Los Resurreccionistas
Es un hecho sabido que durante casi tres siglos la gran mayoría de la universidades europeas acudió a “los Resurreccionistas” para obtener cadáveres lo suficientemente frescos y en buen estado para poder estudiar diversos procedimientos quirúrgicos de compleja envergadura, amén de la necesidad académica de comprender el cuerpo humano a través de los estudios de su anatomía.
Los departamentos de Anatomía de las universidades inglesas se pudieron proveer del material para su estudio y para la docencia a través de la facilitación por el mecanismo descrito y amparados por la complicidad oficial numerosos funcionarios como vigilantes o guardianes de los cementerios o dentro de las mismas universidades quienes recibieron lucrativas ganancias por ignorar aquellas prácticas que lo menos que implicaban eran hechos de profanación, pero con frecuencia eran parte de un comercio criminal.
De esta manera, la venta de cadáveres se hizo cada vez más habitual de tal modo que ya para mediados del siglo XVIII era un hecho común que la mayoría de los estudiantes de Medicina de Inglaterra recurriesen a “los Resurreccionistas” como la forma válida para poder estudiar los órganos y tejidos de cuerpo humano. Ante la ley inglesa el robo de cadáveres se consideraba un delito menor por lo que el riesgo que se corría bien era compensado por la ganancia obtenida en un mercado activamente estimulado por las mismas Facultades de Medicina de Inglaterra. Los profesores de Anatomía competían entre ellos para lograr los mejores ejemplares de restos humanos y la compra de cadáveres de hombre cada vez más sanos, o de mujeres embarazadas y hasta de niños, se tasaban al mejor postor lo cual constituía un incentivo para grupos criminales de diversa calaña.
La lucha entre bandas de criminales se hizo tan encarnizada que se describen casos donde los cuerpos eran robados desde el mero lecho mortuorio en la casa del difunto. Ya a comienzos del siglo XIX el fenómeno pasó a ser tan corriente que formaba parte de la superstición callejera y las autoridades no tenían problemas en tolerar estas actividades. El cirujano Astley Cooper el año 1828 declararía ante una comisión del Parlamento que el precio acordado para cada cadáver en buen estado era de 8 guineas. Este monto correspondía aproximadamente a seis veces el sueldo de un obrero manual durante una semana, por lo que es evidente que el negocio de los cadáveres resultaba muy lucrativo. La tétrica figura de Los Resurreccionistas cobraría cada vez más vigencia hasta transformarse en parte del imaginario colectivo en una Inglaterra aterrorizada ante la muerte de su gente.
El fenómeno terminó por transformarse en un dolor de cabeza para los parientes y amigos de los recién fallecidos. Hay relatos que hablan de familiares haciendo guardia en los cementerios para proteger las tumbas de sus allegados, o de grupos de hermanos y parientes armados esperando defender las criptas de aparición de los saqueadores de cadáveres. Por su parte Los Resurreccionistas habían creado su propio sistema para proveerse de cuerpos robando y saqueando las tumbas a través de cuadrillas que vivían y dormían en los cementerios y que además conocían en detalle el terreno de tal modo que tenían planos con las diferentes criptas codiciadas en vida de los futuros difuntos.
Los funcionarios públicos y vigilantes destinados a cuidar de los cementerios eran conocidos y sus actividades estaban ya precisadas por los delincuentes. Por otra parte la precariedad de las sepulturas de aquella época era un factor que facilitaba la labor de “los Resurreccionistas” pues por temor a ser enterrados vivos, las sepulturas en ataúdes de madera no se disponían a mucha profundidad del suelo. Todas estas situaciones llevaban a un clima colectivo de inseguridad sobre el futuro de los cadáveres y estimulaba la divulgación de noticias y de cuentos de terror sobre el tema de lo que sucedía en los cementerios de Londres durante las noches. Para mediados del siglo XIX las historias sobre la desalmada labor de “los Resurreccionistas” eran una constante en el imaginario popular y aterrorizaba a una buena parte de los ingleses.
Cuando en 1828 un par de emigrantes irlandeses fueron detenidos y condenados por el homicidio de más de 16 personas, se hizo patente todo este engranaje al surgir el nombre de un famoso profesor de anatomía, el doctor Robert Knox. Los irlandeses apellidados Burke y Hare declararían durante el juicio que ellos habían perpetrado los asesinatos para proveer de cadáveres al doctor Knox, el famoso cirujano que enseñaba a sus estudiantes sus pulcras disecciones en los cuerpos frescos que le compraba a los asesinos Burke y Hare. La historia de estos sucesos está relatada en detalle en el libro del profesor Ruy Pérez Tamayo “La profesión de Burke y Hare y otras historias”.
El Parlamento británico decidió tomar cartas en el asunto de “los Resurreccionistas”. El doctor Knox fue acusado pero nunca se pudo probar un delito más allá de su complicidad con sus proveedores de cadáveres y la investigación del Parlamento condujo a que se analizara la situación de los estudios de la anatomía en las universidades y para conferirle su debida importancia, se creó una Ley de Anatomía promulgada en 1832 llamada “la ley de Henry Warburton”, el político que había redactado el informe de la comisión parlamentaria, donde se regularizó el uso de cadáveres para estudios anatómicos con fines médicos, democratizando su uso y poniéndole fin a las grotescas prácticas antes señaladas.El macabro recuento de toda esta época en el brumoso escenario londinense daría lugar a numerosos relatos, novelas y cuentos de terror sobre profanaciones de sepulcros y muertos vivientes que en escritores como Robert L Stevenson, Mary Shelly y Edgar Allan Poe han sido clásicos en la literatura. La historia de los crímenes de Burke y Hare han aparecido en algunas películas y hasta en el ya comentado libro del profesor Pérez Tamayo donde se detallan numerosos sucesos de la vida de Andrés Vesalio, cuya revisión cuidadosa fue analizada para darle cuerpo a la última novela por mi publicada “Vesalio, el anatomista” .
Maracaibo, lunes 22 de marzo, del año 2021
No hay comentarios:
Publicar un comentario