Sobre la disección y los anatomistas
Durante la edad Media y la época
del Renacimiento, la Iglesia prohibía cualquier manipulación de los cuerpos una
vez que la persona hubiese fallecido. Por lo que el contacto con cadáveres se
consideraba un pecado tan grave hasta ser considerado casi herejía
y podría conllevar hasta una sentencia
de muerte. Por otra parte, la Iglesia también condenaba que los
cadáveres fueran utilizados para “maneras impuras”, lo que incluía cualquiera
de las prácticas médicas. Esta situación se prolongaría durante casi trescientos años y los médicos e
investigadores científicos europeos tuvieron que recurrir a otros métodos para
aprender sobre la biología humana,
sobre la muerte y sobre todo, para entender los misteriosos procesos de la
putrefacción. Los robos de tumbas
se hicieron tan habituales en Italia y Francia, que la Iglesia habría de
disponer de pelotones de vigilancia exclusivamente destinados a cuidar los
cementerios. La profanación de tumbas y
de criptas comenzaría a resultar un crimen corriente y con frecuencia
iba a estar amparado por la complicidad de figuras de renombre.
El caso mejor documentado puede
ser el de Leonardo Da Vinci, quien en 1510, dejó Milán para trabajar en la
Universidad de Pavía, con Marcantonio della Torre un profesional de la anatomía
de y maestro de la disección, un sujeto que era conocido como el “maestro de la muerte”. Leonardo
trabajó en el registro y dibujo del cuerpo humano labor que sólo pudo haberse
logrado gracias a un cuidadoso proceso de disección, que sabemos estaba prohibida
por Roma. Se estima que Leonardo diseccionó
al menos 19 cadáveres, aunque hay quienes elevan la cifra a 30. Estos cadáveres
se obtenían de hospitales, como el de Santa María Nuova de Florencia, o el
hospital del Santo Spirito, en Roma, hasta que el Papa León X, se cree que azuzado
por otros artistas, le prohibió proseguir disecando humanos. Los cuerpos
utilizados en estas labores usualmente eran de criminales ejecutados o personas
que morían sin ser reclamados por los familiares. Leonardo rompió el tabú que
existía sobre la disección del cuerpo de la mujer. Grandes hombres de la
antigüedad mostraron desinterés por la anatomía y fisiología femeninas y algunos,
como Plinio, en su Historia Natural (Leonardo tenía una copia) mostraban horror
por la menstruación. La investigación sobre la salud femenina se modificaría
con las evidencias que aportaría Leonardo al dibujar el cuerpo de la mujer como
nadie hasta entonces. En el folio 12281r se muestra un detalle del corte en
sección de un cuerpo femenino, y en el 19095 dibujaría varias fases del útero
durante el embarazo. Leonardo tenía previsto publicar un tratado de anatomía
con la ayuda de Della Torre, pero la muerte de este por la peste frustró el
proyecto.
En realidad la primera disección
de cadáveres de la que se tiene registro histórico fue llevada a cabo por
Mondino de Liuzzi (1270-1326) en Bolonia durante el año 1315; también conocido
como Mundinus, Mondino fue un médico, anatomista y profesor de cirugía italiano
que vivió y trabajó en Bolonia y que describió una disección que se realizaba
en tres días: el abdomen, el tórax y la cabeza. En relatos siguientes explicó
que usó cuarto día para la disección de las extremidades, sin embargo sus
conceptos anatómicos estaban apegados a lo enseñado por Galeno. La importancia
de Vesalio (1514-1564) y su utilización de cadáveres para irrumpir en contra de
las ideas de Galeno están relatadas en mi reciente novela “Vesalio, el anatomista”. Otros anatomistas
durante el Renacimiento fueron Realdo Colombo
(1516-1559) el sucesor de Vesalio en Padua quien era uno de sus discípulos: El
sucesor de Colombo en Padua
fue Gabriel Falopio (1523-1562), gran admirador de
Vesalio, que fue famoso por sus descripciones del aparato genital femenino
interno. El sucesor de Falopio en Padua fue Fabricio de Aquapendente (1590-1619), su prestigio
influyó y atrajo a muchos estudiantes de toda Europa, entre ellos el inglés William Harvey (1578
-1657).
Uno de los primeros países en
liberarse del dogma católico y por tanto de la rígida normativa religiosa sobre
la manipulación post mortem, fue Inglaterra. En el año 1506 el Rey Jacobo IV de
Escocia concedió mecenazgo y protección a la compañía de barberos y cirujanos,
lo que le permitió llevar algunas prácticas básicas de disección sobre animales
que fue ampliamente criticada por Roma. No obstante, cuando el Reino Británico
se separó de Roma 1534 debido al conflicto del Rey Enrique VIII con el
Vaticano, la influencia católica sobre el territorio desapareció casi por
completo, lo cual incluía sus severas disposiciones sobre las ciencias médicas.
