jueves, 9 de enero de 2020

Psiconeurocirugía


Psiconeurocirugía

He querido traer este tema al blog, para divulgar algunos conceptos que mi amigo el conocido experto virólogo maracaibero José Esparza, me diera a conocer en mayo del año 2018 cuando preparaba un trabajo de investigación que sería publicado posteriormente, intitulado: “Las leucotomías transorbitarias practicadas por Humberto Fernández-Morán (1924-1999) en Maracaibo, Venezuela en 1946; o como un joven médico decidió dedicarse a la investigación científica básica”. Espero con esto contribuir en volver a mencionar a través de mi amigo José Esparza, una de las facetas de la impresionante obra científica del doctor Humberto Fernández morán.  

Humberto Fernández-Morán (1924-1999) ha sido uno de los investigadores Venezolanos con mayor proyección internacional durante el pasado siglo XX, por sus estudios sobre la ultra-estructura celular, en particular del tejido nervioso, y por su contribución al desarrollo de la microscopía electrónica. Después de haber completado sus estudios de medicina en Alemania, HFM regresó a Venezuela a mediados de 1944, y se interesó en la neuropsiquiatría tras conversar en Caracas con Carlos Ottolina. Después de haber completado un entrenamiento en Washington con Walter Freeman,-quien popularizó la lobotomía prefrontal para el tratamiento de las enfermedades mentales-, será cuando Fernández Morán a su regreso a Maracaibo, practicará las 25 leucotomías transorbitarias en el Hospital Psiquiátrico, para finalmente, a finales de 1946 viajar a Suecia a trabajar como “Research Fellow” en uno de los mejores centros de neurocirugía del mundo, bajo la dirección de Hebert Olivecrona. Será en ese entonces, nos dice Esparza, cuando Fernández-Morán, “movido por la futilidad absoluta de ver morir a los pacientes con tumores del cerebro, decide dedicarse a la investigación básica”.
Por psicocirugía se entiende cualquier procedimiento que remueva, destruya o interrumpa la continuidad de tejido cerebral normal con el propósito de alterar el comportamiento o tratar una enfermedad mental. La psicocirugía comenzó a desarrollarse a finales del siglo XIX. En 1935 António Egas Moniz (1874-1955), profesor de Neurología en la Universidad de Lisboa, se asoció con el neurocirujano Almeida Lima (1903-1985) y en 1946 inyectarían alcohol en el lóbulo frontal del cerebro de pacientes para destruir la sustancia blanca de las fibras nerviosas sin dañar la sustancia gris, con la idea de mejorar las enfermedades mentales. Egas Moniz modificó esa operación y desarrolló la leucotomía (“leukos”:blanco; “tome”:cortar). La leucotomía también se conocía, sobre todo en los Estados Unidos, como lobotomía.
Egas Moniz afirmaba que la intervención quirúrgica en enfermos psicóticos estaba indicada porque el esquema del pensamiento de estos enfermos estaba relacionado con la estabilización de circuitos sinápticos, una hipótesis que coincidía con las ideas de Cajal quien afirmaba que la neurosis eran debidas a un pensamiento repetitivo o distorsionado, con un sustrato orgánico en determinados circuitos neuronales. La experiencia clínica con tumores frontales y del cuerpo calloso demostraba la participación del lóbulo frontal en las funciones psíquicas. En 1949 Egas Moniz fue galardonado con el premio Nobel de Medicina por la introducción de la leucotomía en la terapéutica psiquiátrica, lo cual sirvió para introducir y ampliar la práctica de esta técnica en un gran número de países.
