lunes, 12 de diciembre de 2022

Los verdugos de Stalin (1)


“Stalin y los verdugos” Fue un libro editado en castellano en 2003 (Editorial TAURUS traducido por María José Delgado Sánchez, donde se reconstruyen los mecanismos psicológicos del régimen de Stalin. Su autor, Donald Rayfield (https://bit.ly/3B60PQb) examinó las cinco cabezas del Servicio Secreto y del Ministerio del Interior rusos entre 1918 y 1953: Dzierzýnki, Menzhinski, Yagoda, Yezhov y Beria. Para entender la horrible y diabólica historia de Stalin, Rayfield analizó su infancia de niño maltratado, su paso por el seminario, su carácter de víctima resentida del poder imperial, su experiencia como bandido y su condición de psicópata, que pudiese también ser aplicable a sus verdugos. Recientemente (https://bit.ly/3OFwfCI) hablamos de los venenos de Stalin y de sus predecesores…

Rayfield declaró inicialmente que para escribir su libro utilizó nuevos datos archivísticos disponibles desde 1991 y su historia trata de las instituciones de represión soviéticas de 1918 a 1953 conocidas por sus acrónimos como CheKa, OGPU, NKVD y MVD que formaron parte del aparato de seguridad soviético. Este artículo que he titulado, Los verdugos de Stalin intenta en varias entregas, conocer a cuatro de estos peculiares personajes Feliks Edmúndovich Dzerzhinski, Guénrij Grigórievich Yagoda, Nikolái Ivánovich Yezhov y Lavrenti Pávlovich Beria, quienes no tienen historias muy edificantes, pero dan una idea de cómo el carácter de jefe supremo pareciera influenciar las vidas de sus esbirros.


Es interesante ver como entre los jefes de policía de Stalin, las diferencias de personalidad, fueron sorprendentes. Feliks Edmúndovich Dzerzhinski (1877-1926) fue un idealista fanático y puritano, nacido en el seno de una familia de la baja nobleza polaca. Comunista y revolucionario, Feliks fue famoso por fundar la Checa, la policía secreta bolchevique, agencia conocida por combatir a todos los contrarrevolucionarios durante el llamado Terror Rojo y la Guerra Civil Rusa.

Vivaz y nervioso, Feliks mantuvo su fe católica hasta 1894 cuando, con diecisiete años, la abandonó por sus contactos con un círculo marxista del Partido Socialdemócrata Lituano de su ciudad. A partir de entonces socialista convencido, comenzó a tratar de convertir a sus ideas a sus compañeros, para disgusto de las autoridades docentes. En el otoño, ya ingresó en el partido y se dedicó a tratar de atraer a él al proletariado local. Tras la muerte de su madre en 1896, con diecinueve años, se convirtió en revolucionario profesional e ingresó en el Partido Socialdemócrata Lituano. Se trasladó a Kovno, donde intentó formar una célula del partido, hasta que en julio de 1897 denunciado a cambio de dinero, fue arrestado y se le condenó a un exilio de tres años en la ciudad de Nolinsk, en la provincia siberiana de Viatka.

Para neutralizar sus actividades, las autoridades le trasladaron aún más al norte, a la aldea de Kaigorodsk, de donde logró escapar en agosto de 1899.Desempeñó un papel destacado en la formación del Partido Socialdemócrata del Reino de Polonia y Lituania. En junio de 1905 intentó hacerse oficialmente con el control del partido en la Polonia rusa. ​Pasó los siguientes veinte años en la clandestinidad y fue detenido en numerosas ocasiones. Once de los veinte años entre 1897 y 1917 los pasó bien en prisión o en el exilio interior.

Socialista más de una forma emotiva que impresionado por la teoría marxista, su entrega por una causa que creía debía acabar con el sistema que consideraba opresor e injusto le permitió sobrellevar las largas condenas. Su último arresto tuvo lugar en septiembre de 1912 en Varsovia. El más duro y largo de su vida; pasó gran parte de ella en aislamiento La última parte de la condena la pasó en la prisión de Butyrka en Moscú, donde se encerraba a los principales presos políticos. Asaltada la prisión por las masas revolucionarias, salió de la cárcel la noche del 1 de marzo de 1917, muy débil y apenas capaz de caminar.

A sus cuarenta años aún reservado y puritano en sus hábitos, alto, delgado y algo encorvado, a menudo vestido de uniforme, era temido por la población y por muchos de los dirigentes bolcheviques.​ Consciente del temor que inspiraba su nombre, estaba convencido de estar “luchando por la justicia”. Dzerzhinski, crearia la Cheka que rápidamente se convirtió en un organismo inmisericorde y crucial de la república soviética. Dzerzhinski, era una persona con “cabeza fría, corazón caliente y manos limpias”, que no se correspondía con las filas del organismo donde muchos de sus subordinados eran asesinos, ladrones o estafadores, Dzerzhinski en ocasiones fusilaria a los peores entre ellos como medio de control de los abusos. La Checa, cumplió eficaz e implacablemente con mano de hierro, después del inicio de la guerra civil rusa en mayo de 1918, cuando los bolcheviques impusieron el «terror rojo», dedicándose a fusilamientos sin juicio de opositores

Tras la guerra civil rusa, Dzerzhinski mantuvo diversos cuestionamientos contra Lenin, a quien acusaba de "olvidar la Revolución" para ganarse la adhesión voluntaria de otros pueblos a la causa del comunismo. A su vez, Lenin acusó a Dzerzhinski de "inútil chauvinismo ruso". En general, Dzerzhinski mantuvo obediencia hacia las órdenes de Lenin. Al final de la guerra civil en 1920 y poco después de la muerte de Lenin, en febrero de 1924, pasó a presidir el Consejo Supremo de la Economía Nacional, y tuvo desavenencias en materia económica con Stalin y llegando a amenazar con dimitir de la presidencia del Consejo Supremo.

