Lewis Carroll
Lewis Carroll (1832-1898), es el autor de Alicia en el País de la Maravillas y A través del Espejo, era un profesor de matemáticas de la
Universidad de Oxford, cuyo nombre realmente era, Charles Lutwidg Dogson, quien
publicaba trabajos sobre complejos problemas matemáticos. Las habilidades fotográficas de Carroll, demostraron que poseía
talento y un cierto encanto en su técnica que hizo de él uno de los primeros
grandes fotógrafos reconocido por sus numerosas fotos de niñas. Entre muchas,
existen las fotos de la pequeña Alice Liddell, heroína y primera lectora de sus
dos obras famosas en la tradición de la literatura inglesa infantil. Es bien
conocida, la fascinación de Carroll por
Alice Liddell, la niña que inspiró a la protagonista de «Alicia», en una
época en la que se sospecha que llegó a pedirle en matrimonio cuando ella sólo
contaba 13 años. Él nunca contrajo
matrimonio y era profundamente religioso, de carácter apacible e inocente,
hasta el punto de considerar el mundo exterior demasiado peligroso, lo
suficiente como para preferir vivir sumido en su mundo ilógico de fantasía.
Carroll se sentía feliz viviendo encerrado entre los muros de
un colegio de
Oxford y contándole cuentos a la hija pequeña del doctor Liddell, un gran
helenista. Él mostró ese exterior peligroso, plagando el mundo de Alicia con
excéntricos ingleses de la época victoriana que, casi siempre disfrazados de
animales donde la visión infantil parece ser la más lógica y razonable. Alicia,
con solo beber de una botellita, podía cambiar de tamaño y hacerse enorme, o si
comía un pastelillo se encogía, de manera que solo los niños podrían concebir
como “lógicas” las analogías entre el mundo real y el de los sueños creados por
Carroll. Las canciones que Alicia canta o escucha conservan una cierta lógica,
la del mundo de los sueños que reproducen, un mundo disparatado pero cargado de
una profunda lógica.
Carroll alcanzó la excelencia
en el arte de la fotografía, que convirtió en la expresión de su personal
filosofía interior: la creencia en la divinidad de lo que él llamaba, belleza,
que para él significaba un estado de perfección moral, estética, o física. A
través de la fotografía, Carroll trató de combinar los ideales de libertad y
belleza con la inocencia edénica, donde el cuerpo humano y el contacto humano
podían ser disfrutados sin sentimiento de culpa, visión que se transformó en la
persecución de la belleza como un estado de gracia, un medio para recuperar la
inocencia perdida. Más de la mitad de su obra está dedicada a retratar a niñas.
Sin embargo, debe tenerse en cuenta que de la totalidad de su obra se ha
conservado menos de un tercio. La niña que más veces le sirvió de modelo fue Alexandra Kitchin(«Xie»), hija del decano de la catedral de Winchester, a la
que fotografió unas cincuenta veces desde que tenía 4 años hasta que cumplió
16. A Carroll definitivamente le gustaban las niñas y no le complacía verlas
crecer.
Tras revisar ciertos detalles
de su vida, se han planteado preguntas sobre el carácter “pedófilo” de Carroll
quien no se ocupaba de esconder sus aficiones sino que las mostraba
abiertamente. Dicha especulación ha sido desafiada por varios académicos que
argumentan que Carroll debe ser comprendido en contexto del espacio y del
tiempo de la cultura victoriana, cuando la aparición de niñas desnudas podía
verse como algo totalmente normal porque equivalía a un símbolo de inocencia.
Sin descartar que el amor de Carroll por las niñas fuese inocente sin que
pudiesen atribuírsele explicaciones de carácter
sexual, se ha llegado a plantear que más a un deseo sexual sus
aproximaciones a las niñas y jovencitas púberes representaban el deseo oculto de seguir siendo un niño.
Cultivó también el paisaje y el estudio anatómico. Dodgson abandonó
repentinamente la fotografía en 1880.
.
Un
artículo del 14/01/2018, en el ABC de España, sobre Lewis Carroll, señalaba que
detrás de su prodigiosa obra se esconde una figura controvertida que no ha
dejado de generar polémicas. El escritor Will Self, quien no dudó en tachar al literato de «pedófilo reprimido». «Es un
problema cuando alguien escribe un gran libro, pero no es una buena persona»,
afirmó en su momento. Por otra parte, la biznieta de Alice Liddell declararía…«Era
un hombre extraño, pero admirable. No quiero lanzar acusaciones de pedofilia,
con la que estamos ahora tan obsesionados, contra él. Es triste que sea lo que
más trascienda». En un libro publicado en 2013."El hombre que amaba a las niñas" a través de las cartas de Carroll, en las
que se hacía pasar por un niño, Servando
Rocha el editor del volumen trataría de explicar su conducta : «Él
amaba a las niñas en una época, alrededor de 1860, en la que había muchos
fotógrafos que hacían lo mismo, pero lo que sorprende es que cuando escribe las
cartas él se hace pasar por un niño, no es un adulto escribiendo».
Dodgson escribió poesía y
cuentos que envió a varias revistas con un discreto éxito. La mayor parte de
sus escritos fueron sobre geometría, escribió también sobre otros temas matemáticos: de
la cuadratura del círculo, del cifrado de mensajes, de àlgebra, de aritmètica electoral y votaciones,
así como sobre lógica. Entre 1854 y 1856 su obra apareció en las
publicaciones de ámbito nacional y en revistas de menor difusión. La
mayor parte de sus escritos son humorísticos, y en ocasiones satíricos. En 1856
publicó su primera obra con el seudónimo que le haría famoso: Lewis Carroll. En
los últimos años de su vida le prestó atención a las matemáticas recreativas, al estudio de las paradojas y la teoría del silogismo. Publicó numerosos apuntes sobre la obra de referencia de
su época, los Elementos de Euclides,
y un libro en el que confrontaba a este con autores contemporáneos (1879). El arte de las
matemáticas, usualmente exige una dedicación que por ley natural es abstracta y
compleja, de manera que podía pensarse que Carroll jamás quiso asumir las
responsabilidades de un adulto.
Lewis Carroll nunca quiso ser
famoso, odiaba la fama. Nunca concedió entrevistas y detestaba firmar
autógrafos. Tal era su pudor que, en una carta que apareció en 2014, admitió que había momentos en los que desearía no haber escrito los
libros que tuvieron tanto éxito. En la carta escrita en 1891, a una amiga
conocida como la señora Symonds, le dijo: «Odio
tanto todo eso que a veces pienso que ojalá no hubiera escrito ningún libro»
Maracaibo 16 de abril de 2018
No hay comentarios:
Publicar un comentario