El 24 de mayo de 2016 en este blog me referí a la
novela Tiempo de silencio de
Luis Martín-Santos y hace unos días, el 6 de este mes, al hablar sobre los
ratones “avatar” volví a mencionar al médico psiquiatra gipuzkoano, que
escribiera una novela muy importante en la literatura española del siglo XX. Hoy
regreso para hablar de Tiempo de silencio
la novela de Luís Martín-Santos (1924-1964), que fue publicada en 1962 por la
editorial Seix Barral, y es considerada clave en la evolución de la novelística
española. Tiempo de silencio fue incluida por el periódico español El
Mundo entre las 100 mejores novelas en español publicadas en el pasado siglo
XX. Debido a su prematura muerte en un
accidente a los 40 años de edad, Tiempo de silencio fue la única
novela que pudo publicar completa Martín-Santos. El autor dejó otra obra sin
concluir, Tiempo de destrucción
la cual sería publicada en 1975. Varios relatos suyos también serían publicados
en 1970 bajo el título de Apólogos. Luis
Martín-Santos Ribera, nació en el
protectorado español de Marruecos en 1924, pero desde 1929 crecería en San
Sebastián (Donosti), Gipuzkoa. Estudió medicina en Salamanca y se graduó en
1964. Doctorado en Madrid entre 1946 y 1949, se relacionó con los psiquiatras
Juan José Lopez Ibor y Carlos Castilla del Pino y se especializaría en
Alemania. En 1951 ganó por oposición la plaza de Director del
Psiquiátrico Provincial de Gipuzkoa
donde se dedicó al estudio del alcoholismo y sus diferencias con la
esquizofrenia. En marzo de 1963 fallecería cuando su coche se estrelló contra
un camión, cerca de Vitoria.
Tiempo de
silencio cuenta la vida de Pedro, un joven médico que quiere ser investigador y
vive en una pensión de Madrid, soñando con
descubrir la cura del cáncer. La novela se desarrolla a finales de la década de
1940. Las investigaciones sobre el cáncer y en particular los estudios
experimentales para aquella época, eran una quimera y Pedro
se entera de unos ratones traídos desde los Estados Unidos, se morían
de cáncer. Sabe de ellos por Amador, su ayudante de laboratorio a quien le
había regalado algunos de los ratoncitos un pariente apodado, el Muecas quien con ayuda de sus
hijas criaba los ratones en su chabola. Pedro y Amador visitarán la chabola de
El Muecas para comprarle algunos ratones. Santos describe la vida en los bajos
fondos de Madrid, de una pobreza e incultura impresionante. El Muecas le pide ayuda a Pedro porque
su hija mayor, Florita se desangra debido a un aborto que él, su padre, le ha
practicado en casa. Mientras Pedro intenta salvar a la
chica, pero ella muere, y él, joven e inexperto ejerciendo la medicina, será perseguido
por la policía, y acabará preso. La
madre de Florita defenderá la inocencia del investigador al afirmar que la
chica ya se había desangrado cuando Pedro llegó y el joven, tras vivir la
experiencia de la prisión podrá regresar a su vida en la pensión. Allí, las
mujeres que la regentan pretenden casar a Pedro con la pequeña, Dorita. Un
personaje violento y de baja ralea, apodado Cartucho, está convencido de que
Pedro había embarazado a Florita y la había dejado morir. Finalmente, durante una
verbena a la que asisten Pedro y Dorita,
Cartucho, decidido a vengar la muerte de su novia, asesinará a Dorita.
La novela plasma diversos ambientes y lugares de Madrid; la vida cultural de
los Cafés de la época, la pobreza de la clase media, contrastando con la vida
burguesa, los prostíbulos madrileños y la miseria de la vida
de los pobladores de los barrios marginales de Madrid. El texto se extiende a
ratos ampliando sucesos objetivos con monólogos interiores de los personajes,
con puntuales descripciones, y reflexiones del narrador, quien usará numerosas referencias
intertextuales y culturales.
