El agente Dimitri
Yakolev*
Dimitri Yakolev se había preparado durante
muchos años cumpliendo con un exigente entrenamiento a través de numerosos
trabajos especiales asignados por el Komitet Gosudárstvennoy Bezopásnosti, que es el mismo Comité para la Seguridad del Estado,
abreviadamente conocido como la KGB. Siendo nativo de Belarus, tras la
disolución de la Madre Rusia, Dimitri se había reencontrado con su tierra. Su
madre y un par de hermanos vivían todavía en Soltanishki. Sus conceptos sobre la autodeterminación
de Belarus eran muy firmes por lo que desde finales de la década de los ochenta
se sintió muy apegado a las ideas de Lukashenko y cuando éste asumió la presidencia de
su país, él contribuyó intensamente en la organización de la KGB local. Desde
la época cuando se dio la tragedia de Chernobyl, él había visitado de nuevo los
lagos y bosques contaminados y pudo palpar en uno de sus familiares cercanos lo
que significó la desgracia de ser uno de los “liquidadores” en la lucha para
descontaminar la planta ucraniana y las áreas afectadas por la radiación. Desde
entonces había conservado el gusanillo de un creciente malestar por Ucrania y
regresaba mentalmente a la idea de que Belarus tendría que ser resarcida de
alguna manera por sus vecinos del sur.
El distanciamiento y la inconformidad con todo lo
ucraniano se acrecentaron en Dimitri durante el proceso de las llamadas
tendencias pro-occidentales del presidente Yuschenko. Durante la Revolución Naranja del año 2004,
Dimitri Yakolev estuvo en Kiev como enviado especial del gobierno de Minsk para
palpar la situación ucraniana y vio el arribo de Yulia Timoshenko catapultada
por aquel movimiento casi subversivo, inaceptable para un agente de la KGB como
él. Unos meses antes de conversar por vez primera con su amigo Victor Sheiman y
con el presidente Lukashenko
sobre su posible misión en Suramérica,
el teniente Yakolev había corroborado sus temores al conocer de los acuerdos
entre la Timoshenko como primer Ministro de Ucrania y Vladimir Putin.
Para apartarlo de las tensas situaciones generadas por las acciones de la KGB
con algunos periodistas disidentes, su amigo personal el poderoso Sheiman le
planteó al presidente Lukashenko
que Dimitri debería ser el hombre ideal para una misión como agente especial en
el país más rico en gas y en petróleo de América.
En esos días, su tocayo Dimitri Medvedev el nuevo
presidente de Rusia habló durante más de dos horas achacándole a Putin algunas
fallas. El joven presidente de Rusia, se atrevía a responsabilizarle por la
mala situación económica de su nación. Según Medvedev, Rusia tenía que cambiar
el estilo del hombre fuerte que todos deberían obedecer con los ojos cerrados.
El teniente Yakolev meditó preocupado. ¿Qué pensará el presidente Lukashenko sobre ese disparate?
Recordó entonces la fecha, el 26 de abril de 1986, el accidente nuclear de Chernobyl, el cual debería haber marcado negativamente el
futuro de Ucrania y sin embargo, el viento hizo de Belarus el país más afectado
al contaminar extensas áreas boscosas con miles de lagos y desoladas zonas
pantanosas al noroeste del área de desastre. Mientras Rusia y Ucrania se disputaban el aporte energético
derivado del gas para su desarrollo industrial, Belarus, seguía siendo un país
primariamente agrícola aunque comenzaba lentamente a industrializarse. Una
“guerra del gas” se daba entre dos poderosas compañías, la rusa Gazprom y
la ucraniana Naftogaz, pero la situación evolucionó hasta el mes de mayo del
año 2009, cuando Vladimir Putin y Yulia Timoshenko resolvieron el conflicto con
la creación de una firma intermediaria RusUkrEnergo, con sede en
Suiza. Hábiles negociadores políticos, especialmente su amigo Sheiman, pusieron
en marcha los acuerdos con la nación caribeña más rica en hidrocarburos del
hemisferio occidental.
Yakolev con el grado de teniente estaba radicado en
Afganistán acompañando a Viktor Vladimirovich Sheiman, quien para la época era
uno de los comandantes de las fuerzas rusas destacadas en aquella República. En
un viaje por tierra desde Kabul hasta Peshawar en Pakistán, Dimitri sufrió un
accidente en la carretera, con un traumatismo sospechoso de una lesión del
fémur, que lo obligó a hospitalizarse en Peshawar donde hizo amistad con dos
curiosos investigadores nipones Shinji Masanori y Hiroaki Kashiwabara
microbiólogos japoneses que estudiaban la lepra en muestras provenientes de
diversos países del mundo. Shinji e Hiroaki le explicaron a Dimitri, que
existían mutaciones que alteraban las secuencias en diversos genes de las
micobacterias y de cómo hallaron estos cambios en los genes folP1, rpo B y gyrA de los bacilos de la lepra. Las mutaciones, que ellos lograban
desatar, habían modificado la estructura de la cubierta bacteriana que las
hacía resistentes a los tratamientos.
Según el teniente Yakolev, Belarus necesitaba algo
que ofertar, algo que les ayudase a reintegrarla a la Madre Rusia y ambas
naciones, estaban obligadas a recuperar a la vecina Ucrania para borrar
definitivamente los absurdos sueños europeizantes de los ucranianos. Dimitri,
interesado en el asunto de las mutaciones de los bacilos fue imaginando la idea
de que pudiesen usarse aquellos extraños fenómenos de la Biología Molecular con
propósitos bélicos. A pesar de la absoluta negativa de los investigadores
japoneses quienes tomaron a broma las propuestas del ruso blanco, él continuó
empecinado en examinar todas las puntas de aquel espinoso tema y al regresar a
Belarus, lo había discutido con algunos superiores de la KGB de su país sin
ningún resultado. Entonces se había dado la afortunada conexión con el país
caribeño productor de gas y de petróleo. Allí, curiosamente habitaban un par de
grupos de investigadores estudiando las corinebacterias responsables del mal de
Hansen.
Dimitri se empapó sobre todo lo concerniente a una
cierta vacuna, cuya efectividad era discutible y pronto estuvo informado, no
solo sobre la vacuna elaborada en la capital de Venezuela, sino también de
cuanto habían avanzado las investigaciones del grupo dirigido por el profesor
Arístides Sarmiento en la región occidental del país. Requería evidencias en
particular sobre las inoculaciones de bacilos en cachicamos estudiados en unos
laboratorios ubicados en La Cañada de Urdaneta. Trabajaban allí dos mirobiólogos,
Korzeniowski y Pitaluga, del grupo de investigadores dirigidos por Arístides
Sarmiento. Así fue como Dimitri Yakolev, había decidido que de ser necesario,
utilizaría toda su labia, y llegaría hasta la “ciudad de fuego” para visitar al
profesor Korzeniowski. Internamente creía que al fin se acercaba para él la
hora de activar su proyecto para el uso de los bacilos de Hansen en provecho de
su país.
Maracaibo 4 de abril
del 2018
*Texto extraído del Capítulo 4 de mi novela “El año de la lepra”. Editorial
elotro@elmismo, 2011
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