lunes, 17 de junio de 2019

El Oficio de escribir, según Eduardo Liendo



El Oficio de escribir, según Eduardo Liendo

Quisiera resumir aquí, algunos interesantes conceptos extraídos de los apuntes de la conferencia “Reflexiones en torno al oficio de escritor y la creación novelística” pronunciada por el escritor Eduardo Liendo en el Departamento de Español y Portugués de la Universidad de Colorado en Boulder, Estados Unidos, el 23 de agosto de 1996. Podrán parecer antiguos o señalar que ya sus reflexiones fueron publicadas en "Poética de la Novela" de la editorial Memorias de Altagracia. No obstante, he querido aprovechar este momento para nuevamente volver sobre Eduardo Liendo quien durante dos años, en la década de los 90 del pasado siglo XX, fue mi maestro en sus talleres de Narrativa en Caracas, porque lo admiro y recomiendo leer su trabajo como escritor de cuentos y novelas, un maestro en el arte de escribir.

La primera cualidad indispensable para el escritor parece ser, o debe haber sido en una época de su vida, la de lector. La escritura literaria, como el canto, se aprende al principio por imitación. "Que otros se jacten de los libros que les ha sido dado escribir, yo me jacto de aquellos que me fue dado leer" decía Jorge Luis Borges. Citando las palabras de Juan Nuño:La clave de todo buen escritor es la buena lectura. Sin lectura, mucha lectura, siempre lectura, no hay escritor posible. Creer que escribir es esperar a que salgan las setas, por generación espontánea, es equivocarse de medio a medio. Escribir es lo que sobrevive después de muchísimas lecturas. Y de continuarlas sin cesar".  

La forma expresiva del escritor, es la palabra. Desde el lenguaje y con el lenguaje, será como este realiza la obra literaria. El lenguaje, es el patrimonio y vehículo de comunicación, y será con esas mismas palabras de su lengua, con las que el escritor debe pretender la excelencia expresiva. "Nadie es escritor por haber decidido decir ciertas cosas, sino por haber decidido decirlas de cierta manera", es una frase que era repetida por Jean Paul Sartre. En esa "cierta manera" radica el estilo del escritor.  No es que no crea en la inspiración. Casi siempre recuerdo una frase, algo soez, de Carlos Fuentes: yo no creo en la inspiración, yo creo en las nalgas. Hay que sentarse a trabajar, y en un novelista es esencial: la disciplina. Por eso, la cualidad fundamental del escritor, resulta ser la voluntad. Sin voluntad no hay obra.

En literatura, escribir es reescribir. Ejemplos son los de Flaubert, y sus nueve versiones de “Madame Bovary”, o García Márquez y sus nueve versiones de “El Coronel no tiene quien le escriba”. Un buen escritor debe tener una particular curiosidad para advertir los detalles significativos. Cualidad esencial de la literatura y el arte, siempre tiene que ser la imaginación.  El oficio de escritor, sería también el arte de imaginar. El escritor no puede dejarlo todo al capricho de su imaginación por lo que saqueará constantemente la realidad real. Podría decirse que la calidad de la imaginación es la levadura que puede producir una transmutación poética de la realidad. El escritor se nutre de todo lo que la vida le ofrece: "Casi todos mis personajes son rompecabezas armados con piezas de muchas personas distintas, y por supuesto con piezas de mí mismo". Esto lo dijo el escritor colombiano Plinio Apuleyo Mendoza.

Vivir y escribir la vida, es la razón de la existencia del escritor. En el otro extremo se encuentra la soledad en que cumple su oficio. "Creo, en realidad, que en el trabajo literario uno siempre está solo. Como un náufrago en medio del mar. Sí, el oficio más solitario del mundo. Nadie puede ayudarle a uno a escribir lo que está escribiendo". Son palabras llenas de sabiduría de García Márquez. Escribir es un oficio solitario, pero requiere de recursos y técnicas del arte de narrar, el manejo del tiempo  narrativo, la introspección, el monólogo, la tipología de los personajes, los puntos de vista del narrador, son todos recursos necesarios, aunque bien dice un sabio precepto, que la mejor técnica literaria es no tener ninguna...

Las circunstancias en que se concibe una obra son innumerables. Cuando esto ocurre. Cuando se da, es como un estado de gracia. El oficio de escritor nunca se aprende del todo y sigue siendo válida la afirmación categórica de William Faulkner, “un escritor sólo requiere de dos cosas: papel y lápiz”. Se escribe, casi siempre, persiguiendo la complicidad de ese lector

Según numerosos testimonios, en el escritor se va desarrollando al comienzo imperceptiblemente y luego de modo palpable, una segunda piel. Por su dureza hay quienes la confunden con una piel de cocodrilo. No es seguro que esta rara cubierta pueda ser incluida sin reserva en el oficio de escritor propiamente dicho, pero, sin duda es de gran utilidad. Es la piel que soporta los primeros arañazos sobre la entonces tímida vocación de escritor. Más tarde, deberá aguantar los mordiscos de algún crítico rabioso, los hachazos de algún colega despechado, las alabanzas desmedidas (en realidad está confundido de libro) de un lector delirante, los desplantes de un periodista enratonado, las prepotencias de un editor, la decepción de su amante, y hasta las frecuentes emboscadas de su propio ego vanidoso. Sin esa segunda piel de cuasi cocodrilo es imposible que un escritor de alma pueda sobrevivir.

Quisiera concluir esta revisión con unas palabras de mi amigo, el escritor Eduardo Liendo: “Lo que más me fascina de la literatura es la posibilidad de ser otro, de ser yo y múltiple. Ser zorro y pez, nube y cometa, héroe y ratero, espuma y roca, eco y silencio... El escritor, por muy desamparado que se encuentre, por suicida que sea, es el amante preferido de la existencia. Por eso quizás su mayor desafío es vencer a la muerte con el filo de la palabra”.

Resumido para el blog lapesteloca.blogspot.com por JGT

Mississauga, Ontario cerca de Toronto, el  domingo 16  de junio de 2019        

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