martes, 12 de diciembre de 2017

Uno del puñado de los Cinco



Uno del puñado de Los Cinco

La Navidad de 1855, Aleksandr Ulýbyshev, un rico y crítico musical aficionado y su protegido de 18 años de edad Mili Balákirev, quien llevaba camino de convertirse en un gran pianista, visitarían en San Petersburgo al compositor Glinka. De esta reunión nacería una idea y en 1856, Balákirev y el crítico Vladímir Stásov, se plantearon una agenda nacionalista para las artes rusas, y decidieron reunir a jóvenes compositores… Inicialmente fue César Cui, un oficial del ejército, especializado en la ciencia de la fortificación y en 1857 se les unió Modest Musorgski, oficial del regimiento de salvavidas Preobrazhenski. En 1861 fue Nikolái Rimsky-Kórsakov, un cadete naval, y en 1862,  Aleksander Borodin, un químico. En 1862, de este grupo de cinco, Rimski-Kórsakov era el más joven, contaba tan sólo 18 años, y Borodin el de mayor edad con 28 años. Los Cinco fueron autodidactas y se abstenían de emplear técnicas musicales conservadoras y «rutinarias». Fueron conocidos como “la Kuchka” (el puñado), traducido de manera diversa el término Mogúchaia Kuchka literalmente «un poderoso montoncito». Siguiendo los pasos de Glinka, este grupo esperaba crear una escuela de música rusa independiente, música que utilizaría las características nativas melódicas, armónicas, rítmicas y tonales de la música folclórica y de otras partes del Imperio Ruso donde habían escuchado en canciones de fiestas, en las danzas de los Cosacos y del Cáucaso, en los cantos de iglesias y el repique de sus campanas, queriendo reproducir lo que Glinka una vez denominó “el alma de la música rusa”.

¿A qué viene esto de hablar ahora de los cinco compositores rusos de mediados del siglo XIX? Es posible que alguno de ustedes haya oído la palabra “Kismet”, originada de la voz árabe qismah, que significa “la voluntad de Alá”. «Kismet» (destino) del turco llegó al inglés con ese significado. En realidad, Kismet, había sido una obra de teatro escrita por Edward Knoblock en 1911, adaptando las melodías de Alexandre Borodin que tenían elementos evocadores de romances y tramas, ambientadas en Oriente. Era una historia que parecía sacada de un cuento de “Las mil y una noches”. Los temas de la adaptación hecha por Wright y Forrest, enlazaban las melodías de Borodin “En las estepas del Asia Central”, ”Sinfonía nº 2”, “Danzas del Príncipe Igor”, “Cuarteto de cuerda nº 2”, y “Nº 1”, “Sinfonía nº 1”, “Serenata de Pequeña suite”, el tercer acto y Aria de Vladimir Galitsky ambas de “El Príncipe Igor”. Como consecuencia de este trabajo nacería,Stranger in Paradise”, And this is my beloved” y “Night of my nights”, y se convertirían en populares melodías desde el momento del estreno en Los Ángeles en el verano de 1953 y en San Francisco en otoño de 1953. Bien. Mi historia se remonta a esa época, cuando estábamos estudiando bachillerato, y recordé a Jesús Cupello a quien una vez el padre Villar (un joven maestrillo jesuita con gran talento y conocimiento musical) le escuchó silbando una melodía y le preguntó que, de donde conocía las “Danzas polovtsianas” de Borodin… Es de una película que se llama “Un extraño en el Paraíso”, le respondió sorprendido Jesús… El episodio se grabó en mi memoria y por eso, hoy quiero hablar de Borodin, quien era médico, químico y uno de los cinco grandes músicos rusos. 


Pero aclaremos primero lo de “Un extraño en el paraíso”, la película de 1955 dirigida por Vincente Minnelli y Stanley Donen y protagonizada por Hodward Keel, Ann Blyth, con Dolores Gray, Vic Damone, Monthy Wolley, Sebastian Cabot y Mike Mazurki.. Un califa decide vivir de incógnito entre los habitantes de su reino para saber lo que piensan realmente, y así conoce a una joven de la que se enamora; pero las diferencias sociales son tan profundas que el califa no sabe si debe desvelar su verdadera identidad... Con ese argumento surgió la obra musical “Kismet en Broadway el año 1953 y fue la ganadora del mejor musical de 1954 e inmediatamente dio origen a la producción de la Metro Goldyn-Mayer dirigida por Minnelli el año 1955, con la música de  Aleksander Porfírievich Borodin.