La novela es
presentada en 63 párrafos-secuencias separados por un espacio sencillo sin
numeración ni título, por lo que el lector desprevenido puede hallarse sin un indicio
de lo que se va a narrar ni de quién lo hace hasta que inicia las primeras
líneas de cada parte. Luis Martín-Santos utilizará entonces diversas técnicas
narrativas: el monólogo interior
por el que se escucha el pensamiento de los personajes, a veces sin solución de
continuidad y sin ir más allá de lo que puede existir en la mente de ellos,
recurso que representa una de las más claras influencias de James Joyce. Existen
también reflexiones del narrador, quien adopta un enfoque omnisciente para
realizar comentarios y hasta críticas a la propia narración de hechos. El autor
reflexiona sobre diversos temas, como pueden ser Goya, los toros, Cervantes, la
revista, o la magistral crítica a la ciudad de Madrid. La descripción irónica
superlativamente grotesca, puede ejemplificarse en denominar las chabolas “los
soberbios alcázares de la miseria". Utilizando un perspectivismo narrativo, podemos contemplar los mismos hechos
desde la visión personal de los distintos personajes, lo cual ofrece una visión
muy diferente a la perspectiva literaria concebida para la época.
Luis Martín-Santos buscó y consiguió modificar los modos imperantes en la
literatura española en la primera mitad del siglo XX, tanto en la sintaxis,
como en el léxico, y en particular por el uso de recursos de estilo rompiendo conscientemente
con lo hasta entonces conocido en la literatura española, creando un realismo
caracterizado por formas decimonónicas que necesitaba superar el realismo
social. La novela española estaba dominada por el
realismo, tendiendo hacia el costumbrismo. Son los inicios de Cela con La familia de Pascual Duarte, o de
Sender con Imán o Contrataque, de Delibes con La sombra del ciprés es alargada, o Nada de Carmen Laforet. Luis Martín-Santos presenta una narración realista,
pero la altera por completo mediante una formal innovación donde utilizará un
lenguaje barroco con una sobreabundancia de
vocabulario científico, culto y metafórico, adornado con numerosas
figuras retóricas clásicas. La estética del lenguaje se transformará en la
protagonista de la novela de modo tal que rebasa la propia trama argumental. El
lenguaje de esta novela convierte una historia sencilla en una obra de notable
complejidad y de gran exigencia artística que requiere de un lector culto para
su comprensión. La narración, en principio sencilla, se percibe distorsionada,
velada detrás de claves interpretativas que hay que descifrar, oscilando entre
la caricatura y una solemnidad amargamente sarcástica. La complejidad lexical
es notable y la abundancia de matices genera la necesidad de interpretar la
polifonía del lenguaje con una lectura llena de ironía.
Tiempo de silencio ha sido
considerada como una novela neobarojiana,
con situaciones, ambientes, personajes y preocupaciones que se parecen a los de
don Pío Baroja. La otra influencia que se percibe es la de Joyce, por el estilo
con el empleo del tiempo y la voz narrativa, o el uso de un estilo indirecto
libre y del recurso del monólogo interior. Las descripciones sobre la ciudad y
la introspección de los personajes, son también aspectos que recuerdan al
Ulises. Tiempo de silencio fue terminada a
finales de 1960, y publicada en 1961 por Seix Barral, censurada. Veinte páginas,
cuatro capítulos y un fragmento de ambiente prostibulario habían sido censuradas
por “el franquismo” imperante. La misma editorial realizó otra edición en 1965,
ya muerto el autor, donde se recuperaban fragmentos censurados. Partiendo de esa
segunda edición se sucedieron otras diez ediciones. Si bien en la segunda
edición se habían recuperado los materiales censurados, otros fragmentos se
modificarán y también se censurarán. La decimocuarta impresión, de 1980,
se conoce como la edición definitiva y restauraría todas las partes eliminadas
por la censura, pero recoge erratas de anteriores ediciones y muestra
variaciones textuales, por lo que no es tampoco fiel a los contenidos iniciales
ya que lamentablemente no se conserva el original mecanografiado… “Tiempo de silencio”
fue llevada al cine español en una película dirigida por Vicente Aranda en 1986
protagonizada por Imanol Arias, Victoria Abril, Charo López y Francisco Rabal
sobre la novela homónima de Luis Martín Santos.
Maracaibo 15 de octubre del año
2017
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