Dzerzhinski mantuvo en sus últimos años una violenta disputa contra la "Oposición de Izquierda" de León Trotsky. Murió el 20 de julio de 1926, de un infarto cardíaco poco después de pronunciar un discurso político. Fue enterrado en la Necrópolis de la Muralla del Kremlin de Moscú. Mientras el monumento en su honor, en la Plaza Lubyanka de Moscú fue derribado en agosto de 1991 por la acción popular durante el fallido intento de golpe de Estado en la Unión Soviética, el gobierno ruso de Vladímir Putin ha repuesto su estatua en el Ministerio del Interior, y el gobierno de Bielorrusia ha erigido un monumento en su recuerdo.

Guénrij Grigórievich Yagoda (1891-1938) fue el jefe de la Policía secreta de la Unión Soviética NKVD entre 1934 hasta 1936. Yagoda nació en el seno de una familia judía, era hijo de un joyero judío de Letonia y se unió a los bolcheviques en 1907. Farmacéutico de profesión, después de la Revolución de Octubre de 1917, subió rápidamente en el escalafón de la Checa,​ la policía secreta bolchevique anterior a la NKVD, y sería el lugarteniente de Féliks Dzerzhinski desde septiembre de 1923.

Había pasado a este desde la inspección del Ejército Rojo en 1919. Después de la muerte de Dzerzhinski en julio de 1926, Yagoda estuvo bajo el mando de Viacheslav Menzhinski. Sin embargo, debido a la mala salud de este último, fue Yagoda quien tenía el control verdadero de la policía secreta al final de la década de 1920. El 10 de julio de 1934, dos meses después de la muerte de Menzhinski, Yagoda fue designado Comisario del Pueblo para Asuntos Internos, un cargo que le otorgaba el control de la policía soviética, incluyendo la policía secreta.La personalidad de Yagoda era tachada como muy corrupta por otros líderes comunistas que lo acusaban de ser un hombre lleno de vicios entre los que se encontraban las mujeres y las apuestas. El escritor Simón Sebag Montefiore va más allá y en su libro la "Corte del Zar Rojo" afirma que a Yagoda le gustaba coleccionar vinos, cultivar orquídeas, cortejar a la nuera de Máximo Gorki, acumular ropa interior femenina, comprar películas pornográficas y boquillas para cigarrillos decoradas con figuras obscenas.

Stalin no estuvo nunca del todo convencido del poder de Yagoda. En el Juicio de los Veintiuno, a Yagoda y otros condenados se los acusó del asesinato de Viacheslav Menzhinski y Serguéi Kírov, asesinado en diciembre de 1934. Este último asesinato fue uno de los detonantes de la Gran Purga. Yagoda supervisó el Primer Juicio de Moscú y la posterior ejecución de los líderes soviéticos acusados, entre los que se incluía a Grigori Zinóviev y Lev Kámenev en agosto de 1936. En esos casos Yagoda cumplió fielmente las disposiciones de Stalin, aunque al inicio cometió errores, como aceptar que muchos de los acusados jamás habían discrepado políticamente de Stalin; ante ello el dictador soviético ordenó a Yagoda cambiar las declaraciones de los acusados si era preciso, para culparlos de algún crimen.

La lealtad de Yagoda a Stalin era incuestionable y ordenó el traslado de miles de presos políticos para la construcción del Canal Mar Blanco-Báltico en el norte de Rusia, cuidando que la mayoría de ellos pereciera por culpa de los maltratos, el frío, y la pésima alimentación, de forma que la prestación de mano de obra para los proyectos de Stalin cimentaba la influencia de Yagoda ante el dictador.En septiembre de 1936, fue traspasado al Ministerio de Comunicaciones. Génrij Yagoda, responsable del OGPU y más tarde del NKVD, fue paulatinamente perdiendo poder en favor de Yezhov gracias al respaldo que Stalin otorgó a este.

La paranoia de Stalin durante la época de la Gran Purga también alcanzó a Yagoda, ya que el 16 de septiembre de 1936 Nikolái Yezhov lo reemplazó al mando de la policía secreta y en marzo de 1937 el propio Yagoda fue arrestado. Se lo acusó de traición y de conspirar contra el gobierno en el último Juicio de Moscú en marzo de 1938. Aleksandr Solzhenitsyn estuvo presente en el juicio de Yagoda y describió la impresionante confianza del acusado en que Stalin finalmente lo perdonaría, llegando a describir cómo Yagoda se levantaba de su banquillo y gritaba suplicando clemencia al segundo piso de la galería como si el propio Stalin estuviera allí: «¡A usted recurro! ¡Dos grandes canales he construido para usted!». Pese a estos ruegos, Yagoda fue declarado culpable y ejecutado el 15 de marzo de 1938 en el campo de fusilamiento de Communarka.

Final de la parte (1) de Los verdugos de Stalin (1), continuara mañana domingo.

Maracaibo, lunes 12 de diciembre de 2022