Borodín nació en San Petersburgo en 1833. Era hijo ilegítimo de Luka Gedevanishvili, un noble georgiano, que lo inscribió como hijo de uno de sus siervos, Porfiri Borodín. Su madre de 25 años, fue Evdokia Constantínovna Antónova apodada por el diminutivo Dunia. Su padre murió cuando Alexander tenía 7 años pero él lo incluyó en su testamento. Alexander fue autodidacta, aprendió a tocar flauta, violonchelo y piano. Tuvo una vida confortable y recibió clases de piano, francés y alemán. A los catorce años ya hablaba con soltura alemán, francés, inglés e italiano, y tocaba el piano y la flauta. A los 15 años se inscribió en la Facultad de Medicina, y en 1850 ingresó en la Academia Médico-Quirúrgica de San Petersburgo, donde estudió botánica, zoología, cristalografía, anatomía y química. En 1856 se licenció y fue nombrado profesor ayudante de Patología General. En 1858 recibió el título de doctor en medicina con su tesis “Sobre las analogías de los ácidos arsénico y fosfórico en su comportamiento químico y toxicológico”, la primera que se presentaba en ruso, y no en latín, en una universidad rusa. Entre 1859 y 1862, trabajó en la universidad alemana de Heidelberg, en el laboratorio del químico Emil Erlenmeyer, hoy recordado por el matraz que lleva su nombre. También pasó una temporada en la Universidad de Pisa. En 1862, Borodín regresó a San Petersburgo, donde comenzó a estudiar composición musical con Mily Balakirev a la vez que ejercía de profesor de Química de la Academia de Medicina. Por acá comenzó esta historia…

La trayectoria científica de Alexander Borodin osciló prontamente hacia la química. Su vocación lo inclinaba hacia la investigación, más que hacia la práctica hospitalaria, a veces cruel. La Academia Militar de San Petersburgo, en la cual recibió su formación, lo integró prontamente a su cuerpo de investigadores y docentes. Su investigación sobre los aldehídos transformó a Borodin en una verdadera autoridad en la materia, hasta el punto de compartir con Charles-Adolphe Wurtz, científico alemán, el mérito de descubrir la reacción aldólica. En 1858 publicó su investigación sobre Analogía del ácido arsénico con el fosfórico, la que le valió reconocimientos internacionales. Fue un profesional excepcional en todos los campos, pero en la práctica sobrepuso voluntariamente su actividad científica a la musical, a la que dedicaba solamente su tiempo sobrante. De tal manera, se autodenominaba músico de fines de semana.
 
El carácter exiguo de la producción musical borodiniana que ha perdurado, tiene su origen en el reducido tiempo que dedicaba a la creación. Se le conocen tres sinfonías tradicionales, inconclusa la tercera, canciones aisladas y dos inefables cuartetos de cuerda, entre los que destaca el segundo, verdadera joya melódica y contrapuntística.En las estepas del Asia Central”, su obra maestra, describe el lento y progresivo encuentro de dos caravanas, representadas con armónicos del primer violín y el corno inglés. La ambientación de la obra, su creciente tensión dramática y, sobre todo, la belleza melódica que asoma constantemente, la hacen comparable con la Noche en el monte Calvo de su amigo Modest Mussorgsky o “La gran pascua rusa”, de Nicolai Rimski-Korsakov. La reducida producción musical de Borodin alcanza su clímax en su ópera “Knyas Igor” (El príncipe Igor) y, particularmente, en las famosas danzas de los pólovtsy o danzas polovetsianas . No existe un episodio de ancestro más nacionalista que esta imborrable mezcla de ritmos, sonidos y sensualidad, que tan pronto llama a la guerra como a la paz. En un baile de disfraces que ofrecía en su residencia, fue súbitamente víctima de una apoplejía que le arrebató la vida en medio del proceso de creación de su tercera sinfonía.

Maracaibo 12 de diciembre 2017

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