En 1542, el Parlamento Británico permitió por primera vez una disección pública
de cadáveres por motivos científicos: los cuerpos de cuatro condenados a muerte
fueron entregados a la Compañía de Barberos y Cirujanos. El acto se trató de
una escena dantesca que aterrorizó a la multitud que asistió como testigo del
proceso. Un grupo de juristas prohibió que la práctica se llevara cabo en lo
sucesivo. Se restringió el uso de cadáveres para fines médicos salvo si un
voluntario lo decidía al morir o si los cuerpos de los condenados a muerte no
eran reclamado, y sólo las Universidades y centros educativos que se dedicaran
la enseñanza de técnicas médicas podían disponer de los cadáveres. El el número
de escuelas existentes hizo cada vez más complejo el uso de los muertos
obtenidos de manera legal, por lo que comenzaron a hacerlo bajo el auspicio de
un insólito grupo criminal que se
dedicaba a la profanación y robo de cadáveres recién sepultados.
Durante casi tres siglos, la
mayoría de los científicos y Universidades europeas acudió a estos medios
ilícitos para obtener cadáveres lo suficientemente frescos y en buen estado
para llevar a cabo procedimientos quirúrgicos de envergadura y estas acciones
estuvieron amparadas bajo la complicidad oficial y los funcionarios a cargo de la
guardia y custodia de cementerios recibían lucrativas ganancias por ignorar las
prácticas de profanación y la venta
de cadáveres se hizo habitual. Para mediados del siglo XVIII, el robo de
cadáveres se consideraba un delito menor,
para la Ley
Inglesa. Las facultades de anatomía del Reino Unido competían entre sí para
lograr los mejores restos humanos ( se buscaban cadáveres de hombres sanos,
mujeres embarazadas, y de niños pequeños ) y por ellos aumentaba el precio y la disputa entre
los grupos criminales. Para comienzos del siglo XIX, el fenómeno era tan
habitual que formaba parte de la superstición callejera y las autoridades lo toleraban
con cierto pesimismo En 1828, el cirujano Astley Cooper admitió ante una
comisión del parlamento que el precio de un cadáver en buen estado era de 8
guineas, lo cual hacía del robo de
cuerpos un negocio muy lucrativo. Un método infalible para el robo era el saqueo de tumbas, de modo
que la mayoría de estos grupos de delincuentes, dormía en los cementerios, incluso
dentro de los monumentos y construcciones funerarias y conocían en detalle
los movimientos de los funcionarios y vigilantes encargados de la zona. La
mayoría de los ataúdes eran enterrados bajo una fina capa de tierra, en
previsión al terror ancestral de ser enterrado vivo, práctica que no sólo
facilitó las maniobras de los pillos sino que se convirtió en parte de la
imaginería popular. Se vivía en un Londres aterrorizado por lo que ocurría en
los cementerios durante la noche. Se murmuraba que cavaban con palas de madera
para no hacer ruido, y que robaban los
cadáveres a través de rápidos método de poleas para extraerlos. Para
mediados del siglo XIX, toda esta labor desalmada fascinaba y aterrorizaba a
buena parte de Inglaterra.
En 1828 dos
inmigrantes irlandeses (Burke y Hare) fueron detenidos y condenados por el
homicidio de dieciséis personas: ambos declararon que habían llevado a cabo la
serie de asesinatos para llevarle cadáveres al
doctor Robert Knox, famoso por las disecciones que realizaba durante sus
célebres clases de anatomía. Knox no sólo mostraba a sus estudiantes su
habilidad como cirujano, sino admitía oyentes e invitados de varios lugares de
Europa para debatir sobre sus métodos de disección. Knox fue acusado de
complicidad aunque nunca pudo probarse los casos en su contra, el Parlamento
inglés investigaría los robos de cadáveres y consideró la importancia de la
Ciencia anatómica. La Ley de Anatomía promulgada en 1832 (ley de Henry
Warburton), democratizó el uso de
cadáveres para fines médicos y científicos,
y su rastro macabro en adelante pudo seguirse a través de las novelas desde
R. L. Stevenson hasta Mary Shelley y Edgar Allan Poe y otros escritos de la
época, que detallan los terrores de la profanación.
Maracaibo 9 de octubre
del 2017
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