domingo, 25 de agosto de 2019

El lector inteligente


El lector inteligente

En este mismo blog, en noviembre del 2016 (https://bit.ly/2z82wMN) me repetía unas historias a propósito de tener un posible “lector soñado”. Me decía entonces: “Siento que no hace falta ser escritor, ni siquiera un buen escritor para hallar un buen lector, un lector que entienda lo que se quiere expresar con la palabra escrita”. Aunque hay amigos lectores que lamentablemente están fanatizados y parecen no captar la verdad, por fortuna conozco pocos, pero ellos existen, ha sido pensando en ellos que escribí esta dolorosa reláfica.

Comentaba entonces, en 2016, lo que había sucedido cuando parecía que “la noche de la historia se cernería sobre el mundo” y cuanto me gustó recordar algunas verdades que, contradiciendo la tesis de Walter Benjamin (1892-1940) sobre el Angelus Novus, de Paul Klee (1879-1940) aquel que mostró para él “las alas enredadas por el huracán del progreso soplando cual vorágine desde El Paraíso”, y que le hizo pensar y creer hasta afirmar que la historia solo podría afirmarse a través del olvido… Me gustaría, repito hoy, regresar con Borges diciendo: “Solo una cosa no hay. Es el olvido”. En el curso de la historia, no debemos olvidar lo que ha sucedido. Quisiera volver sobre la memoria de algunas secuencias históricas que quizás valga la pena recordar, y… 
           
“Regresar a los hombres a caballo, quienes trotaron con Páez en los llanos y aquellos que con El Libertador ascendieron por las cumbres de Los Andes para después liberar a los pueblos de América, y también a quienes cayeron del caballo, como Sucre en la selva de Berruecos, o como Zapata al trote en la emboscada fatal mientras los campesinos esperaban por él, o recordar a Miquelón Contreras –personaje creado en la poesía de mi tío Fernando-cuando derribado de su cabalgadura quedó muerto en la sabana de Tocuyito tras haber marchado con los sesenta de Cipriano y su compadre, soñando, siempre soñando con un país diferente, sin entender como los otros quienes al final les esperaban, eran los de la historia, los que afianzarían el eterno caudillismo venezolano... Quizás regresar a Lope de Aguirre, con Elvira en la grupa marchando rumbo a Barquisimeto para darle un finiquito a su historia de incomprendidas esperanzas, y es que así, trágicamente, pareciera haberse detenido la noche de la historia, ensañándose sobre nosotros mismos”.
Cuando ya casi parecía que habíamos dejado atrás a la Venezuela rural y habíamos vencido todas las enfermedades endemoepidémicas, cuando ya casi que creíamos estar dispuestos a ingresar en un nuevo siglo de progreso, de ciencia y de impresionantes avances tecnológicos... Cuando ya parecíamos comenzar a entender que El Dorado no se encontraba en Miami, y ya estaban cerradas, cicatrizadas y tristemente olvidadas las heridas de la inútil y cruenta lucha armada y el país se enfrentaba a un mundo globalizado y tecnológicamente avanzado Cuando obligados estábamos a estudiar cada vez más para actualizarnos, sería cuando de pronto, y afortunadamente para beneficio de nuestra nación los precios del petróleo ascendieron a montos inconmensurables… Entonces sucedió que la tristemente célebre frase de Pérez Alfonso sobre el negro excremento del demonio embarraría las garras de una pandilla de malandros comandados por un falso profeta y decidirían torcer el rumbo del país y arruinarlo para siempre.
Todos sabemos lo que sucedió desde hace poco más de veinte años, y cómo es que hoy, tras caudillismo, populismo, fanatismo y traición, atravesamos ésta, al parecer interminable, época de oscuridad. Crueles ideologías que contaminan el mundo bajo la égida de mentes perversas, siguiendo directrices transnacionales y utilizando mentirosas consignas populistas, taimadamente lograrían engañar a nuestro pueblo inocente, en conchupancia con muchos otros acólitos, igualmente arrastrados por la podredumbre de su desmedida ambición, minarían desde adentro a nuestras originales fuerzas armadas, y los hombres que debieron servir al pueblo se transformarían en hordas inciviles compradas con oro-dorado, con coca-blanca, o con coltán-azul, y fríamente sin vergüenza alguna, por míseros denarios se venderían, aceptando traicionar a su patria.
En esta prolongada oscura noche, comprendemos que los invasores en el afán de acaparar todas las riquezas del subsuelo, aunque ahítos nunca estarán saciados y así observamos cómo han infiltrado todos los estamentos patrios hasta adueñarse de Venezuela. Así pues, también parece haber desaparecido el lector inteligente. Aquel lector antes soñado, para quién uno creyó escribir, de quien uno esperaba entendiese la lectura, que tuviese lucidez para no dejarse engatusar, si por demás, era capaz de observar los hechos indubitables… ¿Cómo les permitió que lo engañasen?
Nada hay peor lacra que el fanatismo. He visto como gente, y algunos hay que hasta dicen ser amigos, quienes al leer verdades, al contemplar realidades prefieren despojarse de su identidad y olvidando su real personalidad, sin rubor alguno son capaces de aceptar ideologías foráneas absolutamente trasnochadas, y seguros por demás de que históricamente sus paradigmas han llevado a millares de seres humanos a la ruina y a la muerte, estas realidades que no les importan, para nada. No les incumbe. Eso dicen. Conocen la verdad pero no la asumen y se niegan a confirmar que actúan sencillamente imbuidos de resentimiento y de fanatismo. Niegan ser borregos tristes y prefieren hacerse los ciegos, conscientes de que en realidad no se atreven ni a mirar de frente a quienes conducen la recua.
El ejemplo del llamado “Estado Islámico”, bastaría para ejemplificar graves conductas que son similares en el tema del fanatismo, sin que medien motivaciones religiosas, ni culturales, estos tipos no aceptarán entender que actúan ciegamente, como fanáticos. Son lectores, pero no quieren asimilar la verdad de lo que leen, ni de lo que escuchan, o de lo que ven. Se voltean, miran a un lado y se hacen los locos ante al desmoronamiento de toda una nación, la que otrora soberana y pujante era la misma donde nacieron sus antepasados. Ese detalle tampoco logra importarles, para nada.
No nos queda otro remedio sino concientizar que vivimos una larga y oscura noche en nuestro país, el de nuestros abuelos, hijos y nietos, como también es el de ellos, los soñados lectores quienes deberían ser menos ciegos, o más inteligentes. Lectores quienes, algunos aun diciendo ser amigos, prefieren no aceptar leer la verdad, ni entre líneas. En el futuro cercano, seguramente la historia misma logrará hacerles despertar de ese hipnótico sueño. Con ellos, no podemos hacer otra cosa sino imaginar confiados en que podamos lograr recuperarlos y pasar de ser “soñados”, a ser, lectores inteligentes.
Mississuaga, Ontario, el domingo 25 de agosto, del año 2019

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