De las variaciones de esos procedimientos quirúrgicos la más importante fue la lobotomía transorbitaria que el psiquiatra italiano Amarro Fiamberti, ya practicaba inyectando una solución alcohólica o formalina por vía transorbitaria desde 1937. Esta técnica fue modificada y popularizada por Walter Freeman, un médico estadounidense quien después de obtener un PhD en Neuropatología se convirtió en jefe del Departamento de Neurología de la Universidad George Washington. Freeman era un admirador de Moniz y se convirtió en el campeón internacional de la práctica de la lobotomía, de modo tal que ya para 1945 había practicado unas 150 y en 1946 comenzó a practicar las lobotomías transorbitarias en las que posteriormente entrenó a muchos seguidores, incluyendo a Fernández-Morán. Algunos de los residentes extranjeros, de la Universidad George Washington al regresar a sus respectivos países  incluyendo a Fernández-Morán, Abraham Moscovich en Argentina, y Manuel Velasco-Suárez, dedicado a la neurología y neurocirugía en México, divulgarían el trabajo de Freeman quien monitoreó los programas de lobotomías en otro países incluyendo Checoeslovaquia, Nueva Zelanda, Canadá, Brasil y Venezuela.
Al regresar a Maracaibo, Fernández-Morán puso en práctica las técnicas aprendidas con Walter Freeman, y en julio de 1946 realizó su primera leucotomía transorbitaria bilateral en el Hospital Psiquiátrico de Maracaibo. En diciembre de 1946, publicó el trabajo titulado “Leucotomía e inyecciones en los lóbulos prefrontales por la vía transorbitaria”, con un resumen muy completo de las experiencias internacionales en lobotomías, discute las diferentes técnicas y los resultados obtenidos hasta el momento, para justificar su escogencia de la técnica transorbitaria implementando el uso de un “casquete de localización” diseñado para un mejor control sobre la localización de la aguja que usaba para la lobotomía. Destaca Esparza el interés de Fernández-Morán por la investigación, para entonces un joven de tan solo 22 años, al señalar que también paralelamente realizó experimentos en perros, y su curiosidad científica iría más allá, ya que especularía sobre el futuro de los casquetes de localización a ser sustituidos por campos magnéticos para guiar la punta metálica de la aguja en la pantalla de un oscilógrafo catódico, especie de pequeño sistema de “radar” valiéndose de la aguja como emisora y de la cinta metálica del casquete como reflector o receptor. Finalizaba imaginando como algún día electrodos finos introducidos por esta vía registrarán las diferentes corrientes de acción entre los diversos tractos de los lóbulos prefrontales.    
Fernández Morán practicó 25 operaciones en 21 pacientes, divididos en tres grupos: 1-Siete pacientes con leucotomías transorbitarias simples. 2-Doce casos de leucotomía, más la inyección de alcohol concentrado y de formalina al 10% o 15%. 3-Seis pacientes con inyecciones de Novocaína y derivados. En los cuatro pacientes re-operados se practicó  la leucotomía transorbitaria simple, y luego una leucotomía con inyección de alcohol o formalina.  La gran mayoría de los pacientes operados eran casos crónicos desahuciados, esquizofrénicos, con tiempos de hospitalización variando de 2 a 19 años; algunos con antecedentes homicidas y en estado de agitación que hacía necesario su reclusión en celdas aisladas. Las edades oscilaban entre 23 y 68 años (12 fueron hombres y 9 mujeres). Casi todos los pacientes habían sido sometidos a diferentes terapias de choque (Insulina, Metrazol, electrochoque) y antes de la operación se obtenía el consentimiento de los familiares por escrito, mencionando el carácter experimental de la operación y de los peligros inminentes. 
En la discusión del artículo, Fernández-Morán concluye que los pacientes operados se caracterizaron por cambios en las manifestaciones emotivas y en los estados de agitación psicomotriz. Fernández-Morán fue muy cauteloso al interpretar los resultados. Se trataba de un número reducido de pacientes que se siguieron tan solo por menos de dos meses. Sin embargo, el concluye que 14 de los 20 casos operados reaccionaron favorablemente, de los cuales 5 mostraron mejoría evidente; seis pacientes no mostraron mejoría. He regresado a mencionar en este blog, a través del trabajo del virólogo zuliano José Esparza, una de las facetas poco conocidas de la importante obra científica del doctor Humberto Fernández Morán. 
Maracaibo,  jueves 9  de enero del 2020

No hay comentarios: