domingo, 26 de abril de 2020

Cajal y las investigadoras


Cajal y las investigadoras

Hace unos días me referí en este blog (https://bit.ly/34N5wx9) a la doctora June Almeida, la mujer que descubrió y le puso nombre al virus que azota a la humanidad. Hoy voy a hablar sobre don Santiago Ramón y Cajal y las mujeres, un tema que se ha debatido señalando que habían pocas mujeres en su laboratorio, a pesar de que en sus Charlas de café, Cajal rebatía a “los detractores de la mentalidad de la mujer” que aducían a “el volumen y peso exiguos” del cerebro femenino. El neurofisiólogo Ramón y Cajal “ argumentaba risueñamente que: “Buena parte de los genios y talentos superiores poseyeron un cerebro pequeño o mediano, igual o apenas superior al promedio del de la mujer. De mí, sé decir que, habiendo contemplado en la Sociedad Real de Londres el vaciado de la cabeza de Newton, quedé admirado de la exigüidad de su capacidad craneal”…
 
En una cajas que permanecían almacenadas en una sala del actual Instituto Cajal cerca del estadium de fútbol del Real Madrid, se sabe que desde hace décadas yace la mayor parte del legado del premio nobel don Santiago Ramón y Cajal. En una revisión de las cajas del mismo archivo realizada en 2019, llamaron la atención una serie de dibujos con minuciosos esquemas de las terminaciones sensitivas del clítoris que datan de 1932, los cuales estaban firmados por C. del Valle y María G. Amador.

Las dos mujeres dibujaban con maestría y aparecen descritas en un artículo en francés publicado en 1932 sobre las “terminaciones sensitivas de los órganos genitales externos”. “Creemos que es el primer artículo científico que se publicó sobre la inervación del clítoris”, subraya Fernando de Castro, del Instituto Cajal. Los dibujos sobre la inervación del órgano del placer sexual femenino se hicieron a partir de disecciones de cadáveres con observaciones hechas al microscopio. Esta investigación revelaría que el propio Cajal acogió a algunas mujeres pioneras entre quienes figuraban Conchita del Valle y María García Amador, ilustradoras en el laboratorio de Jorge Francisco Tello, uno de los primeros discípulos de Cajal. 

En su libro Misoginia y comprensión en clásicos españoles del siglo XX, publicado por la editorial Áltera en 2015, la historiadora Sacramento Martí señalaba que Cajal, pese a todo, ha sido habitualmente acusado de machismo. Un nuevo trabajo, publicado en la revista Frontiers in Neuroanatomy, mostró el verdadero e insólito papel de las mujeres en la denominada Escuela de Cajal. Para el año 1922, cuando el ya ganador del Nobel de Medicina había recibido la medalla Echegaray, don Santiago elaboró una lista con sus discípulos y allí, entre 27 hombres, aparecen los nombres de otras dos mujeres: Laura Forster y Manuela Serra.

Era una época cuando la presencia de mujeres en los laboratorios era totalmente inusual, y Elena Giné coautora de la investigación y profesora de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid  recalca que,  Cajal incluyó a Forster y a Serra en su Escuela porque las consideraba al mismo nivel que los hombres”. Laura Forster, una médica australiana nacida en Sídney en 1858, quien llegó al laboratorio de Cajal en 1911 procedente de la Universidad de Oxford para “aprender a dominar las técnicas” del sabio español. En uno de sus trabajos científicos, la investigadora relataba que el propio Cajal le había sugerido que explorara la degeneración traumática en la médula espinal de las aves, un fenómeno que él ya había estudiado en mamíferos. Al publicar sus resultados, la australiana expresó “las más cordiales gracias al Dr. Cajal por sus amistosos consejos”.

Manuela Serra y su hermana Carmen, no eran médicas, eran ayudantes en el laboratorio de Cajal y sin embargo Manuela llegó a firmar en 1922 un artículo de investigación en solitario, sobre las células del tejido nervioso de la rana. Los investigadores, también citan a la médica toledana María Soledad Ruiz-Capillas (1902-1990) y a su colega cántabra María Luisa Herreros (1917-1985) como investigadoras del círculo del Nobel español.

Enriqueta Lewy, la autora del libro “Santiago Ramón y Cajal: el hombre, el sabio y el pensador publicado en 1977, se incorporó como bibliotecaria al Instituto Cajal cuando solo tenía 16 años en 1926, y su dominio del alemán facilitó la correspondencia de Cajal con otros científicos europeos. Las memorias de Lewy, escritas tras su exilio en la Unión Soviética y China a causa de la guerra civil española, daban la idea errónea de que ella había sido la única mujer en el entorno científico de Cajal. “Es curioso que, siendo una persona muy activa en el movimiento feminista, no mencionase al resto de mujeres ni siquiera de pasada”, apunta De Castro quien con su equipo analizaron los factores que contribuyeron a la idea de que en la Escuela de Cajal no había mujeres.

La neuropsicóloga Cristina Nombela, de la Universidad Autónoma de Madrid, defiende la relevancia del trabajo de aquellas pioneras. Refiriéndose a Conchita del Valle y María García Amador, afirmaría: “Estas señoras no hacían un trabajo de calcar, sino que tenían un estilo y firmaban sus obras, como artistas”, y explica que el redescubrimiento de estas mujeres olvidadas por la historia obliga a revisar la percepción que se tiene de Santiago Ramón y Cajal. “Yo, honestamente, creo que, para su época, no era machista”, sentencia.   (Todas estas noticias aparecieron en el diario El País el 23 JUL 2019).

Maracaibo, domingo  26 de abril, 2020

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