Arte
norteamericano y la CIA
El expresionismo abstracto
fue un movimiento pictórico que se dio en el siglo XX, cuya
principal característica era la afirmación espontánea que
tiene el individuo por medio de la pintura. Es un arte no figurativo
que no se ajusta la representación convencional. Tiene preferencia por los formatos grandes,
principalmente con pintura de óleo sobre lienzos, con motivos abstractos,
aunque puede haber trazos figurativos y tiene un cromatismo
limitado; se usa más el blanco y el negro que representan rasgos de angustia
y conflicto.
Los seguidores del expresionismo practicaron la
técnica llamada Action Painting. Se buscaba la forma de implicar el
derramar colores sobre lienzos de gran tamaño para poder crear al
azar motivos abstractos. Otros expresionistas abstractos, como Mark Rothko y Barnett Newman, desarrollaron el Colour–Field Painting,
el cual se realizaba aplicando sobre el lienzo, grandes masas de color que eran
sutilmente moduladas. En Europa, se desarrolló en paralelo un movimiento
denominado informalismo y en la década de 1960 se iniciaron nuevos
estilos y movimientos.
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Muchos años más tarde, en 1995, antiguos
funcionarios estadounidenses confirmaron ciertos rumores que circulaban desde
hacía varios años según los cuales los artistas de este movimiento fueron
financiados por la administración norteamericana a través de los servicios
secretos de la CIA con el
propósito de convertirlo en arma ideológica del bloque occidental en el
contexto de la Guerra fría. Supuestamente esta estrategia cultural veía en el
expresionismo
abstracto una forma de afirmar la creatividad, la libertad intelectual
y la influencia artística de los Estados Unidos haciendo ver, por contraste, el
arte oficial de los países comunistas, el realismo socialista soviético como
algo codificado, rígido y cerrado.
Tom Braden, antiguo jefe del departamento de relaciones
internacionales de la CIA y antiguo secretario ejecutivo del Museo de Arte
Moderno de Nueva York (MoMA), declaró en una entrevista: “Pienso que se trataba del departamento más
importante de la CIA y opino que tuvo un papel determinante durante la Guerra
fría”. Esto no significa que el expresionismo abstracto fuese una
creación pura y simple de la CIA ya que los artistas podían ignorar de donde
provenían los fondos que los financiaban. El antiguo agente Donald Jameson
indica que si los artistas tenían simpatías por el comunismo o por la URSS,
estas tendencias favorecían la operación llevada a cabo por la CIA.
Esa voluntad por parte de los dirigentes
norteamericanos de presentar la abstracción neoyorquina como una verdadera
vanguardia artística y una nueva referencia cultural, se concretaría a través
de un amplio programa puesto en marcha por la CIA con importantes medios
financieros. Nació así “un sistema
inédito de consagración del arte” y de fabricación de valor financiero de
obras en red, que implicaba museos, fundaciones, universidades, mecenas y
diversas asociaciones. Galeristas como Leo Castelli y los vínculos que mantenía con la dirección del Museum of Modern Art fueron fundamentales en ese dispositivo. La
historiadora británica Frances Stonor Saunders afirma que el expresionismo abstracto no hubiese
sido reconocido y celebrado como lo fue sin la ayuda de la CIA.
Según Michael Kimmelman, crítico del New York Times, la tesis de la manipulación por la CIA es reduccionista. En un artículo titulado “Revisiting
the Revisionists: The Modern, Its Critics and the Cold War”, intenta
demostrar que esa visión es errónea o fuera de su contexto. Según él, los
artistas norteamericanos del expresionismo abstracto no fueron ni
más ni menos defendidos que los artistas figurativos, los cineastas o los
escritores de la misma época por los diferentes gobiernos.
El libro de Christine Lindey, Art in the Cold War, que describe el arte soviético de la
misma época, o Pollock and After
de Francis Frascina, reiteran los argumentos de Michael Kimmelman, subrayando
que el reconocimiento internacional de los artistas norteamericanos intervino
en 1964 en la Bienal de Venecia con el Pop art y Robert Rauschenberg. El reconocimiento que Serge Guilbaut presenta
como la culminación de una política cultural llevada a cabo por Estados Unidos, el Pop art sustituyendo toda proposición estética con una adhesión
a la sociedad de consumo y reduciendo el arte al diseño. La fusión entre expresionismo
abstracto y Pop art desembocaría en
el nacimiento, a finales del siglo XX, del “arte contemporáneo”, una producción
enteramente sometida a las leyes del mercado y animada por “creadores” desprovistos de habilidades
técnicas e independientes de toda tradición estética.
Maracaibo, miércoles 5 de febrero, 2020
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