuela. Su labor es clara en la formación y consolidación del Departamento de Neurología del Hospital Vargas, así como su labor docente en la Cátedra de Neurología de la Escuela de Medicina José María Vargas y la Fundación de la Sociedad de Psiquiatría y del Instituto Nacional de Psiquiatría Infantil (INAPSI).  Simultáneamente, siguió la crianza de los niños hasta convertirlos en médico (Elvira), arquitecto (Celina) e ingeniero (Pedro Luis) y sus enseñanzas han pasado de generación en generación a los nietos: Carolina (odontóloga y compañera de consultorio), Margarita (Arte y Diseño Gráfico), Celina (Relaciones Internacionales y Política Pública), Álvaro Luis (Ingeniería), Pedro Luis (Ingeniería de sistemas) y Fernando (Abogado), y a los 7 bisnietos entre los 2 y los 13 años. 

Pero en este dueto inseparable, aunque cada uno brillaba en espacio propio, el todo siempre fue más que la suma de las partes debido a la coordinación que sólo mi mamá, excelente organizadora de equipo y ejecutora podía lograr. Siempre ocupada todo lo que organizaba marchaba como un reloj y todo esto lo hacía e impecablemente vestida de pies a cabeza a toda hora. Realmente es difícil pensar en Pedro Luis y Celina, mis Padres, de manera individual. Son, en todas sus facetas, los compañeros que emprendieron el camino juntos, llegaron al frente de batalla juntos, y juntos se han mantenido a través de todos los altibajos de la vida.  Crecí pensando que lo que veía era la norma y no me di cuenta hasta entrar en la Escuela de Medicina que mis padres eran excepcionales y que había por lo tanto crecido en un ambiente humano privilegiado de experiencias, vivencias y camaradería que fue el crisol de proezas heroicas para empezar a mover la frontera de las neurociencias en una Venezuela que empezaba a liberarse de estándares ideológicos y crear su propia identidad. ---Me dieron la guía para desarrollar independencia de pensamiento, me cuestionaron a cada paso para forzarme a pensar lógicamente, me apoyaron cuando les seguí los pasos en la Escuela de Medicina, pero también me apoyaron cuando seguí caminos menos transitados para otros: la Educación Médica, la Investigación Científica, y el descubrimiento y desarrollo experimental de terapias para enfermedades raras. De la misma manera y con el mismo énfasis y acierto, han guiado a mis hermanos los cuales por preferencia personal nunca se acercaron a aquel trayecto que Pedro Luis y Celina conocen tan bien, la Medicina.  ---Creo que puedo decir con simples palabras que este par no tiene par y que hemos sido muy afortunados de tenerlos aún con mucha claridad de pensamiento y sabiduría pasados los 90.---Con cariño, ---Elvira»

Maracaibo, domingo 19 de enero de 2020

1 comentario:

yisus dijo...

Los neumólogo Girona pueden identificar problemas respiratorios en una etapa temprana. Las enfermedades respiratorias pueden ser difíciles de detectar en sus etapas iniciales, pero los neumólogos pueden realizar pruebas y exámenes especializados para detectar problemas respiratorios en una etapa temprana. Esto permite un tratamiento temprano y efectivo, lo que puede prevenir complicaciones graves en el futuro.